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Claudia y Andrea Galindo vienen de una familia en la que el deporte es una pasión. Su madre, Nelly Rodríguez, de 74 años, sigue madrugando todos los días a jugar baloncesto con sus amigas del barrio. Mientras que sus tres hermanos también le dedican tiempo importante a hacer ejercicio. Y precisamente es Nelly la responsable de eso, pues le quedaba muy difícil criar a cinco hijos, así que una alternativa para mantenerlos ocupados, justo en esa edad de hiperactividad de los niños, era llevándolos a El Salitre, en Bogotá, para que cada uno practicara el deporte de su elección.
Andrea fue la primera en decidirse por el voleibol. Mientras que ella entrenaba este deporte, su hermana Claudia hacía gimnasia. Sin embargo, su sueño de ser una gran gimnasta fue truncado por el entrenador, quien le dijo que era muy alta y sus movimientos no se veían armónicos, que mejor buscara una alternativa. Aburrida, le contó a su mamá y fue ella la que la invitó a que buscara una alternativa.
Luis Eduardo Agudelo, entrenador de voleibol, fue fundamental en el proceso de formación de las hermanas Galindo. No sólo porque les dio las bases para poder destacarse en esta disciplina, sino porque convenció a Claudia para que acompañara a su hermana Andrea a jugar. “Me dijo que yo iba a ser alta y que eso era una cualidad para jugar. Me motivó y eso siempre lo recordaré”, comenta Claudia. Pero tiempo después el voleibol de piso dejó de ser su pasión y comenzó a ser la playa la modalidad que la cautivó.
Andrea se probó en la playa en un Festival de Verano, en Bogotá. Claro que lo hacía por pura diversión y lo combinaba con el de piso. “No me gustaba mucho lo del uniforme, el vestido de baño, pero poco a poco me fui acostumbrando y ahora me gusta”, dice Andrea, quien por primera vez hizo dupla en la playa con Teresa Tabera.
Por su parte Claudia, a los 18 años, se sintió estancada en el voleibol de piso y por eso decidió retirarse y dejar de pensar en el deporte. Pero fue su amiga Karim Reimond, quien la convenció para entrenar voleiplaya.
Las Galindo se juntaron gracias a que la pareja de Andrea quedó embarazada y había que participar en unos Nacionales. Por tal razón, en 2006, comenzaron a entrenar y jugar juntas, y ya llevan 11 años invictas, ganando todas las competencias en Colombia.
Al no encontrar nivel en el país, con las uñas han conseguido los recursos para participar en certámenes internacionales. Rifas, sacrificios, lágrimas, ahorros… Muchos han sido los esfuerzos extradeportivos que han tenido que hacer para poder cumplir sus sueños. Claro que también han sido apoyadas por la Gobernación de Cundinamarca y ahora por Bogotá, además de la Federación y unos cuantos patrocinadores.
Gracias a sus resultados han sido beneficiadas por los diferentes planes de deportistas apoyados, lo que les ha permitido pensar en voleibol. Tanto en Cundinamarca como en Bogotá, se han convertido en referentes y gracias a su experiencia dirigen grupos de semilleros de futuros talentos. “Hay que trabajar mucho para poder llegar a la élite”, asegura Andrea, quien por más de que ha competido en certámenes de primer nivel, reconoce que lo que les dan las potencias a sus atletas es muy difícil de igualar acá.
Andrea, estudiante de fisioterapia en la Universidad Nacional, y Claudia, bióloga y estudiante de maestría en conservación y uso de biodiversidad, son unas deportistas ejemplares. Unas profesionales como pocas en Colombia, pero aún tienen dos sueños por cumplir: ir a unos Juegos Olímpicos, que esperan sean los de Tokio 2020, y clasificar al Mundial de Voleiplaya que se disputará este mes de julio en Viena, Austria. Para ganarse el tiquete a la cita orbital tienen que terminar dentro del top 5 del ranquin suramericano, y a falta de dos paradas, son terceras. A comienzos de mayo esperan definir su clasificación.