Maduro abraza el capitalismo y los emigrantes comienzan a regresar al país

En el último año, más de cinco millones de personas abandonaron el país; sin embargo, comienzan a regresar ante los signos de recuperación económica que destaca el gobierno.

Bloomberg.
07 de febrero de 2020 - 11:39 a. m.
Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, durante un discurso en el Palacio de Miraflores en Caracas. / Bloomberg
Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, durante un discurso en el Palacio de Miraflores en Caracas. / Bloomberg

Carlos Viloria volvió a Venezuela el mes pasado. El abogado de 35 años había tenido suficientes jornadas de 15 horas y jefes abusivos como trabajador de un restaurante en Argentina durante un año y medio: es uno de los más de 5 millones de venezolanos que se han ido en los últimos cinco años, con la esperanza de escapar de una de las peores catástrofes humanitarias del mundo. Su regreso también es emblemático. “Voy a encontrar un trabajo que pague en dólares”, dice.

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Después de arrojar la economía de su país por un precipicio, el presidente Nicolás Maduro le ha dado cierta estabilidad. Al permitir que los dólares fluyan libremente y la empresa privada florezca en los últimos meses, parece haber dado nueva vida a su régimen. Sigue siendo ampliamente despreciado, pero la emigración ha comenzado a disminuir, la gente está regresando y el gobierno está promulgando leyes para gravar las transacciones en dólares y permitir a las compañías emitir deuda en moneda extranjera.

Todos estos son signos de que, a pesar de una gira mundial triunfante que incluyó una reunión en la Casa Blanca con el presidente Donald Trump, el líder opositor Juan Guaidó está más lejos de derrocar a Maduro que hace un año, cuando anunció el plan y obtuvo un amplio apoyo internacional.

Ayuda de aliados

En ese momento, muchos dieron a Maduro por derrocado. Después de todo, había tomado uno de los países más ricos de la región y lo había derribado a través de la corrupción y una terrible gestión. Luego, hace un año, Estados Unidos también atacó a Maduro con sanciones sobre el petróleo. Su país recibió un golpe y muchos creyeron que no podría sobrevivir. Pero los que dudaban no se daban cuenta de cuánta ayuda obtendría de aliados clave para evadir sanciones, o cómo adoptaría una versión del capitalismo de estado al estilo chino.

“Las economías que nos han ofrecido ayuda son capitalistas: China, Turquía e India”, asegura David Paravisini, legislador de la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela asociado con Maduro. “Recibir esa ayuda exige condiciones de liberalismo económico. Eso fue lo que hizo China para sacar adelante a su país. Es lo que se debe hacer”.

El nuevo enfoque incluye conversaciones secretas entre Maduro y los tenedores de unos US$60.000 millones en bonos, algunos de ellos estadounidenses, en las que les ofrece asociarlos con una compañía de perforación en el extranjero a la que se le otorgaría los derechos de los campos petroleros como un medio para recuperar su deuda. Venezuela tiene las mayores reservas de petróleo conocidas del mundo y, si este acuerdo llegara a buen puerto, muchos inversionistas podrían obtener enormes ganancias.

Varios de los que se han reunido con Maduro recientemente dicen que tiene más confianza de lo que habían visto en mucho tiempo. Hablaron bajo condición de anonimato.

Bolívar desvalorizado

Desde el año pasado, el dólar estadounidense se ha convertido en la moneda no oficial de Venezuela que aparece en menús de cafeterías y tiendas cercanas al palacio presidencial. Al otro lado de la capital, las bodegas llenas de champán francés, salmón sellado al vacío y queso italiano Grana Padano aparecieron donde las tiendas en bancarrota habían estado antes. El bolívar, la moneda oficial, se ha vuelto inútil a lo largo de años de hiperinflación.

“Lo que hemos visto es una permisividad, no una liberación. Existe un marco legal de controles, pero no está activo”, asegura Tamara Herrera, economista jefe de la consultora Síntesis Financiera, con sede en Caracas. “La necesidad llegó por coerción debido a las sanciones. Es preocupante que la Asamblea Nacional Constituyente haya circulado esa gaceta con un contenido punitivo. Muestra voracidad fiscal y esa vocación punitiva que tiene el gobierno”.

La producción de petróleo, después de hundirse durante casi una década, finalmente se está estabilizando en 800.000 barriles por día, lo que contiene parte de la hemorragia económica. La contracción proyectada para este año, aunque sigue siendo impresionante en 10%, está muy lejos del 35 % del año anterior y del 65 % en los últimos cinco años.

