Sueños de juventud, el equipo Sundark Arawak

Está participando en la competición más importante del país en la categoría sub-23. Está integrado por pedalistas que con su esfuerzo y dedicación mantienen vivo el espíritu de este deporte.

William Botía Suárez
14 de mayo de 2018 - 02:00 a. m.
Los ciclistas del equipo Sundark Arawak.
Los ciclistas del equipo Sundark Arawak.

El gregario es el ciclista que lleva en su espalda una responsabilidad silenciosa e invisible que complementa con esfuerzo y sacrificio, que entrega hasta la última gota de sudor por su líder, a quien debe llevar, ayudar y asistir hasta el final. Para que, en lo posible, gane y se lleve todos los créditos y los aplausos. Es una labor que va más allá de la carretera. Un ejemplo de ello es el ciclista del equipo Sundark Arawak, Yeison Alejandro Rincón Álvarez. Escalador, oriundo de San Félix (Caldas), lleva cuatro años y medio en el mundo de las bielas.

Desde el comienzo de su carrera ha sobrepasado los pinchazos que este deporte trae, y es literal, pues el corregimiento de donde viene no cuenta con carreteras pavimentadas. Las más cercanas se encuentran en Salamina (Caldas), lugar al que solo iba cada ocho días para entrenar. En su palmarés se destacan diversos triunfos que van más allá de lo deportivo, pues a pesar de ser un corredor que se ha destacado en diferentes competencias nacionales, e internacionales (es el primer colombiano en ganar la Vuelta de la Juventud en Guatemala), no tiene bicicleta propia, corre con una que le facilita la Liga de Ciclismo de Caldas.

Aún no ha ganado un Giro de Italia o una Vuelta a España, pero ya es una figura pública en las calles de su pueblo, lo es desde el día en que su gente lo recibió con aplausos, caravana y un carro de bomberos incluido. Sabe que es un ejemplo a seguir, por eso decidió crear el Team San Félix, un club de ciclismo que apoya a nuevas promesas de este deporte y que ya cuenta con 20 integrantes. Más allá de ser su entrenador y de buscar los recursos necesarios para cumplir con las obligaciones que una actividad de esta índole trae consigo, los motiva y les demuestra que pedalazo a pedalazo se pueden cumplir los sueños y se puede llegar hasta donde lo deseen.

Y ese mismo compromiso que demuestra Yeison en cada pedalazo, lo tiene Alejandro Guzmán. Su experiencia trasciende más allá del ciclismo, pues al bajarse del caballito de acero es un ser humano que fomenta los valores y los principios por encima de las cualidades deportivas. Ha tenido la fortuna de contar con el mejor patrocinador que alguien pueda tener: sus padres. Gracias a ello ha podido viajar por el mundo y aprender varios idiomas. Corrió en España y en Canadá, donde los equipos tratan a los ciclistas como profesionales, sin importar que sean de categorías juveniles.

Allá el nivel de competencia es muy alto y el profesionalismo se destaca en cada detalle, como en que cada vez que los corredores salen, las vías se cierran y cada bicicleta lleva un chip que cronometra con exactitud la llegada, además de los carros acompañantes y un grupo de personas que a lo largo de las fracciones están al servicio del corredor.

Es un gregario de oro, mérito que se le otorga a un corredor que tiene características similares al líder pero que, finalmente, se debe sacrificar. En cierta jornada, en España, Guzmán y sus compañeros lograron mandar en fuga al ecuatoriano Jonathan Narváez, quien se hizo con la etapa y el liderato de la carrera. El equipo, incluyendo a Alejandro, empezó a trabajar y a defender el liderato para él, hasta llevarlo a la meta como campeón. Por esas cosas de la vida, el día que culminaba la carrera, uno de los mánagers del equipo belga Quick-Step Floors estaba presente y fichó al ecuatoriano, quien hoy defiende los colores de la escuadra. “Saber que él está allá es algo muy gratificante. Es la satisfacción del deber cumplido. Yo lo ayudé en cierta forma a conseguir su triunfo”, dice.

A su lado está Duván Campo, quien tiene claro lo que es ser un gregario. El trabajo y el sacrificio que costó su primera bicicleta van más allá del millón de pesos. Significó dar hasta lo que no se tiene. Sabe el qué es caerse, pero también tiene claro lo que es levantarse; tomar de nuevo la “bici” y seguir adelante. Continuar pedaleando, aunque ya no haya en qué pedalear, pues la única herramienta de trabajo que tenía, se esfumó en una noche cualquiera cuando los amigos de lo ajeno ingresaron a su casa y se robaron no solo una bicicleta, sino la ilusión y los sueños de toda una familia.

Sin embargo, la vida, como el ciclismo, siempre nos da una segunda oportunidad, y con la ayuda de unos recreativos pudo comprar una nueva, esta vez de carbono. “La satisfacción de mejorar mi máquina poco a poco es algo que no tiene precio”, menciona Duván. Especialmente cuando en su pueblo (Calibío, Cauca), invertirle quinientos mil pesos a una bicicleta es algo exagerado.

Es un escalador nato. Ese talento para subir y hacer fácil lo difícil lo llevó a estar a un paso de viajar a Europa y correr en el equipo Androni de Italia, junto a sus paisanos Egan Bernal, Rodolfo Torres e Iván Ramiro Sosa. Pero un mal entendido con el mánager lo privó de estar allá. “No soy una estrella, pero algún día lo seré”, dice. Sin embargo, ya es una motivación para muchos, pues en su pueblo natal ahora existe una fundación de ciclismo que apoya a jóvenes que quieren seguir sus pasos.

Pero es el entrenador Jairo Monroy Gutiérrez quien les enseña a todos ellos a sufrir, sonreír, levantarse y seguir adelante. Es licenciado en educación física y lleva más de 30 años en el ciclismo. En su hoja de vida se destaca la dirección de equipos como el Colombia es Pasión, ligas a nivel nacional y entrenar a diversas selecciones a lo largo y ancho de Centro y Suramérica.

Sabe muy bien que el ciclismo es de procesos y por eso fomenta las escuelas de formación para que los ciclistas comiencen a temprana edad y puedan llegar a la élite siendo grandes deportistas y excelentes seres humanos. Carlos Mario Castaño es un ejemplo de ello, vive en Bogotá desde hace un par de años, decidió viajar con su mamá desde Ibagué en busca de una vida mejor. Lleva dos años entrenando con el profe Jairo, como le dice, y su disciplina y constancia le ha permitido prepararse con el equipo a pesar de no estar en la nómina. Conoce el significado de ser un gregario, pues trabaja con y para su mamá vendiendo empanadas por la calle. Así sobrevive y de paso paga el préstamo que solicitaron para comprar la bicicleta que en algún momento los sacará adelante en esta etapa de la vida.

Hoy por hoy, Nairo, Esteban Chaves, Rigoberto y muchos otros son un referente, pero no nos damos cuenta de que ya existen personas que están cambiando el mundo a su manera y son un ejemplo a seguir. Son líderes y gregarios a la vez, son los jefes de filas del equipo más importante, al cual pertenecen: sus familias.

Por William Botía Suárez

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