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Caterine Ibargüen le puso este domingo la cereza al pastel que le faltaba a su exitosa carrera. El oro olímpico llena de grandeza a una atleta que ya lo había ganado todo. Que desde Londres 2012, cuando ganó la medalla de plata sumó 34 victorias consecutivas.
Para conquistar el oro olímpico en Río de Janeiro 2016, la antioqueña no dejó nada al azar. Con su experimentado entrenador, el cubano Ubaldo Duany, elaboró un riguroso plan de entrenamiento con el fin de que en agosto tuviera su pico de rendimiento más alto.
Para esta competencia en Brasil intentó mantener su rutina. Llegó el jueves a Río, para evitar el acoso de los medios y los días previos en la villa, que suelen ser bastante tensos. “Caterine es una atleta que ha vivido todo el proceso deportivo que necesita una persona para llegar al alto rendimiento. Una niña que a los 12 o 13 años fue descubierta por el técnico Wílder Zapata en un programa de talentos que la Liga de Atletismo de Antioquia tenía en la zona de Urabá. Fue llevada a Medellín a los 15 años y en la prueba del salto alto, ella empezó a jugar con el atletismo. Y con la entrenadora que se le trajo para que puliera su talento, la cubana Regla Sandino, logró clasificaciones a Mundiales y Juegos Olímpicos”, explica el dirigente paisa Julio Roberto Gómez, hoy miembro de la comisión técnica de la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF).
Él, que ha acompañado a la saltadora en toda su carrera, agrega que “estuvo en Atenas 2004 y fue sufriendo un proceso de maduración física y personal que le dio resultados importantes, pero solo a nivel continental. Hasta que decidió irse a terminar su especialización en enfermería en Puerto Rico, como en 2008. Allá cambió de entrenador y arrancó un proceso maravilloso en la prueba del salto triple, con la que se metió definitivamente en la élite con la medalla de bronce en el mundial de Daegu, Corea, en 2011, y la plata en los Olímpicos de 2012, volviéndose prácticamente invencible (perdió solamente una vez en los últimos cuatro años), lo que muestra una gran regularidad en sus actuaciones en el alto nivel, con resultados que son fruto de la constancia, del profesionalismo, de la ambición, del deseo de ganar y del compromiso, lo que la ha llevado a ser, en mi concepto, la atleta más grande que ha dado Colombia en todos los tiempos”.
Aunque sigue siendo la misma chica alegre, espontánea y dicharachera que enamoraba con su sonrisa y su escultural figura a propios y extraños en los campeonatos nacionales y continentales, Caterine es hoy una figura mundial. Compañías internacionales se la pelean para que sea su imagen, mientras ella se abre nuevos horizontes incursionando en el diseño de ropa deportiva. Su futuro pinta más como el de una empresaria, aunque ella insiste en que, cuando el tiempo se lo permita, va a ejercer la enfermería, aunque ya le han hecho ofertas para que se dedique a la dirigencia deportiva.
Pero esas son cosas que a ella todavía no le preocupan, aunque constantemente piensa en que es el momento de asegurar económicamente su Porvenir.
Para la prueba del salto triple en Río se clasificaron 37 deportistas. Y la gran favorita para conquistar el primer lugar siempre fue Caterine. La razón: encadenó 34 victorias consecutivas en los últimos cuatro años, que la llevaron a coronarse campeona de las ligas de Diamante de 2013, 2014 y 2015, además de los mundiales de Moscú 2013 y Pekín 2015. Su única derrota fue el 5 de junio pasado, en Birmingham, Inglaterra, cuando terminó segunda detrás de la kazaja Olga Rypakova, quien fue justamente la que le ganó el oro en Londres 2012.
La mejor marca de 2016 en la especialidad fue un salto de 15,04 metros que logró Caterine el 6 de mayo en Doha. La venezolana Yulimar Rojas hizo 15,02 en junio, en Madrid. Lo más destacado de Rypakova fueron 14,61 en Doha, lejos de los 14,98 con que ganó hace cuatro años en los Olímpicos de Londres, en donde la colombiana apenas saltó 14,80 y fue plata, por delante de la ucraniana Olga Saladuha, que con 14,79 fue tercera.
Caterine tiene un récord de 15,31, que logró en Mónaco en julio de 2014 y que es la quinta marca de todos los tiempos. El mejor salto de la historia lo hizo la ucraniana Inessa Kravents, en Gottenburgo, Suecia, en 1995, cuando alcanzó los 15 metros y 50 centímetros.
A tumbar ese récord podría apuntarle Caterine antes de retirarse, una idea que ha contemplado y que ha discutido con sus amigos más cercanos. Eso sí, su mente estaba puesta solo en Río, en colgarse el oro olímpico y ratificar su puesto entre los grandes atletas de la historia, tarea para la cual se preparó con la misma dedicación y alegría con la que corría por las polvorientas calles de su natal Apartadó, esa tierra que lleva en el corazón y de la que siempre habla en sus viajes alrededor del mundo.
Sus inicios en el deporte fueron en el voleibol, a los 12 años. Y luego se pasó al atletismo, en la especialidad de salto de altura. A los 15 años ganó su primer título internacional, en el Suramericano de Atletismo de 1999. Y luego se vistió de oro en los Juegos Bolivarianos de Ambato. Pero pese a su éxito decidió cambiar y se pasó al salto triple y salto de longitud. Y rápidamente logró el récord nacional en el salto triple. A Atenas 2004 asistió por primera vez a unos Olímpicos, en la modalidad de salto de altura y no pasó la fase clasificatoria. Tuvo una gran frustración al no clasificar a los Olímpicos de Pekín. En ese momento decidió irse a vivir a Puerto Rico, a entrenar junto el cubano Ubaldo Duany y a estudiar enfermería. Su carrera tomó entonces otro vuelo, un nuevo aire y Caterine poco a poco se fue convirtiendo en la estrella mundial que es hoy.
Su talento, además se adorna con su personalidad arrasadora, su alegría, su carisma y una bella sonrisa, que este domingo llegó a los corazones de todos los colombianos que celebraron a los grande su gran medalla de oro.