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En 2008, Luis Manuel Seijas llegó a Santa Fe como un jugador más, como un juvenil proveniente del fútbol venezolano que arribó en silencio, muy poco se conocía de él. Pero desde el principio se contagió de la garra típica santafereña y por eso se echó la hinchada al bolsillo. En tres años ganó una Copa Colombia y partió al fútbol europeo. En 2014 regresó y ganó una Liga, una Superliga y la Copa Sudamericana. Este domingo (ante Nacional, 5:00 p.m., RCN) disputará su último partido de esta etapa con la camiseta de Santa Fe, porque partirá al Internacional de Brasil. Con el león tatuado en su piel y el corazón hinchado de tanto aprecio que le ha mostrado el pueblo santafereño, este venezolano se va con un sueño por cumplir: venir a retirarse en el equipo cardenal. En diálogo con El Espectador, el 20 de Santa Fe recordó su historia en el fútbol y los mejores momentos que vivió vestido de rojo y blanco.
¿Por qué le termina gustando más el fútbol que el béisbol?
Mi papá es peruano y el fútbol en Perú es deporte nacional. Él me inculcó ese gusto y crecí amándolo y queriendo ser profesional. Jugué béisbol, como todo venezolano, pero me parecía aburrido. A mi mamá no le llamaba la atención el fútbol, yo creo que era porque le gustaba a mi papá y ellos estaban divorciados, entonces recordaba algo, por eso ella me hacía jugar tenis y golf como condición para poder practicar fútbol en el colegio. A los 14 años boté las raquetas y los palos y dije “yo no juego más esto”. Y le dije a mi mamá “fútbol o nada”. Ahí ella cedió y comencé a entrenar con un equipo del Club Ítalo Venezolano. Era un club social, no tenía primera.
¿En qué momento se dio cuenta de que puede llegar a ser profesional?
A los 14 años me llamaron a una selección sub-15 y ya cuando entré a representar a mi país me di cuenta de que me estaban viendo y que tenía oportunidades. Luego llegó la sub-17, todavía estaba en el colegio y fue difícil porque una condición de mi mamá para dedicarme al fútbol era que terminara el estudio. Terminé y decidí que esto era lo mio.
¿Creció admirando a cuáles futbolistas?
En ese momento estaba el boom de la selección venezolana que ganó cuatro partidos en eliminatoria. Juan Arango era un referente, luego resulté siendo amigo de él, pero en ese momento lo veía y trataba de imitarlo. También me gustaban mucho Juan Sebastián La Brujita Verón y Ronaldo, el brasileño.
¿En qué momento pasa de ser delantero a volante?
Fue en la selección. Por la falta de zurdos no había volantes por izquierda. En la transición de sub-17 a sub-20, el DT me puso de enganche y luego cuando llegué al Caracas me quedé de volante.
¿Cómo fue esa experiencia de formarse en Argentina?
Fue una universidad realmente. Me fui a Banfield a cuarta división, luego fui subiendo categorías y llegué a debutar. Trabajé mucho la parte física y las pesas, algo que en Venezuela no se hacía. Además, el choque de irme solo y hacer todo por mi cuenta era un cambio bien marcado. Afortunadamente nunca me faltó nada en mi vida, porque mis papás me lo dieron todo. Creo que si no hubiera tenido ambición, me hubiera ido por lo cómodo y me hubiera quedado en mi casa y estudiado. Luego sufrí porque tuve una lesión grave.
¿Cuál lesión?
Rotura de ligamentos. Fue justo antes de debutar, así que tuve que esperar más de un año para volver a jugar.
¿Entonces pensó en dejar el fútbol?
Sí, yo regresé a recuperarme a Venezuela y pensé en no jugar más. De hecho, en los primeros cuatro meses de recuperación no me cuidé, porque tenía decidido que no regresaría a las canchas. Pero me comenzó a hacer falta el fútbol, el Caracas tenía mi ficha, me ayudaron, me recuperé y regresé a Argentina a debutar. Después de actuar en Argentina regresé a Venezuela, pero al Táchira.
¿Qué sería de usted sin el fútbol?
Creo que hubiese sido arquitecto.
¿En 2008 cómo se dio su llegada a Santa Fe?
