Publicidad

Inyecciones de ánimo

Cuenta el triunfo en la Copa Libertadores de 2004 y la vez que cosió la herida de Lucho Herrera en el Tour de Francia de 1985.

Juan Diego Ramírez
04 de enero de 2012 - 09:28 p. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Se corría el caluroso Tour de Francia de 1985. Dos años antes, el equipo Café de Colombia, dirigido por Rubén Darío Gómez y asistido por Martín Emilio Cochise Rodríguez, había debutado en la prueba con nueve ciclistas. Eran el motivo de burlas por sus trajes y bicicletas y, sobre todo, por los alimentos que les proporcionaban a los deportistas: agua de panela, changua y bocadillos veleños, así como Coca Cola de lata. En el 85 ya habían aprendido de la exigencia deportiva y una que otra costumbre europea. Lucho Herrera lucía la camiseta que lo distinguía provisionalmente como rey de la montaña, en esa etapa número 14 que cambiaría la historia deportiva de Colombia.

Mientras Raúl Meza, el mecánico, manejaba un Peugeot blanco, Carlos Alberto Osorio, médico del equipo, recordaba que la noche anterior había tratado de mitigar la tendinitis de Herrera. “Él había estudiado la hoja de ruta y en voz baja decía que con un minuto y veinte de ventaja, al llegar a la bajada no lo agarraban”, recuerda. El calor acusaba la falta de ropa de los animadores de Lucho Herrera, que estaba logrando su objetivo al llegar a la bajada. Pero la carretera húmeda y las pequeñas piedras de la carretera causaron que Herrera perdiera el control de su escarabajo y que su cara terminara contra el pavimento. “Nos demoramos más nosotros en bajarnos del carro, correr a reanimarlo, que él en caerse, rebotar, recoger la bicicleta y seguir corriendo, así, emanando sangre por la ceja izquierda. Nos montamos al carro de nuevo, hubo silencio, todos hicimos fuerza y Lucho ganó. Esa ha sido una de las gestas más grandes de la historia del deporte nacional”.

“De Marsella, cuando era de Caldas”

Carlos Alberto Osorio es el segundo de siete hermanos, todos nacidos en Marsella cuando ese municipio pertenecía a Caldas (hoy es de Risaralda). Y cuando era azotado por la violencia bipartidista, que lo hizo emigrar a la casa de sus abuelos en Manizales para terminar sus estudios. “En ese entonces, a Marsella le decían Corea, porque sólo se podía pasar en avión”.

Terminó el bachillerato en el Colegio de Cristo de Manizales y se graduó como médico de la Universidad de Caldas. Se especializó en otorrinolaringología y, luego de realizar el rural en Aranzazu, Caldas, conoció a Luz Helena López, enfermera, en el departamento de psiquiatría del Hospital de Caldas. La locura esa los llevó a casarse hace 28 años y a tener dos hijos, Claudio y Susana.

Se interesó en el deporte cuando el Varta Caldas abrió convocatorias para contratar personal médico y, tras entrevistarse con el que luego sería su técnico, Carlos Antonieta, ingresó al equipo. Su primer partido fue el 4 de junio de 1980, en una victoria 3-1 sobre el Unión Magdalena, y su primer jugador atendido fue Norberto Molina, quien entró con un planchazo, se lesionó y fue expulsado. Al día siguiente el diario La Patria tituló: “El debut del médico”.

Cuando Varta firmó una alianza con Café de Colombia, empezó a alternar el fútbol con el ciclismo. “En septiembre, cuando terminaba la temporada de ciclismo, regresaba al Caldas para las finales”, recuerda. Entonces hizo parte de la primera incursión de un equipo colombiano en un Tour de Francia, en 1983. “Nosotros íbamos a aprender de los europeos. Todavía teníamos la costumbre de transportarnos en moto detrás de los ciclistas e hidratarlos con Coca Cola. Aunque los europeos en ese año se iban para el carro de nosotros a pedirnos, al escondido de sus entrenadores, que les daban barras energéticas”, confiesa.

En el 88, un año después de que acompañara a Herrera en el triunfo en la Vuelta a España, integró la delegación nacional a los Olímpicos de Seúl y allí su trabajo interesó al equipo Kelme, con el que estuvo tres años.

En 1992 decidió dedicarse de lleno al Caldas. Desde entonces, ha trabajado a lo sumo con 32 técnicos. El mejor —asegura— es Juan Carlos Osorio.

Dice ser el médico más antiguo del fútbol nacional, ante la muerte e inactividad de unos cuantos colegas. Ya acumula más de 1.015 partidos en todas las competiciones y en enero disputará la sexta Copa Libertadores en 12 años, aunque la gesta más grande la vivió en 2004.

Su novela de la Libertadores

Cuando enfrentaron a Vélez en la fase de grupos, coincidieron varias veces con el plantel de Boca Juniors. “La primera vez les pedíamos autógrafos. ‘Hey, Bianchi, una fotico’, le decíamos. La segunda, ‘Qué más Bianchi’. Y la tercera fue en la final”, narra.

23 de junio de 2004. La Bombonera intimidaba en el juego de ida de la final. John Viáfara —cuenta— se tomó un suplemento vitamínico que debía ser ingerido por dosis. El volante de contención pidió atención médica. “Tengo unos deseos inmensos de ir al baño”, le dijo a Osorio. “Montoya le dijo que siguiera jugando. En un tiro de esquina, vimos que los jugadores de Boca se le alejaban a Viáfara y se miraban las suelas de los zapatos”, dice el médico, quien confiesa que en el entretiempo vio correr al camerino a Viáfara para bañarse.

“Hey, médico”, le gritó Guillermo Barros Schelotto durante el antidopping, luego del 0-0. “¿Cómo es el tema de la altura, para el juego de vuelta?”. “Mijo, eso es jodido. Cuando tengo que atender a mis jugadores no puedo correr o si no me desmayo”, le contestó Osorio, marrullero. “Pues vea que en Manizales ni jugó. El tema psicológico es muy berraco”, añade.

Círculo central de la cancha del Palogrande. Luis Fernando Montoya decidía los cobradores en los penaltis, tras el 1-1 en los 180 minutos. “Juan Carlos Henao pidió la palabra: ‘Tranquilos que al menos yo tapo uno’. Y atajó dos”.

Cambia su voz cuando rememora lo que sucedió después de que perdieron la final de la Copa Intercontinental. “Estaba comprando mis regalos de Navidad y me llamó un periodista a avisarme que lo habían baleado. No recuerdo qué hice. Esa ha sido de las cosas más tristes que he vivido”.

Ese es Carlos Alberto Osorio, el médico que cree en sus jugadores cuando piden atención, el hombre detrás de los títulos del Once Caldas y quien cosió la herida de Lucho Herrera luego de la etapa 14.

Por Juan Diego Ramírez

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar