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Esa mañana Jackson Martínez se puso una pantaloneta y un par de tenis, faltaban pocos días para su décimo cumpleaños y le pidió a su papá que lo llevara a la práctica de fútbol del club infantil que dirigía en Quibdó. Algo extrañado porque nunca había visto a su hijo tocar un balón, Orlando lo llevó y lo puso a entrenar con uno de los equipos. Hoy recuerda que el primer balón que recibió lo paró perfectamente, sacó a dos jugadores, la entregó con destreza y siguió corriendo a buscar el retorno del balón a sus pies. No le quedaron dudas de que Jackson tenía condiciones para jugar al fútbol.
A partir de ese día nadie pudo parar a Jackson, se le veía jugar en cualquiera de las canchas de la capital chocoana. La del barrio Los Álamos, la de Los Ángeles, la de la Normal, la de Chipi Chipi, campos que fueron escenario de las extenuantes jornadas en las que Chachachá no se cansó de anotar goles. Cuando volvía a casa, lleno de tierra, embarrado y sucio, sabía que le esperaban regaños de su madre. No obstante, de tanta insistencia, Orlando Martínez decidió inscribir a su hijo en la escuela Los Papeticos, dirigida por Oswaldo Moreno, Papeto. Bastó una espectacular chalaca de Jackson en una cancha de cemento, para que Papeto le preguntara asombrado: “¿Usted es de plástico o de qué está hecho?”. Allí comenzó su camino en este deporte y a la vuelta de la esquina ya aparecía el primer reto. Fue convocado a la selección infantil de Chocó para participar en el reconocido torneo Ponyfútbol en Medellín. Lo jugó dos veces con éxito en 1996 y 1998. Esa experiencia fue determinante para concebir un sueño que fue forjando a punta de disciplina y humildad. Sin embargo, tanto él como sus padres entendieron que la única forma en que Jackson pudiera cumplirlo era saliendo de Quibdó a buscar fortuna.
Hoy, Martínez es referente y capitán de uno de los clubes con mayor historia en Portugal, el FC Oporto. Ha sido nombrado Atleta del Año en ese país dos veces consecutivas, 2013 y 2014, y desde que llegó a territorio luso ha sido goleador de la Liga. El Espectador habló con este delantero chocoano de sus expectativas y su inminente salida hacia otro equipo en el próximo verano. También de las oportunidades que ha tenido en la selección Colombia y cómo es el día a día en compañía de su esposa Tatiana y sus dos hijos lejos de su amada Quibdó.
Usted logró convertirse en capitán y referente del Oporto en dos años. ¿Le costó llegar hasta allí?
Sí. La presión ejercida por parte de los hinchas y por el club cuando llegué a Portugal en 2012 era notoria. Falcao dejó una huella grande en el momento en que decidió salir para el Atlético de Madrid. Escribió su historia con el Porto y con su hinchada. Por eso es que la gente espera que el que llegue sea igual o incluso mejor. Recuerdo que los hinchas al comienzo no me brindaban confianza, porque pensaban que El Tigre era irreemplazable. Esta es una institución exigente, ganadora, en donde la gente se manifiesta y se siente. Aquí la única opción es ganar, porque empatar es como perder.
¿Cómo manejó esa presión?, ¿se dieron cuenta de que se les fue un Tigre pero llegó una Pantera?
Sí, tengo muy buena relación con los torcedores. La clave es que esa presión no estaba en mi mente. Fue una cuestión simple, yo sabía que esta era mi oportunidad en Europa y tenía que aprovecharla. Mi labor es hacer goles y la he cumplido. El equipo está jugando mucho mejor y no es por mí, es el resultado de un trabajo colectivo bueno, pensando en que podemos conseguir más victorias y títulos. También en avanzar de fase en la Champions.
¿Cómo se dio su adaptación a la liga portuguesa?
El fútbol de acá es muy rápido. Siempre mojan los campos antes de los partidos y eso hace que el balón tenga una velocidad diferente a la que estamos acostumbrados a jugar en Suramérica. Al comienzo me costaba manejar el balón, pero con el paso de los entrenamientos y los partidos pude adaptarme. También influye que los cuerpos técnicos son más preparados y exigen más.
¿Y el idioma, las costumbres...?
