Gracias a Egan Bernal nada volverá a ser igual

Ante 6.000 espectadores Egan Bernal festejó ser el primer colombiano campeón de un Tour de Francia. Un homenaje a su trayectoria, a sus amigos y conocidos, y al ciclismo nacional.

Andrés Montes - Enviado Especial a Zipaquirá
07 de agosto de 2019 - 09:25 p. m.
Cristian Garavito- El Espectador
Cristian Garavito- El Espectador

Nada volverá a ser igual para Zipaquirá. Más de 6.000 personas se agolparon en la Plaza de los Comuneros para recibir, como él lo quería, al primer colombiano campeón del Tour de Francia. Al primero nacido en esta tierra que vive, sufre y respira ciclismo. Egan Bernal le dijo al mundo de dónde era y terminó de una vez por todas aquellas discusiones entre los fanáticos que se pelean su origen. Sí, nació en Bogotá, pero en las calles de este municipio vivió y aprendió a amar la bicicleta. Aquí se volvió un realizador de sueños. Egan es de Zipaquirá y Zipaquirá lo quiere a él. No hay, ni habrá, otro lugar en el mundo que le brinde tanto afecto y tanto cariño y por eso ante los suyos le entregó a nuestro país la camiseta amarilla como campeón de la carrera por etapas más importante del mundo.

Esa personalidad única, de millennial despreocupado, fue la que exhibió por más de tres horas en el reconocimiento que le organizó la Federación Colombiana de Ciclismo y sus allegados en Zipaquirá. Un homenaje que no solo fue para Egan, sino para este deporte que tanto éxito y felicidad le ha dado a nuestro país. En la zona VIP estaban sentados, uno al lado del otro, Efraín El Zipa Forero, Martín Emilio Cochise Rodríguez, Lucho Herrera, Fabio Parra y Mauricio Soler, y otros tantos, entre entrenadores y patrocinadores, que durante años han aportado y ayudado para que en 2019, por primera vez, en sus 106 ediciones, un colombiano levantara el trofeo del Tour de Francia. Una fiesta nacional alrededor de los cascos y los pedales.

Cuando el alcalde local salió a darse su baño de popularidad, lleno de saludos desgastados y del aburrido protocolo, la gente fue reacia a sus palabras y Egan, sentado en un sillón blanco puesto en la tarima principal, escuchó los silbidos del público y sonrió; y una vez más prefirió a los suyos, a corresponderle a sus vecinos, a los amigos de su familia y rápidamente quiso pasar a la rueda de prensa para poder hablar y compartir, y sentirse más cerca de su gente.

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Una a una respondió a cada pregunta y afirmó que el amor a la bicicleta es la que lo va a mantener a flote y enfocado en los retos que vienen. “Voy a seguir matándome por correr. Ya cumplí mi sueño. Quería ganar un Tour de Francia y lo hice. Ahora, mi mayor motivación va a ser la gente”, le respondió el ciclista de 22 años a la pregunta hecha por El Espectador.

Una de las cosas que el corredor del equipo Ineos confesó es que por más que lo soñara “nunca se imaginó ganar un Tour”. Ni cuando era un niño que vivía en el barrio Bolívar de Zipaquirá, una zona de escasos recursos y fundada por el antiguo movimiento del M-19, ni cuando practicaba ciclomontañismo y salía con su padre todos los días, ida y vuelta, desde su casa hasta Cogua. Eso sí, ni en el momento más frenético de su celebración se olvidó de dar las gracias.

Egan -el humilde Egan-, en el momento más especial de su corta carrera, no perdió ese digno gesto de ser agradecido. Por eso, al final de todas las preguntas y las respuestas, los homenajes y la algarabía, subió a la tarima a Fabio Rodríguez, su primer entrenador, a Sergio Avellaneda, el hombre que le hizo ganar dos medallas mundiales en el ciclomontañismo y a Pablo Mazuera, el sujeto que lo convenció de que se podía vivir de los pedales, el mismo que evitó que Egan siguiera por el camino del periodismo. Y como buen profesor, Fabio, el primero de todos, fue tajante al defender a su pupilo: “El día que no gane no me lo quemen; déjenlo ser feliz”.

Esa fue la premisa de toda esta celebración. Egan, a su manera, pidió más mesura en las redes sociales y más respeto por el deportista. “Los resultados poco van a importar si somos realmente felices”. Y así es que un joven de 22 años le ha ido enseñando a este país de indignados que se puede ser ganador, que los sueños se pueden cumplir, que no importa el origen sino el hambre de ganar. Y como lo demostró en el podio del Tour en los Campos Elíseos de París, cuando habló en cuatro idiomas, Egan, en su humildad innegable, prometió seguir siendo igual, corriendo igual. Seguir pedaleando por los mismos caminos donde forjó sus sueños. Seguir entrenando con los amigos que se acerquen y le aguanten el ritmo. “Por ahí nos vemos para tomarnos la foto”, dijo el responsable de escribir la gesta más importante y bonita en la historia de nuestro deporte.

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Por Andrés Montes - Enviado Especial a Zipaquirá

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