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Hugo Chávez es un héroe pero también un hombre, un liberador aunque le llamen dictador y un visionario que ha arrastrado a Sudamérica hacia la izquierda, lejos de Estados Unidos y el FMI. Al menos, esa es la visión que del presidente de Venezuela ofrece Oliver Stone en su nuevo documental.
"South of the border" ("Al sur de la frontera") es el nuevo trabajo del director estadounidense, que se presenta mañana oficialmente en la Mostra de Venecia, fuera de concurso, y del que hoy se realizó el primer pase, en exclusiva para la prensa y representantes de la industria cinematográfica.
Algunas risas ante las ocurrencias de Chávez y aplausos -no excesivamente entusiastas- fueron la respuesta a esta primera exhibición de un documental que había generado mucha expectación y cuyo resultado no deja de ser una mera anécdota
Un trabajo bastante simple que no aporta nada a quien conozca un poco la realidad latinoamericana y que tampoco muestra el lado desconocido del líder venezolano.
Stone, director de películas tan brillantes como "JFK" o "Platoon" , no se muestra igual de acertado con este documental realizado a mayor gloria de Hugo Chávez, de la revolución bolivariana y de los Gobiernos de izquierda que existen en estos momentos en Latinoamérica.
De una forma bastante efectista, Stone introduce el relato con imágenes sacadas de los informativos de televisión estadounidenses en los que se califica a Chávez de enemigo, de diablo y de ser culpable de todo lo malo imaginable.
Y frente a estas imágenes, un discurso televisado de Chávez en el que llama "donkie" (burro) al ex presidente de Estados Unidos George W. Bush, que también aparece en una foto con José María Aznar, como muestra de quiénes eran sus amigos frente a sus enemigos.
Un Chávez en todo momento sonriente y relajado explica a Stone cómo llegó al poder en 1998 -conversaciones amenizadas con flashbacks de imágenes de cada época- tras las violentas revueltas sociales de finales de la década de los 80 y principios de los 90 y un primer intento frustrado de golpe de estado en 1992.
Enseña al realizador dónde estaba la casa en la que se crió, monta en bicicleta para la cámara, toca las maracas. Es decir, nada nuevo desde ningún punto de vista.
Apoyado en declaraciones del historiador Tariq Ali, Stone hace un recorrido por los países latinoamericanos "amigos" de Chávez y, por supuesto, enemigos de Estados Unidos -en la época de Bush- y del Fondo Monetario Internacional.
El presidente de Bolivia, Evo Morales, aparece jugando al fútbol y masticando hojas de coca con el director.
La de Argentina, Cristina Fernández, pasea por el jardín de su residencia y se queja de que le pregunten cuántos pares de zapatos tiene. Y en un tono más serio destaca que "por primera vez en la región los Gobiernos se parecen a sus gobernantes".
Su marido y antecesor en el cargo, Néstor Kirchner, tiene un cierto protagonismo en la historia al contar cómo plantó cara a Bush, al que pidió un Plan Marshall para Latinoamérica, a lo que el estadounidense respondió que esa era "una idea loca de los demócratas".
Todo ello, según Kirchner, tras asegurar que Estados Unidos ha crecido en base a las guerras.
Los presidentes de Brasil, Inacio Lula da Silva; Paraguay, Fernando Lugo; Ecuador, Rafael Correa, y el líder cubano, Raúl Castro, completan las entrevistas de Oliver Stone, que cierra la narración con imágenes de la participación de Barack Obama en la cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago.
Aunque, como no, la frase final es de Chávez: "Es posible cambiar el mundo y la historia. Es posible, Oliver".