Uruguay camina de la mano del maestro Tabárez

El entrenador charrúa, de 72 años, dirige a la selección de su país desde 2006 en su segundo ciclo. Antes fue el DT entre 1988 y 1990.

Andrés Montes Alba
20 de junio de 2019 - 03:06 a. m.
Nicolás Lodeiro le da la mano a Óscar Tabárez después del juego ante Ecuador, en la Copa América Brasil 2019. / AFP
Nicolás Lodeiro le da la mano a Óscar Tabárez después del juego ante Ecuador, en la Copa América Brasil 2019. / AFP
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Han pasado 31 años desde que Óscar Washington Tabárez fue nombrado, por primera vez, entrenador de la selección de Uruguay. Desde ese año hasta hoy todo ha cambiado en el fútbol: módulos tácticos, formas de entrenamiento y hasta se implementó el VAR. Pero, el estilo de jugar de los charrúas sigue ahí, intacto: sin estridencia, cumplidores de una idea y humildes ante el éxito. Todo gracias a un hombre o, mejor, a un maestro.

El fútbol siempre ha sido un deporte adornado por la épica, por las grandes gestas de jugadores o por la influencia de entrenadores visionarios. Rinus Michels, Arrigo Sacchi, Guardiola, Mourinho y ahora Klopp han sido hombres que han revolucionado de tanto en tanto la forma y el estilo de jugar a la pelota. Y el maestro Tabárez, a su manera, lo ha hecho en Uruguay.

Después de dirigir al Deportivo Cali en Colombia, tuvo su primer paso por la celeste inició. Comenzó en 1988 y terminó en el Mundial de Italia 1990, en el que su equipo se despidió en los octavos de final cayendo ante el local, aunque a esa Copa del Mundo llegó siendo primero en las eliminatorias, por encima de la Argentina de Diego Armando Maradona.

Después de su salida, Tabárez quiso buscar el prestigio internacional. Por eso en 1991 se fue a ser el técnico de Boca Juniors durante tres temporadas antes de llegar al fútbol italiano a dirigir al Cagliari y al Milan. Un breve paso por el Real Oviedo de España y un regreso al Cagliari ocurrieron antes de aterrizar nuevamente en Sudamérica para hacerse cargo de Vélez Sarsfield y luego del cuadro xeneize.

Entre todo ese trasegar pasaron 11 años y tras un retiro de cuatro temporadas volvió al mejor lugar del mundo para él: la dirección de la celeste.

La experiencia adquirida y sobre todo la madurez fueron claves para que, desde que firmó en 2006 como DT de Uruguay, reestructurara el fútbol de su país y hasta la mentalidad de sus ciudadanos.

Contrario a lo que el público del fútbol pensaría, esa final histórica del Mundial de 1950, el conocido Maracanazo, con el tiempo afectó la mentalidad del jugador uruguayo. “Eso nos hizo mucho daño, durante mucho tiempo nos engañaron y vivimos de ese recuerdo”, señaló Tabárez en 2006. Su llegada se dio como el último salvavidas para una selección que se había quedado por fuera del Mundial de Alemania al perder en el repechaje, por penales, ante Australia y sin una idea clara de cómo jugar, sin recambio y sin una base fuerte en los equipos juveniles.

Cuando llegó hace 13 años era tal el caos del fútbol charrúa que para realizar su primera convocatoria debió acudir al periodismo. En la sede de la Asociación Uruguaya de Fútbol no tenían los números de los jugadores, por eso Tabárez tuvo que ir a la oficina de la principal cadena de televisión de ese país y desde ahí llamar uno a uno a los futbolistas que serían parte de su primera convocatoria.

Esa forma de trabajar tenía que cambiar. Por eso, con la seriedad que implica una selección nacional, Tabárez creó el proyecto que denominó Institucionalización de los Procesos de Selecciones Nacionales y de la Formación, un programa que no era otra cosa que unir el fútbol de ese país bajo una premisa: la del respeto por el jugador y por los otros.

Un principio inapelable que tuvo que ver, desde la transformación del Complejo Celeste, el lugar donde hoy entrenan todas las selecciones nacionales, hasta la disposición de que los clubes profesionales prestaran a sus futbolistas más jóvenes durante tres días al año, para que desde la base tuvieran la oportunidad de sumar minutos y llegar al equipo de mayores ya con experiencia internacional.

Ese trabajo y el respaldo de las directivas poco a poco fueron dando frutos. Uruguay volvió a los mundiales ya lleva tres clasificaciones de forma consecutiva: Sudáfrica 2010, Brasil 2014 y Rusia 2018, y obtuvo en 2011 su decimoquinta Copa América.

Pero esa transformación, además de los logros deportivos, también ha sido en la sociedad uruguaya. “En los clubes uno puede ganar prestigio, dinero, pero hay cosas que solo da la selección”, esa frase la dijo cuando rechazó hace algunos años propuestas para dirigir en el fútbol árabe. Y ese sentido de no romper la unidad del equipo, una de sus tantas premisas, la ha llevado al extremo.

En septiembre de 2018 rechazó públicamente, aunque sin dejar de agradecer, que la Alcaldía de Montevideo le hiciera una estatua. “No quiero romper ese espíritu de unidad, yo no estoy por encima de nadie”.

Desde ese histórico cuarto lugar en 2010 ha dicho hasta el cansancio que “el camino es la verdadera recompensa”. Ese cariño de los hinchas, el respeto de sus colegas y la admiración que tienen sus jugadores hacia su figura han sido, y son, la principal razón para que hoy Uruguay siga siendo candidata al título de esta Copa América 2019. Un camino de una selección que tiene toda la impronta del apellido Tabárez.

 

Por Andrés Montes Alba

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