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La XVIII Cumbre Iberoamericana

TERMINA ESTE VIERNES LA XVIII CUMBRE Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, celebrada en El Salvador.

El Espectador
30 de octubre de 2008 - 10:00 p. m.

Pese a la ausencia de los mandatarios de Cuba y Venezuela, se contó con la participación de Portugal, país que se encargará de la siguiente cita en 2009. No obstante las expectativas generadas por este tipo de espacios, como en otras ocasiones la cumbre deja más interrogantes que certezas. Lo que era una reunión pensada para tratar el tema de la juventud y el desarrollo, viró hacia una discusión sobre la crisis financiera internacional y su posible impacto en los países iberoamericanos.

Quien con más énfasis se refirió al asunto fue la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, tras plantear un escenario de recesión en el que la pobreza y la reducción del gasto social serían dos de las inevitables consecuencias. Sostuvo que “lo que hay detrás de la crisis es el agotamiento de la aplicación dogmática de un modelo basado en la desregulación y en el abandono de lo público”. Por su parte, el presidente de El Salvador, Elías Antonio Saca, invitó a buscar “un nuevo gran pacto internacional” y habló de “cerrar filas” para así presentarse “con una sola posición frente al resto de la comunidad internacional”. Lo propio dijo el Rey de España, tras hacer un llamado a “reforzar la cooperación internacional” e indicar que la arquitectura financiera internacional debía reconstruirse con la participación de la región de Iberoamérica y no a partir de la decisión, como en Bretton Woods, de una única potencia. El llamado de unidad, en últimas, se enmarcó en la posibilidad de erigir una única voz ante los organismos financieros internacionales.

Entre tanto, el ataque perpetrado por el grupo Eta en la Universidad de Navarra derivó en enérgicas declaraciones de repudio contra el terrorismo y de apoyo a España en su lucha contra el radicalismo. Igual de distractora resultó la marcha protagonizada por más de 200 lisiados de la guerra civil en El Salvador. Protestaban contra el olvido del gobierno, tras una cruenta guerra de 12 años que terminó con un acuerdo de paz en 1992 y dejó miles de víctimas.

Los roces entre mandatarios, pese a que el presidente venezolano, Hugo Chávez, argumentó que no existían las condiciones de seguridad necesarias para hacer presencia en la Cumbre, corrieron a cargo del jefe de Estado de Bolivia, Evo Morales, y su abierto apoyo a los movimientos de izquierda que hacen presencia en América Latina, y en particular al movimiento revolucionario que en El Salvador concurrirá a las próximas elecciones en representación de la guerrilla salvadoreña del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). El presidente de Perú, Alan García, se manifestó por lo que consideró una intromisión en los temas internos de los países.

Con respecto al tema central de la juventud y el desarrollo, como en anteriores cumbres, las intervenciones no pasaron de ser declaraciones de buenos principios que difícilmente se llevarán a la práctica. El Rey de España y el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, hablaron de la importancia de construir “sociedades más sólidas, prósperas, justas y participativas”. Más allá es poco lo que se avanzó.

Con todo, la reiterativa constatación de la comunidad de valores que constituye Iberoamérica, garantiza que las cumbres persistan en el tiempo. Ejercicios que en el plano diplomático bien pueden ser útiles, pero que en lo normativo siguen siendo escenarios estériles que, aun hoy, en su XVIII versión, no han arrojado resultados concretos.

Por El Espectador

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