Yo llegué proveniente de Jaguares de México y no hablaba nada de portugués. Que James Rodríguez estuviera en el Porto, me sirvió. Siempre en los entrenamientos me hacía con él, íbamos de arriba para abajo porque yo no entendía nada de lo que decían. El problema venía cuando James no estaba, se complicaba el asunto y el entrenador o sus ayudantes trataban de explicarme los ejercicios. Respecto a la vida familiar, esta nos cambió totalmente. Intentamos salir a comer, a caminar y a vitrinear. Yo vivo con mi esposa Tatiana y mis dos hijos, Joshua, que nació en México, y Samantha, que nació hace ya casi un mes aquí en Porto. También comparto con Juan Fernando Quintero dentro y fuera de las canchas. Nuestra comunicación es constante, nos apoyamos. Hacemos comida en su casa o él viene a la mía. En los entrenamientos estamos juntos en todos los trabajos. Lo importante es mantener esa amistad entre compatriotas.
Si bien es cierto que se le han dado las cosas en el Porto, ¿no cree que ya es momento de dar el salto a una Liga más competitiva en Europa?
No es que lo crea, estoy seguro. Tengo claro que el próximo verano seguramente se dará mi salida hacía un nuevo club. En el Porto los jugadores se valorizan y adquieren experiencia. Este equipo me ha abierto la posibilidad de jugar en un fútbol dinámico y táctico, eso lo agradezco. Pero por ahora tengo mi mente puesta en defender esta camiseta con todo el profesionalismo.
¿Con cuál equipo o liga le gustaría jugar?
No puedo decir una liga o un equipo en particular. Se especula mucho y siempre surgen rumores en torno a mi transferencia. Si te digo la verdad, ni yo sé cuáles son los equipos que preguntan por mis servicios, porque le pido a mi representante que no me hable de esas posibilidades, pues necesito centrarme en el Porto. Llegará el verano y buscaremos mi salida. ¿Inglaterra, Italia?, puede ser, pero por ahora no lo sabemos, esperemos que todo se dé bien.
Y en cuanto a la selección, ¿cree que en este 2015 será titular?
Mantengo viva la expectativa de seguir aportando en cada oportunidad que se me presenta. No es un secreto que no he tenido la continuidad suficiente para poder tener un mayor rendimiento, pero siempre espero paciente ese momento para poder actuar.
¿Por qué cree que Pékerman no le da esa continuidad necesaria?
El asunto es claro, Pékerman busca lo mejor para la selección. Él toma sus decisiones y se tienen que respetar. Las actuaciones que uno tiene en el club no tienen la misma relevancia dentro de la selección y todos llegan a trabajar por igual. Tenemos un buen grupo y lo más importante son los resultados y no cómo me pueda sentir yo.
¿Cómo llegan a la Copa América de Chile?
Somos una selección que no tiene límites y hacemos las cosas bien. Sabemos a dónde queremos llegar y en la Copa América es hasta la final, jugarla y ganarla. Los retos crecen luego de la buena actuación en el Mundial. Además, tenemos un excelente grupo tanto en lo humano como en lo deportivo.
Ahora que tiene los ojos del mundo del fútbol puestos sobre usted, ¿cómo recuerda esos momentos difíciles en el Medellín?
Los momentos más duros de mi carrera los viví en el Medellín. Era duro estar jugando y que todo el Atanasio te silbara, te insultara. Sumado a ello me encontré con un técnico, que no quiero mencionar, que me enviaba a entrenar aparte del grupo sin razón alguna. Me ponía un fin se semana, anotaba un gol y al día siguiente me ordenaba entrenar con las reservas. Nunca le reclamé, porque sabía que tenía una oportunidad de oro. Pero era duro, incluso lloraba. Sin embargo, mis padres me decían que le entregara todo a Dios. Me esforcé por mejorar esos detalles que enojaban a la hinchada y que me impedían crecer futbolísticamente. Llegaron Sachi Escobar y Leonel Álvarez, me gané su confianza y salí campeón. Mi evolución fue enorme, salí goleador en 2009. Ahora me encuentro con gente en Medellín y algunos se disculpan, me dicen que ellos me insultaban y me chiflaban. Siempre les respondo que eso fue necesario para que yo mejorara. Así en el momento no lo entendiera, luego me di cuenta por qué pasaba eso.
Siempre le ha dedicado sus goles a Dios y lo menciona constantemente. ¿Qué significa en su vida?
Dios es lo más importante. Él transformó mi vida y es mi fuerza. Aunque algunas personas no lo puedan entender, Dios está sobre todo, incluso sobre mi esposa y mis hijos. Miro mi presente y sólo le puedo dar gracias a Él. Mi sueño, hasta el día que me muera, es poder cumplir su voluntad.
tgc_777@hotmail.com