En Táchira jugaba Frankie Oviedo. Por medio del agente de él se hizo el contacto. Él me vio, supo que Santa Fe estaba en una renovación, me ofreció y luego me contactaron. Yo vine a hacer la revisión médica en 2007, pero tenía muchas dudas.
¿Pero antes había venido a Colombia?
Sólo una vez. Un tío mío había sido trasladado a Colombia y habíamos venido con mi familia en un diciembre, pero yo no me acordaba de nada. Era ignorante en ese sentido y por eso le tenía miedo al tema. Pero cuando llegué a Bogotá, me encantó.
¿De Santa Fe sabía algo?
Sabía que era un equipo importante de Colombia. Cuando me hicieron el ofrecimiento, lo primero que hice fue buscar en internet cuál era la actualidad y veía que no estaba bien. Hubiera podido esperar, pero la verdad, me llamó la atención asumir un reto como este.
¿Y con qué se encontró?
Llegamos muchos jugadores nuevos y eso fue bueno y fácil para la adaptación. Acá estaba Leonel Vielma, también venezolano, y me ayudó muchísimo para acoplarme.
Haciendo un balance de sus dos etapas en el club, ¿cuál fue el técnico que más lo marcó?
De todos, uno aprende. Pero El Pecoso Castro me enseñó que la intensidad en el fútbol es fundamental. Y esa manera como él vive y siente este deporte, eso me dejó. Después creo que Gustavo Costas y Gerardo Pelusso me afirmaron ese tema de la intensidad. Pelusso me marcó porque me dio mucha confianza, algo que quizás en los últimos años de mi vida me había faltado. A Pelusso le debo mucho de este último año de mi vida.
Año que ha sido el mejor momento de su carrera…
Sí, el mejor momento de mi vida en general: en mi casa, en mi familia, en todo.
¿Con cuál jugador en estos años tuvo mejor relación?
Con Ómar Pérez me concentro y eso hace que nos conozcamos muchísimo. A él lo quiero, lo respeto, porque fue una persona que siempre admiré, desde antes de llegar acá. Pero también debo decir que con todos los que llegamos en 2008 tengo una relación de hermanos. Es una amistad muy chévere con Sergio Otálvaro, Yulián Anhico y Carlos Valdés.
¿Y en la cancha con cuál jugador se entendió mejor en estos años?
Con Ómar me entiendo muy bien, porque intentamos ver el fútbol de la misma manera. Con Yulián Anchico y Otálvaro, también.
¿Por qué terminó enamorándose de Santa Fe? Pues se va a Europa, pero siempre su deseo fue volver…
Yo siempre digo que desde el primer partido que jugamos aquí contra el América, fue especial. Vi una hinchada con lealtad y paciencia. Pasaron muchos años sin ganar nada y la gente seguía yendo al estadio. Esa fue una de las razones que me cautivaron.
¿Entrar al once ideal de América era algo que se esperaba o lo sorprendió hasta a usted?
Yo la verdad no pensaba en eso hasta que un periodista venezolano que participa de esta encuesta me dijo que votaría por mí. Era como la semifinal de la Copa y desde ahí me sembró el gusanito por estar pendiente. El 31 de diciembre estaba en Bonaire, en vacaciones con mi familia, todos se fueron a hacer mercado y yo me quedé solo. Revisé mi celular, vi la noticia y no tenía ni con quién celebrar. Fue una cosa loca y significativa.
¿Cuál fue el momento que más lo marcó en todos estos años?
El penalti en Medellín, en 2014, ante Nacional, cuando la botó Camilo y yo llegué después y marqué. Ese es el momento más importante por todo lo que pasó después: porque vinieron el título, la Superliga y la Sudamericana.
¿Ahora qué sueños tiene?
Seguir triunfando. Quiero abrir un camino para que los venezolanos vayan a Brasil, abrir puertas para otros. Esa es una de mis ideas. Espero hacer un lindo papel y conseguir títulos importantes en un equipo como Inter.
¿Qué lo inspira?
Mi familia es lo que más me mueve y justo por eso creo que este último año ha sido tan bueno. Olivia va para casi dos años y desde que ella nació vino acompañada de títulos y de cosas buenas. Ella y mi esposa son la motivación más grande para mí.
¿Luego del fútbol qué se ve haciendo?
Me gusta la gerencia deportiva. Espero venir a vivir a Bogotá y poder seguir ligado al fútbol pero desde este cargo.