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Elecciones y realidades en América Latina

EN LOS ÚLTIMOS DÍAS TUVIERON LUgar dos hechos dentro del nuevo mapa político que se está configurando en América Latina: el triunfo, en primera vuelta, del derechista Sebastián Piñera en Chile y una reunión más de la llamada Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba). Estas actividades, aparentemente sin mayor conexión, están vinculadas al futuro de la región.

El Espectador
17 de diciembre de 2009 - 12:00 a. m.
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El resultado en Chile estaba cantado de antemano, pues Piñera aglutinó con 44% el voto de la derecha y el del cansancio del electorado, luego de 20 años de gobiernos de la Concertación de centro-izquierda. La Concertación, con el ex presidente Eduardo Frei, se presentó desunida y alcanzó 29%. La sorpresa la dio Marco Enríquez-Ominami, salido de la Concertación, quien llegó a 20% con una propuesta joven de socialismo democrático, y el Partido Comunista, de Jorge Arrate, superó el 6%. Así las cosas, comienza la recta final hacia la segunda vuelta, en la cual Frei tiene el reto de atraer el voto de los seguidores de Ominami, cosa que no parece tan sencilla, a pesar de que Arrate ya le ofreció su apoyo. Lo mismo tratará de hacer Piñera, multimillonario empresario y político fogueado, que buscará coquetear a los abstencionistas y a los seguidores centristas de Ominami.

Mientras tanto, en La Habana, concluyó una nueva reunión de la Alba, en la que fuera de los discursos contra Estados Unidos, resaltó la inasistencia de Rafael Correa y Fernando Lugo. Vale la pena recalcar que la propuesta de Socialismo del Siglo XXI de Hugo Chávez no logra cuajar a pesar de su retórica, y que aquello que los politólogos llaman la “correlación de fuerzas” juega en su contra.

Ni el Banco del Sur ni la Alba han logrado despegar. Venezuela tiene comprometido su ingreso a Mercosur, que aun cuando logró, tras más de dos años de debates, la aprobación del Senado brasileño, difícilmente va a pasar en el Congreso paraguayo. La unidad política dentro del grupo se ha debilitado luego de jugarse a fondo durante la crisis en Honduras sin obtener resultados positivos. Debilidad acrecentada por el pragmatismo del presidente Rafael Correa, quien a pesar de su cercanía ideológica no se amarra, necesariamente, a Chávez. Lugo, por su parte, trata de alejarse prudentemente y busca sobrevivir ante la espada de Damocles de un juzgamiento político en su país.

Si eso es adentro, en el vecindario las cosas no le van mejor a la propuesta chavista. En El Salvador, el presidente Funes se ha alineado, al igual que el recién electo presidente de Uruguay, José Pepe Mujica, con Lula. En Panamá, Martinelli, y el nuevo presidente electo de Honduras, Porfirio Lobo, van a jugar abiertamente en un campo antagónico a Chávez. En Brasil las cosas no están claras para la candidata oficialista Dilma Roussef, y las posibilidades de que Serra gane las elecciones son altas. En Argentina los Kirchner no pasan por su mejor momento. Si a lo anterior se le suma el repunte del derechista Oto Guevara para las elecciones de febrero en Costa Rica y un eventual triunfo de Piñera en Chile, la región distará mucho de la que se perfilaba unos años atrás cuando los posibles triunfos de López Obrador en México y Ollanta Omala en Perú, cercanos a Caracas, hacían sacar pecho a Chávez.

En conclusión, Daniel Ortega, y en menor grado Evo, son sus apoyos más significativos, supeditados a la jugosa chequera petrolera. Mientras tanto, el modelo de moderno socialismo democrático de Lula, de Michelle Bachelet y de Tabaré Vásquez continúa abriéndose camino con resultados positivos más que palpables y con altos niveles de popularidad para dichos presidentes. Como reza el adagio popular, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Y ello vale también para nuestra izquierda democrática.

Por El Espectador

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