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El pasado 17 de marzo, sobre las 2:30 de la mañana, los tripulantes del Catamarán Silky frustraron la pesca de 16 tiburones del área protegida de Malpelo, en Colombia. Tiburones “Silky” (Carcharhinus falciformis) y tiburones martillo (Sohyrna lewini) fueron liberados a tiempo, antes de que murieran en redes de pesca ilegales. La semana pasada dos embarcaciones, una de Costa Rica y otra de Ecuador, intentaron nuevamente pescar en el santuario. Una vez más, el catamarán Silky las interceptó y les quitó sus artes de pesca. Decenas de especies amenazadas estuvieron protegidas una vez más en el santuario de Flora y Fauna de Malpelo, en Colombia, un lugar único por su riqueza y biodiversidad.
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Erika López es ingeniera agrónoma de la Universidad Nacional y desde hace más de treinta años se ha dedicado al buceo. Además de hacer buceo industrial (llegando a profundidades a la que los buzos recreativos no llegan) fue instructora y guía de buceo. Durante años trabajó haciendo expediciones de turistas desde el barco Yemayá a las islas de Coiba, en Panamá, y Malpelo, reconociendo y recorriendo sus profundidades.
Su visita constante a estas zonas de gran biodiversidad le mostraron una realidad invisible para todos los que permanecemos en tierra: mientras ella llevaba a los turistas a sus inmersiones para ver especies únicas, decenas de barcos pesqueros recorrían el santuario y las sacaban del área protegida con plena libertad.
“Cuando yo venía hace años con turistas encontraba grandes escuelas de tiburón Silky a profundidades entre los seis y 25 metros. Era impresionante. Como eran altamente migratorios, había meses en los que estaban en la isla por un buen tiempo. Pero empezaron a desaparecer. No se volvieron a ver esas grandes escuelas de tiburones”, dice López. Esa realidad la llevó a crear la Fundación Biodiversity Conservation Colombia.
Malpelo fue declarado Santuario de Flora y Fauna en 1995, es Patrimonio Natural de la Humanidad reconocido por la UNESCO y Refugio Oceánico Mundial. Sin embargo, por su abundancia y biodiversidad, durante años ha sido también un lugar buscado por los pescadores para faenar.
Por eso, la estrategia para cuidar el área de López ha sido clara: “La conservación es estar presente”, asegura. “La ciencia, la educación ambiental y otras herramientas ayudan a la conservación. Pero hay que estar allí. Puedes tener todos los satélites, pero para proteger lo que hay en ese lugar tenemos que cuidarlo físicamente”.
A su lado, en una de las expediciones de turistas que dirigió algunos años atrás, estaba Jacob Griffiths, un joven conservacionista de la isla de Mauricio, al este de Madagascar, en África, que escuchó los las inquietudes de López. La primera vez que Jacob había ido a Malpelo, en 2014, quedó impresionado con su biodiversidad, bancos de peces y tiburones. No se parecía a nada de lo que había conocido buceando en varias partes del mundo. Para esa época, uno de los barcos de la Armada, el Sula, patrullaba la isla.
Par de años después regresó y notó que la embarcación de la Armada ya no operaba, y que la pesca ilegal había tomado fuerza nuevamente. Escuchó a López decir una vez más “hay que estar en la Isla de Malpelo presentes todo el tiempo”. Pero no era fácil. Mantener embarcaciones en un área tan remota resulta altamente costoso. “Se necesitaba una embarcación que tuviera bajo consumo de combustible, una vela, paneles solares, dirigida por un experto de la navegación, porque las condiciones en Malpelo son las más difíciles y variables”, explica López. ¿La mejor alternativa? Un catamarán.
Jacob y su familia le dijeron a López que donarían el Catamarán si ella y su equipo, en apoyo con los demás guardianes de Malpelo (Fundación Malpelo, la Armada Nacional, Parques Naturales de Colombia, entre otras instituciones y fundaciones) hacían todo lo que estuviera a su alcance para mantener el ecosistema libre de pesca ilegal.
Así surgió un convenio si precedentes. La Fundación Biodiversity Conservation, que dirige Érika López, presta el catamarán Silky y un bote de acceso para que todo el tiempo un funcionario de Parques Nacionales Naturales pueda hacer monitoreo del área protegida.
Han durado en altamar hasta cinco meses, y esperan este año lograr estar hasta nueve meses de presencia ininterrumpida. Saben que cerca de la roca de Malpelo es que se congregan los pescadores, por lo que permanecen rodeándola.
“Hay generalmente dos tipos de pesca ilegal. Los grupos de pescadores de Ecuador vienen en grupos de seis o siete pangas. Unos van surtiendo de combustible a los otros mientras pescan”, explica. “La otra, usada generalmente por los costarricenses, consiste en una embarcación con pangas atadas. Se quedan en las áreas limítrofes y mandan las pangas al interior del área protegida”.
La tripulación del Silky, compuesta por un capitán, un maquinista, un marinero de cubierta, un cocinero y el funcionario de Parques Nacionales Naturales, está pendiente día y noche para frustrar todos los esfuerzos de pesca ilegal.
“Cuando estamos en el área tenemos potestad para acercarnos a la embarcación. Vamos con un Funcionario de Parques Nacionales Naturales, por lo que podemos decomisar el arte de pesca”, asegura López. “Pierden mucho. Las artes de pesca, el combustible, el agua que necesitan para llegar hasta allá”.
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Para llegar a Malpelo desde su punto más cercano en la costa Pacífica de Colombia hay que navegar cerca de 36 horas. Antes duraban seis días. El Capitán Argemiro Barbosa, a la cabeza del Catamarán Silky, era un pescador del Caribe. Fue capitán en aguas internacionales de diferentes embarcaciones, pero hace año y medio llegó al Silky a apoyar la conservación de Mapelo.
Lo acompañan Vicente Buenaventura, el maquinista, que navega desde sus ocho años, y Jaiber Rojas, que funcionario de Parques Nacionales Naturales que lleva trece años en Malpelo.
Al ser una isla tan lejana y extensa, su protección ha sido un gran reto. Desde 1986 se cuenta con un puesto de control construido sobre la isla por la Armada Nacional con el fin de realizar labores de soberanía y vigilar las actividades alrededor del, ahora, área protegida. Durante algunos periodos de tiempo se lograron adecuar dos embarcaciones, el ARC Sula y el ARC Calima para que Armada incrementara su presencia en el área. Pero el movimiento, mantenimiento y operación de estas embarcaciones era muy costoso, por lo que terminaron dándose de baja.
En mayo de 2018 llegó el Catamarán Silky a Colombia con una misión principal: servir como plataforma para proteger el Santuario de Flora y Fauna de Malpelo, y vida submarina que hacen de esa isla de roca volcánica un ecosistema único. Son los ojos de la isla que permiten que Malpelo siga siendo una joya de la biodiversidad del país y el planeta.
“Los logros han sido muchos. Las embarcaciones son mucho menos frecuentes que antes. Desde hace meses no se veían embarcaciones, hasta las semanas pasadas”, cuenta López. Estar presentes todo el tiempo ha permitido que apenas tiran las líneas de pesca con cientos de anzuelos, puedan ser recogidas y decomisadas antes de que caigan los animales.
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