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Pero este año las circunstancias son distintas. La economía mundial está viviendo la peor crisis en varias generaciones. El desempleo está aumentando rápidamente en todo el mundo. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que este año se perderán más de 50 millones de empleos en todo el mundo. “Estamos ante una crisis global del empleo”, dijo recientemente el director de la OIT, Juan Somavia. “Los avances en la reducción de la empresa se están reversando y la clase media se está debilitando en todo el planeta”.
En Colombia la situación es particularmente preocupante. Las últimas cifras, reveladas el día de ayer por el DANE, muestran nuevamente una tendencia creciente del desempleo. La tasa correspondiente al mes de marzo es la mayor en tres años. Actualmente existen 2,5 millones de desempleados. Colombia tiene la mayor tasa de desempleo de las siete economías grandes de América Latina: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Venezuela. Y tiene también una de las mayores tasas de informalidad laboral de toda Latinoamérica. La informalidad no disminuyó durante los últimos años a pesar del mayor crecimiento económico.
El problema del empleo en Colombia no es sólo un reflejo de la crisis. Es un problema estructural que se ha exacerbado durante los últimos años como consecuencia de una serie de políticas equivocadas. Desde la década pasada, varios gobiernos tomaron la decisión de incrementar sustancialmente los costos laborales. Recientemente este Gobierno convirtió a la inversión en el fin último de la política económica. Creó, por ejemplo, una gran cantidad de incentivos fiscales a la inversión con el supuesto de que los empleos vendrían por añadidura. Pero los empleos nunca llegaron. En síntesis, Colombia lleva ya dos décadas sin una política de empleo coherente. Por el contrario, muchas de las políticas económicas implantadas en el pasado han conspirado contra la generación de empleo. La estructura fiscal tiene un sesgo antiempleo.
En la actual coyuntura la política de empleo sigue ausente. El Ministerio de la Protección Social no ha presentado una sola iniciativa coherente para hacer frente al aumento del desempleo. El Gobierno presentó hace unas semanas un programa orientado a capacitar a cientos de miles de trabajadores, pero muchos analistas han puesto de presente la inviabilidad de las metas presentadas. Los planes de infraestructura, que servirían para reactivar el empleo, se encuentran atrasados por problemas de gerencia pública. Además, el Gobierno ha rechazado los argumentos de muchos economistas que piden una reducción de los impuestos al trabajo y una estructura tributaria más amigable al empleo.
Éste debería ser la prioridad de la política económica y uno de los temas centrales del debate político. Pero infortunadamente el Gobierno está ocupado en otras cosas. Los precandidatos presidenciales, apenas acomodándose en sus partidores, tampoco hablan del tema. Pareciera que nos les interesa. Las vicisitudes de la política y del conflicto ocupan toda su atención. Algo preocupante en un país que, como ya se dijo, lleva ya muchos años sin una política para enfrentar el crecimiento del desempleo y mucho menos para resolver el problema estructural del empleo.
Ojalá el Día del Trabajo sirva para llamar la atención sobre la importancia del tema del empleo.