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Al preguntarse por los epicentros de la moda en Colombia, lo más probable es que piense en Bogotá y Medellín. En la capital del país se da el 40 % de los negocios del sector y se llevan a cabo el Bogotá Fashion Week y otros eventos. En Antioquia está el 37 % de la industria texti-confecciones y, por supuesto, es inevitable pensar en Colombiamoda o en Colombiatex, dos ferias emblemáticas.
Sin embargo, hay ciudades intermedias en las que esta actividad no es de poca monta, y eventos como la feria Ibagué Negocios y Moda quieren llamar la atención sobre eso. En Tolima más del 30 % del empleo manufacturero, cerca de 12.000 personas, está en la confección. El 95 % de esa cifra se concentra en la capital. En cuanto a producción, Ibagué, con 1,2 millones de prendas al mes, participa con 8 % a nivel nacional, aproximadamente.
El evento, que llega a su novena edición y se realizará entre el 6 y 8 de septiembre, antes se llamaba Ibagué Maquila y Moda, pero el año pasado cambió su nombre, pues, según Julio César Mendoza, presidente de la feria, la composición empresarial ha variado. “Nuestras empresas se dedicaban a maquilar, más o menos un 65 % de ellas. Hoy sólo el 40 % de las empresas se dedica a esa actividad, y el resto está produciendo moda, marcas propias y diseños propios”, dice.
Los organizadores esperan que el encuentro deje, por lo menos, $17.000 millones en expectativas de negocios, para superar los $14.600 millones de la edición pasada. Cumplir el objetivo, sin duda, sería una bala de oxígeno para un sector que no tuvo un primer semestre positivo. En junio, la confección cayó 13 %, mientras la hilatura, tejeduría y acabado de textiles lo hizo en casi 20 %, según el DANE.
Un sector en crisis
Según la Cámara Colombiana de la Confección y Afines, entre 50.000 y 80.000 empleos se han perdido en esta actividad en lo corrido del año. Del lado de la producción de textiles, en días pasados las alarmas se prendieron a causa del anuncio de Fabricato, que suspenderá su ejercicio industrial por 15 días, hasta el 10 de septiembre. Tanto los confeccionistas como los textileros señalan el contrabando y los cambios arancelarios como dos factores que les juegan en contra.
Para Mendoza, los decretos 1744 y 1745 de 2016, que cambiaron los aranceles para la importación de prendas, han dejado una “brecha grande mediante la cual los importadores inescrupulosos están introduciendo al país grandes volúmenes de prendas de vestir a precios irrisorios o amparados en el bajo arancel que se cobra después del umbral (que se estableció por decreto)”. Según él, se hacen artimañas como la adulteración del peso de las mercancías o de las etiquetas de origen.
Eso, para los industriales del sector, agrava condiciones estructurales como lo costosa que es la producción nacional, en la que, por ejemplo, la mano de obra representa el 40 % del costo de una prenda. En los países asiáticos esa mano de obra puede ser cinco veces más barata.
El Ministerio de Comercio explicó que trabaja “para complementar los controles aduaneros actuales, introduciendo una variable adicional de peso por prenda. Además, desde hace cerca de un mes se trabaja con los empresarios de las confecciones para establecer un reglamento técnico fijo de marquillas para definir las reglas claras de juego para las diferentes prendas de vestir, que se establecerán a través de una resolución del Ministerio de Comercio”.
Para los textiles, la cartera anunció una medida que establecería umbrales sobre los precios, de manera que aquellos que ingresen por debajo de ese límite sean sometidos a control aduanero. Mendoza, luego de las medidas que expuso el Gobierno esta semana, insiste en que es necesario revisar los actuales decretos para confecciones. Dice que la posibilidad de establecer un arancel para los textiles tendría un efecto negativo para los confeccionistas. “La producción nacional de telas puede ser suficiente en cantidad, pero en variedad, para la diversificación del producto final, no”, dice.
Los confeccionistas creen más en desgravar la materia prima, los hilos. “Eso haría que las telas y la confección fueran más económicas”, dice Mendoza. Al respecto, los algodoneros por supuesto no estarían de acuerdo. Según César Pardo, presidente de Conalgodón, una importación masiva de hilos iría de la mano con una menor demanda de algodón colombiano, un producto que lleva años tratando de volver a fortalecerse.
Pardo señala una falta de trabajo de toda la cadena, desde el eslabón primario. “Es necesario que se creen condiciones e instrumentos para facilitar el comercio nacional”, principalmente reducir costos de producción, como fertilizantes, plaguicidas y en la poscosecha y la comercialización. Mendoza reconoce que “nuestros agricultores están en desventaja y hay que ver cómo nos podemos apoyar”.
Asimismo, agrega: “Estoy seguro de que los siguientes eslabones podríamos absorber parte importante de la producción de algodón”. No deja de señalar, sin embargo, la existencia de factores estructurales para la competitividad, como los costos de transporte y de energía, entre otros. Según la última encuesta de opinión industrial de la Andi, la falta de demanda, la tasa de cambio, la competencia y los costos y el suministro de materias primas son los principales problemas de la industria nacional.