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Ricardo Rozo, el mejor técnico del año

"Amarillo, azul y rojo, se me sale el corazón…"

Juan Diego Ramírez C.
04 de diciembre de 2010 - 08:56 p. m.
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Se convirtió en la arenga preferida de las futbolistas de la selección tricolor, las chicas superpoderosas que en 2010 fueron segundas del Suramericano de Bucaramanga, cuartas en el Mundial Sub-20 de Alemania y subcampeonas de la Copa América de Ecuador, logros con los que enviaron un mensaje al país: ¡se puede hacer historia!

Se pudo, todo en un año y bajo la batuta de Ricardo Rozo, quien inscribió a Colombia en los primeros renglones del fútbol femenino mundial, pues este bogotano de 40 años se acostumbró a festejar. Celebraciones que parecían como si además estuviera derrotando la suerte que le impidió ser un futbolista profesional.

Esa adversa circunstancia en la época de los noventa, que lo obligó a renunciar a ser jugador de  fútbol, le sirvió para construir lo que es hoy como persona y entrenador, pues desde que usó cortos, hasta hoy que anda en sudadera, la disciplina fue su mejor amiga.

Siempre supo que el fútbol era lo suyo, más por gusto que por obligación. Hoy recuerda que con sus cuatro hermanos “jugábamos en la cancha del barrio Ciudad Montes, en Bogotá” y su talento sorprendió a muchos, a todos los que le dieron una oportunidad al dirigirlo. A Luis Arturo Quinche, en la escuela de fútbol de El Salitre; Heberto Carrillo, en la selección Bogotá; Moisés Pachón y Juan Enrique de Brigard, en Millonarios, y tantos otros que lo dirigieron en los equipos de la B (Academia, Cóndor y Girardot), en los que fue figura.

Pero como hubo tantos que confiaron en él, otros no y jamás pudo debutar en la A. “No era sino que me pusieran, que yo me tenía confianza y jugaba muy bien”, dice desilusionado. Los años pasaron desde que ingresó en 1990 al equipo embajador, el de sus amores desde pequeño, pero técnicos como Miguel Nano Prince, Diego Édison Umaña y Francisco Maturana no contaron con sus servicios y en 2000, a sus 30 años, dejó el fútbol, un hecho muy doloroso y que lo hizo terminar  en una oficina de recursos humanos de una universidad Esap.

“Siempre tuve esperanzas de debutar, pero ya se había acabado la oferta y tenía problemas económicos, hasta que me rendí y lo único que apareció fue ese empleo”, del cual sería rescatado un año después por un hombre del fútbol, Ramiro Alfaro, quien le ofreció dirigir su equipo, el Club Vida, y no dudó en aceptar, pues eso era mejor que “estar sentado de ocho de la mañana a cinco de la tarde”.

Y dirigiendo se volvió a enamorar del fútbol. Por su experiencia como jugador se convirtió en asistente técnico de la selección Bogotá femenina, equipo con el que supo ser campeón nacional ya cuando había asumido como técnico. Y todo esto hizo que el 9 de febrero de este año la Federación lo contratara como técnico de las selecciones nacionales. Fiel a su dedicación, “el 12 ya me estaba preparando en Bucaramanga para el Suramericano”, en el que inició su paso agigantado por la senda de la gloria.

Después de finalizar cuarto en el Mundial de Alemania Sub-20, fue segundo en Ecuador, lo que daría a Colombia el derecho de participar en los Juegos Panamericanos y en el Mundial de mayores en Alemania de 2011, así como a los Olímpicos de Londres en 2012, torneos en los que seguramente la tricolor femenina pondrá a vibrar a un país, al que ya le demostró bajo la premisa de Ricardo Rozo que con corazón no hay reto grande ni meta imposible.

Por Juan Diego Ramírez C.

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