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Le llegó tarde la fama a Ramón Cabrero, casi al mismo tiempo que esas canas que hacen de su cabello un monte nevado. Porque es cierto que fue un mediocampista de clase en sus años mozos. Incluso, hasta jugó en el Atlético de Madrid durante el nacimiento de la década del setenta. Sin embargo, en los sesenta y sentado en el banco, encontró el reconocimiento que hubiera merecido mucho tiempo antes por su trayectoria. Pero, claro, este veterano de mil batallas en pantalones cortos tomó estado hiperpúblico como entrenador de Lanús, un equipo chico del Sur del Gran Buenos Aires que logró ser campeón del fútbol grande por primera vez en 2007 y lo hizo, nada menos, en la mítica Bombonera.
Es curiosa la historia del nuevo técnico de Nacional. Porque se bajó de un barco en Argentina como cualquier hijo de inmigrante, a los tres años. Sus padres arribaron aquí en la fuga del hambre y la guerra. Dejaron Las Heras, en España, y se afincaron en Lanús. En ese barrio pujante creció la familia Cabrero y Ramonín, apodo que recibió desde pequeño, en donde empezó a coquetear con la pelota. Con sacrificio, claro. Porque su padre era albañil y su madre limpiaba casas. Por eso tuvo que trabajar desde los nueve en una fábrica de juntas para automóviles. A los 14 se anotó en la Octava división granate y cuatro años más tarde, en 1965, debutó en Primera.
Fue un suplente de lujo en ‘Los Albañiles’, un equipo que no fue campeón pero dejó su huella en el fútbol argentino. Entonces, se lo marcaba como el sucesor de Martín Estéban Pando, un crack en su puesto. Después, fue transferido a Newell’s. Estuvo poco en Rosario. Su talento lo devolvió a la Madre Patria. A los 23, compró su pase Atlético de Madrid. Hizo el Servicio Militar en la España del general Francisco Franco y tuvo un próspero paso por el club colchonero. Pensó en quedarse a vivir en el país donde nació, pero prefirió pegar la vuelta. Entonces, comenzó su camino en la dirección técnica. A todo pulmón.
Se metió de lleno en el fútbol del Ascenso. Dirigió Colón de Santa Fe, dos veces a su querido Lanús, Deportivo Maipú, Central Córdoba de Santiago del Estero y Deportivo Italiano. Con este equipo, el sábado ascendió a la Primera B Nacional, la segunda categoría del fútbol de estas latitudes, con el nombre de Sportivo Italiano, y en 1986 logró que los ‘azzurros’ subieran a Primera.
Tuvo una experiencia europea como técnico: Dynamo de Albania, donde fue a dirigir al equipo en la Copa Intertoto. Quedó eliminado prematuramente. Y volvió a Buenos Aires para probarse otro traje, el de comerciante. Un negocio de ropa lo sostuvo hasta que Lanús lo volvió a convocar para sus divisiones inferiores.
Como en su época de jugador, pegó un salto. Como cuando tuvo que reemplazar a Pando en los mencionados ‘Albañiles’ de los sesenta. Echaron a Néstor Gorosito, ahora entrenador de River, y asumió Cabrero el interinato. No obstante, su trabajo convenció tanto que fue ratificado. Y se hizo cargo de un Lanús inolvidable y campeón. Un año y medio después de ese hito, le dejó su lugar a Luis Zubeldía.
“Necesitaba descansar. El cuerpo me lo pedía después de tres años al frente del equipo. Quería recargar las pilas y estar cerca de mi familia”, dice Cabrero, quien ya está con las baterías a full para esta nueva etapa como entrenador.
¿Por qué aceptó la propuesta de Atlético Nacional?
Porque sé que es una institución de primer nivel, un equipo grande de Colombia, con mucha historia. Y tenía ganas de volver a trabajar después del descanso.
¿No lo asustó la crisis que atraviesa el equipo, que quedó último en el campeonato?
Conozco la situación, pero Nacional es uno de esos equipos grandes que siempre están en condiciones de volver a ser. Y a eso le apunto.
Ya fue campeón con Lanús, ¿puede soñar con otro título?
Ojalá. Mi sueño, cuando empecé a dirigir, era ser campeón. Lo había sido como jugador en España, pero tuve la suerte de ganar el título con Sportivo Italiano en la Segunda categoría del fútbol argentino en 1986 y recién en 2007 logré repetir en Lanús. Tuve que esperar, pero lo conseguí y en el equipo de mi barrio. Si corregimos esta situación con Nacional, primero habrá que ilusionarse con una buena campaña.
Cabrero sabe elegir. Desde los tiempos en los que empezó a transitar la ruta en el fútbol a puro sacrificio. Eso esperan los aficionados de Nacional. Que sus virtudes sean el comienzo de una nueva era verde.