La Asamblea Constituyente del país aprobó un impuesto al valor agregado el mes pasado para obtener beneficios de las transacciones que se realizarán este año en dólares, que se estima son 70 % del total. Hasta ahora, el gobierno no había recolectado IVA por las ventas en dólares, una oportunidad perdida para compensar una drástica caída en los ingresos.

“Estamos tomando estas medidas ahora y no antes porque hay una leve recuperación de la economía”, asegura Jesús Faria, legislador del partido socialista en la Asamblea Nacional Constituyente. “Pero tenemos una economía altísimamente especulativa en la cual los fijadores de precios, especialmente los comerciantes, aprovechan cualquier oportunidad para fijar y obtener las tasas de ganancias más insólitas. Hay que crear incentivos para la producción nacional a través de políticas más eficientes”.

Policía de precios

Esto ha significado un regreso abrupto a una especie de socialismo estatista. La agencia de control de precios de Venezuela dice haber inspeccionado más de 1.900 tiendas en enero. La ministra de Comercio, Eneida Laya, dijo recientemente que 135 agentes habían sido enviados a todo el país para “poner fin a la economía especulativa”. El escrutinio se había ralentizado en los últimos meses. El gobierno está observando de cerca nuevamente.

“Vinieron la semana pasada a pedirnos que ajustemos nuestras ganancias a 30%. Tuvimos que hacerlo, pero eso nos perjudica”, dice María Luisa Pereira, quien vende harina, arroz y condimentos en el mercado de Quinta Crespo en el oeste de Caracas. “¿Cómo vamos a ganar 30% en un país con hiperinflación? No venían desde hace meses y nos amenazaron con que van a hacer dos visitas más en febrero, no dijeron cuándo, y ahora uno anda con miedo”.

Mientras tanto, menos venezolanos se van y otros regresan, según dos firmas encuestadoras: Datanalisis y Delphos. En un informe de diciembre de Datanalisis, los que expresaron su deseo de abandonar el país cayeron a 38%, 5 puntos menos que el año anterior.

De los que han emigrado en los últimos cinco años, 17 %, o aproximadamente 1 millón, han regresado durante el mismo periodo, según muestran los datos. El gobierno de Maduro dice que ha supervisado el regreso de más de 17.000 personas desde 2018 a través del plan “Vuelta a la patria”.

Naciones Unidas aún proyecta que este año el número de venezolanos emigrantes superará a los 6 millones de sirios que han sido expulsados de su tierra natal. Ha habido una ironía sobre la emigración venezolana que el gobierno conoce pero que no menciona: los que se van envían remesas en dólares y también reducen las cifras de quienes deben ser alimentados y alojados.

La consultora de Caracas Ecoanalítica dice que las remesas han aumentado de US$2.700 millones en 2018 a lo que estima serán US$4.000 millones este año.

Xenofobia

Luis Vicente León, jefe de Datanalisis, dice que la emigración de venezolanos se ha desacelerado recientemente no solo por las nuevas oportunidades en Venezuela, sino también por las nuevas restricciones y la reacción xenófoba en el extranjero. “Las barreras en los países receptores aumentan drásticamente y hacen más difícil la salida, sobre todo para quienes no tienen visas ni recursos”, asegura León. “También la masificación en el uso de divisas comienza a generar oportunidades que algunos intentan aprovechar. Es menos traumático que emigrar”.

Viloria, el abogado que acaba de regresar de Buenos Aires, dice que la vida allí le pareció bastante difícil. “Al principio, me exigían trabajar muchas horas y me pagaban mucho menos del sueldo mínimo”, cuenta. “No podía quejarme, o me despedían. Me exigían estar 10 horas de pie, solo tenía 15 minutos para comer, y muchas veces me tocaba comer de pie”.

Alquiló una pequeña habitación en un departamento que compartía con otras dos personas. También se sentía mal recibido a menudo. “Algunos de los encargados argentinos eran xenofóbicos”, afirma. “Una vez le dijeron a un compañero venezolano que había venido desde Venezuela como una cucaracha.

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En Venezuela hay fallas de agua y electricidad, pero al menos vivo en mi casa”, dice Viloria. “En Argentina podía caminar en la noche y hay una oferta cultural grande, pero me la pasaba trabajando, muchas veces con maltratos, y el dinero no me alcanzaba para nada. Estoy poniendo mis esperanzas en la dolarización”.

Por Bloomberg.

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