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La población negra, afrocolombiana, raizal o palenquera en Colombia es de 4’671.160 personas, es decir, representa el 9,34 % del país, según el DANE. A pesar de ser un grupo numeroso, históricamente ha sido rezagado por el Estado y violentado por los actores armados que abundan en sus territorio. Fenómenos que, en medio de la pandemia del coronavirus, se acentúan.
De acuerdo con Juan David Delgado, investigador de inequidad etnoracial en Colombia, de los 113 municipios que tienen más de 20 % de población afrocolombiana, 106 no cuentan con unidades de cuidados intensivos. Además, en esos territorios la inversión en salud es menor al del promedio nacional.
Por eso, en zonas como el norte del Cauca, los consejos comunitarios decidieron ejercer las acciones de contingencia ante la pandemia. La organización encargada de la autoprotección es la Guardia Cimarrona, conformada por 634 hombres y mujeres. Por ahora, hacen presencia en 12 municipios, 11 en el Cauca y uno en el Valle del Cauca. En siete de ellos hay casos de COVID-19.
Además del coronavirus, estas comunidades enfrentan la amenaza incesante de los grupos criminales que ni siquiera bajo esta circunstancia dan tregua a los asesinatos y amedrentamientos. Desde el 6 de marzo, día en el que se registró el primer caso de COVID-19 en el país, 17 líderes y lideresas han sido asesinados, según la Fundación Paz y Reconciliación. En el Cauca, uno de los departamentos donde el 20 % de la población se reconoce como perteneciente a comunidades negras, el recrudecimiento de la violencia durante la pandemia produjo la muerte de nueve líderes hasta el 25 de abril.
En ese departamento hay presencia del Eln, Clan del Golfo, Epl, el cartel de Sinaloa, entre otros. Los territorios de esas comunidades son disputados porque hay un fuerte interés por el control de los cultivos ilícitos y el narcotráfico, la minería ilegal y la posesión de tierras para la siembra de caña de azúcar.Armando Caracas, coordinador nacional de la Guardia Cimarrona, le contó a El Espectador las acciones que implementan para prevenir un brote del virus en las comunidades de ambos departamentos.
¿Qué medidas tomó la Guardia Cimarrona para afrontar la pandemia?
En el caso de los consejos comunitarios de los territorios negros e indígenas, que somos más vulnerables por el difícil acceso a los servicios de salud, pusimos en marcha el esquema de protección y autoprotección territorial que tenemos. De eso se encarga la Guardia Cimarrona. Cuando se da el primer decreto de aislamiento aplicamos esos controles en los ingresos a los municipios del sur del Valle del cauca y norte y sur del Cauca.
¿Cómo hacen esos controles?
Montamos una vara o hacemos unos montones de materiales, puede ser arena para que el carro baje la velocidad. En esos puntos de control hay un grupo de compañeros que desinfectan con una bomba de espalda todos los vehículos que van a ingresar al territorio. También a todas las personas que llegan se les hace el lavado de manos y la desinfección de la ropa. Se les toma temperatura y presión. Eso sí, es gente que está dentro del municipio y que sale a otro a hacer alguna una actividad. Frente a las personas que no son de los municipios hemos decidido que no pueden ingresar porque no sabemos si están cuidándose. Hasta que no pase esta pandemia se restringe la entrada de terceros al territorio.
Estamos en Buenos Aires, Suárez, Santander de Quilichao, Caloto, Guachené, Puerto Tejada, Villa Rica, Miranda, Padilla, en el norte del Cauca. En el sur estamos en Argelia y El Tambo, y la comunidad indígena apoya con su guardia en Toribío, Cajibío y Timbío. En el Valle del Cauca estamos en Jamundí.
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¿Tienen algún tipo de ayuda del Gobierno?
Un solo alcalde nos ha ayudado. El de Buenos Aires, Óscar Edwin López. De los otros municipios no hemos recibido el apoyo que se requiere, ni de la gobernación del Cauca, ni del Gobierno nacional. Solamente se dice que van a llegar unas ayudas, pero hasta la fecha no se ha visto nada.
¿La guardia tiene los elementos de seguridad sanitario necesarios para hacer las tareas de protección?
De eso es de lo que más sufrimos. Allí también toca hacer la famosa tonga (una colecta comunitaria). Necesitamos que si el movimiento tiene cualquier pesito mande a hacer tapabocas que los cosen las mismas compañeras de la guardia. Se compran retazos de tela y ellas los hacen. En el caso de los jabones es más complejo porque se pusieron costosísimos. Encontramos que el jabón azul (para ropa) es muy bueno, se derrite y se le aplica a las personas para que se laven bien las manos. El alcohol ha sido mucho más preocupante. El ingenio el Cauca nos donó 50 pomas (250 galones), pero no alcanza. Nos toca rebuscar porque el alcohol se hace urgente.
De los lugares en donde la guardia hace presencia, ¿cuáles son los puntos de más riesgo?
Todos porque es un corredor de muchos actores. En todos estos puestos de control hay intereses de terceros, intereses grandes, de transnacionales o multinacionales, de grupos de narcotraficantes, de disidencias. Eso incluye minería, cultivos de usos ilícito, el tema de la tenencia de la tierra, los cultivos de caña de azúcar. Al nosotros querer el control territorial, eso intereses nos generan presión.