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Las elecciones en Colombia: una perspectiva europea

Afligidos por una profunda crisis financiera, los gobiernos europeos dificilmente se atreven a levantar la vista de sus propias cuentas públicas.

Ivan Briscoe*
29 de mayo de 2010 - 06:49 p. m.
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La tijeras de Italia y España ya han cortado los recursos dedicados a la ayuda para el desarrollo. La voz europea en los grandes asuntos de la política internacional, salvo la guerra de Afganistán, se ha callado hasta un murmullo. No hubo nuingun sopresa cuando los líderes de tres grandes países europeos, Italia, Alemania y Gran Bretaña, se ausentaron de la cumbre entre la Unión Europea y America Latina en Madrid.

Por lo tanto, el resultado de la primera vuelta de las elecciones colombianas no tendrá el mismo impacto mediático y político del voto en 2002. Después de aquella elección, la UE abordó una revision urgente de su apoyo a la paz en Colombia: las FARC entró en la lista de organizaciones terroristas de la UE, y Europa se resignó a una intensificacion de la guerra interna. La sociedad civil, horrorizada, nunca podía aceptar a Uribe, y mostró un rechazo enfático durante su visita al Parlamento Europeo en 2004.

La ironía de la ausencia actual de interés europeo es ineludible. Antanas Mockus, a pesar de sus conocidos actos de pantomina pública – estos sí tienen eco en la prensa europea – se aproxima al modelo de liderazgo político querido para Colombia. Su especialidad parece ser el poder blando, o sea la influencia del ejemplo virtuoso y de valores éticos, en lugar de la alternativa dura que proviene de Estados Unidos: el poderío militar y coercitivo.

Plan Colombia, y su conversión para el consumo interno en la política de seguridad democratica, provocó un notable malestar en la diplomacia europea. Es cierto que Europe nunca escatimó contribuciones al desarollo colombiano, alrededor de la mitad del total los 972 millones de dolares de ayuda desembolsados para el pais en 2008. Pero lo hizo con recelos, y con la sospecha de que estaba aligerando los daños colaterales de una ofensiva militar, sin resolver los raíces del conflicto en la forma de un Estado ausente y la desigualdad extrema.

Mockus sigue siendo un misterio fuera de su pais, pero sus palabras sincronizan con esta ambivalencia hacía la época uribista. Además, tiene una figura que se asemeja sorprendentamente al estilo de los nuevos politicos del continente: fuertemente mediatizados, aparentemente honestos, y sin bagaje del pasado. Con Nick Clegg, el nuevo vice primer ministro de Gran Bretaña, o quizás Papandreou de Grecia, podría entenderse perfectamente.

El perfil europeo de Mockus, sin embargo, no podría tapar los agujeros en la política exterior de la UE. Hace tiempo que los paises europeos perdieron su brújula diplomatica en America Latina, donde el auge de la Alianza Bolivariana, las ambiciones geopolíticas de Brasil y la crisis cada vez mas extensa causada por las rutas del narcotráfico han generados reacciones tibias o desidia absoluta.

En general, Europa desea un retorno rápida a la normalidad latinoamericana, entendida como una integracion regional cada vez mas fuerte entre países estables. Desea firmar acuerdos estrátegicos, y organizar cumbres exitosas. Teme las politicas inflacionarios, las escaramuzas fronterizas, y el recurso a las armas por Estados y cuidadanos. Su política hacia en narcotrafico, descrita con precisión en el Plan de Panamá de 1999, es un modelo de racionalidad basada en el concepto de la “responsabilidad compartida”. En mismo tiempo, la UE no logra discreparse en público de la campañas militares de combate contra las drogas, ni reducir su poblacion doméstica cada vez mas grande de consumidores de cocaína.

Desde su afán para la legalidad, la preferencia en Europa seria indudablemente por Mockus. Pero el temor actual europeo a la inestabilidad, y su falta de estrategia clara para la región, tiende a propiciar en la realidad una política bastante conservadora. En el caso de Mockus, estos temores abundan: le faltan partido político y estructura de apoyo. Raúl Alfonsín, un modelo de la virtud republicana y el presidente en la época pos-dictatorial de Argentina, era carcomido por las divisiones y odios dentro de su país. Una Europa en plena crisis se conformaría sin problema con Santos o Sanín; la verdad es que no tiene con qué apoyar otro camino.

*Investigador del Instituto Clingendael, La Haya

Por Ivan Briscoe*

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