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La unidad nacional

DECÍAMOS, EN EL CIERRE DE nuestro editorial sobre los resultados electorales y sin conocer aún el discurso de Juan Manuel Santos tras su contundente victoria en la jornada del domingo, que ojalá la enorme diferencia a su favor no lo tentara de olvidarse del llamado que había hecho en el cierre de su campaña a hacer un gobierno incluyente y de unidad nacional.

El Espectador
31 de mayo de 2010 - 10:50 p. m.
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Reconfortante, ciertamente, que en el discurso de triunfo haya insistido en esa idea. Claro, cualquiera podría pensar que se trató más de un mensaje a los candidatos y partidos que salieron de la contienda —para que se le unan o para bloquear alianzas con los verdes—, dado que, aunque está casi ungido, todavía debe surtir la segunda vuelta en la que remotamente podría haber una sorpresa. Sea lo que fuere, el hecho cierto es que el propósito de la unidad nacional debería consolidarse y superar el mero discurso electoral.

 El resultado del pasado domingo, aparte de las calidades propias del candidato del Partido de la U, bien puede tomarse como un plebiscito en favor del presidente Álvaro Uribe. Como el propio Santos lo aceptó, en buena medida su triunfo se debe al reconocimiento ciudadano a la gestión del gobierno que termina. El uribismo, huelga decirlo, está vivo y goza de salud plena.

 Pero el uribismo es muchas cosas. Qué duda cabe del apoyo a los éxitos en materia de seguridad y de ella como sustento principal de la inversión, que es seguramente lo que los votantes quieren ver prolongado en el tiempo. Pero también el uribismo ha sido gestor de la división entre los colombianos, con su constante descalificación de la ideas contrarias. Y no hablemos aquí de intimidaciones y persecuciones, que son motivo aún de investigación judicial.

De ahí la urgencia de un propósito de unidad nacional real, que permita aplacar los odios que se han instalado en nuestra sociedad. La continuidad del gobierno del presidente Uribe no requiere de la continuidad de un estilo rayano en lo pendenciero para imponer sus ideas. Tampoco, de no romper de raíz con mecanismos violatorios de la legalidad y del respeto a los derechos humanos, como los que están bajo investigación hoy en Colombia. Solamente así sería realmente factible pensar en que la unidad de los colombianos es posible.

Siendo un propósito, como lo creemos necesario, que va más allá de la simple conformación de una coalición de gobierno en el Congreso para sacar adelante iniciativas de común acuerdo, debe entrar en dicho propósito también, y de manera preponderante, el Partido Verde, que aún está en la contienda con la esperanza de voltear en tres semanas la lógica de las urnas.

Antanas Mockus y su equipo, huelga decirlo también, tienen un difícil camino para intentar lograr, en este poco tiempo que resta para la segunda vuelta, un fervor aún mayor del que ciertamente lograron generar en los últimos cuatro meses. Y ante la dificultad de esa tarea inmediata, para ese proyecto puede existir también la tentación de caer en la polarización, para plantear un escenario de buenos y malos, que les haga caer en las descalificaciones y el reduccionismo. Ojalá sepan mantener el talante del que se dicen orgullosos y que, ganen o pierdan, sean factores de unión entre su entusiasta caudal de seguidores hacia un gobierno que restañe las heridas abiertas en estos años de polarización.

Puede ser prematuro visualizar desde ya lo que pudiera ser un gobierno de unidad nacional, pero no nos cabe duda de la necesidad de un liderazgo que ayude a hallar los puntos de encuentro en nuestra sociedad.

Por El Espectador

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