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“Quiero comerme el mundo”: Manuel Medrano

El cantautor cartagenero se presentó ayer en el Lunario del Auditorio Nacional de México y estará el 15 de agosto en Rock al Parque.

Jessica Leguizamón
01 de agosto de 2015 - 03:45 a. m.

Las manos de Manuel Medrano son grandes y fuertes, sus dedos largos y en la punta, muy planos. Cuando se deslizan por las cuerdas de su guitarra hace que las notas se mezclen con su particular voz: gruesa, potente y con un acento indescifrable, supongo que es por esa combinación de nacer en Cartagena, pero vivir desde los tres años en Bogotá. Se sienta cruzando las piernas, como si siempre tuviera que apoyar su guitarra y, cuando está tocando, se inclina un poco hacia el frente y se recoge como protegiendo su instrumento. Tiene el brazo derecho tatuado hasta el hombro. En la falange del dedo corazón de la mano derecha tiene tatuada una corona con una cruz que apunta hacia la muñeca; en la izquierda usa un reloj.

Empieza a cantar y palabra a palabra se puede notar cómo las letras le salen de muy adentro sin ningún esfuerzo, como si estuviera recordando a ese amor al que le compuso “Afuera del planeta”, canción que tiene cinco millones de visitas en YouTube y que lo posiciona hoy como uno de los solistas más populares y con mayor proyección internacional, según los medios especializados.

Al cantar hace muchos gestos. Cierra los ojos durante casi todo el tema. Quién sabe qué estará imaginando. Cuando abre los ojos nuevamente, mira al público en general pero a nadie en específico. Empieza a hablar y resulta fácil percibir que Medrano no necesita de un gran show, pues es de esos cantantes que solo con su voz, su guitarra y sus letras conquistan al público. Cuando se pone de pie, a mi lado, me doy cuenta de que es muy alto, 1.90 aproximadamente. Tiene rasgos fuertes, unos enormes ojos cafés, bien redondos, y tiene una expresión bien marcada gracias a las cejas pobladas, sus labios son gruesos. Su colonia es seca, amaderada y con toques dulces.

Dice que nunca soñó con ser cantante, que quería emprender una carrera como administración de empresas o diseño industrial. No tuvo la oportunidad de hacerlo. Así que se dedicó a tocar en bares y en tiendas de instrumentos. A los 19 años empezó a escribir canciones, eso lo conectó con la carrera musical y así decidió ser solista. Afirma que de niño siempre le gustaron los cantautores y de este modo desarrolló el gusto por la música, pero el sueño se materializó cuando empezó a componer. En ese momento se dio cuenta de que tenía una gran ambición y quería llegar muy lejos con ese proyecto. Tuvo suerte, asegura, cuando lanzó su primer sencillo “Afuera del planeta”: este hizo gran parte del trabajo dándolo a conocer y haciendo que la gente cantara la canción en la calle.

Tuvo su primera guitarra cuando perdió un año en el colegio. Quería un Game Boy como regalo de Navidad, pero le dieron como castigo un instrumento de muy mala calidad. Se sintió desilusionado porque no escuchaba música y no sabía tocarlo.

Cuando repitió el año llevó la guitarra al colegio. Se empapó de diferentes artistas, aunque en su familia siempre escuchó música romántica, boleros, salsa, Leonardo Favio, Leo Dan. Con el tiempo llegaron muchas agrupaciones y géneros y solistas que le llamaron la atención y por eso empezó a escribir canciones. Escucha todo tipo de música, aunque cuando está en casa, descansando, solo quiere estar en silencio.

En los ratos libres duerme y come, su plato favorito son los camarones y los arroces salteados. No sabe cocinar mucho, dice que no le gusta preparar para él solo. Su lugar favorito en el mundo es su casa y su actividad favorita, aparte de cantar, es dormir y hacer pereza. No le gusta ver televisión y prefiere el silencio. Parece ser una persona muy tranquila, de esas que se sienten en equilibrio con la calma y la quietud. Últimamente va al gimnasio, corre, hace pesas y los domingos sale con sus amigos a montar bicicleta a la montaña. Son pocos los días en que se sienta a componer, ahora el tiempo no se lo permite. Antes de “Afuera del planeta”, su rutina era esta: tocaba en un bar, llegaba a casa, sacaba a su perro Mateo, comía y después podía pasar toda la madrugada tocando guitarra y escribiendo.

Más allá de un proceso creativo rutinario, no escribe canciones por escribir, prefiere esperar a que le llegue la inspiración. Dice que, aunque suene estúpido, le va a llegar. Asegura que una situación no asimilada, después llega convertida en una canción.

Aunque siempre ha sido noctámbulo, su vida ha cambiado con las luces de la prensa y los estudios de grabación. No cree que sea famoso, es solo que su vida tiene ahora una agenda más apretada.

Sueña con grabar muchos discos, tocar en muchas partes del mundo y, lo más importante, ser feliz.

Ahora está trabajando en un álbum de 12 canciones escritas por él. Le canta al amor, al desamor, a la vida.

Quiere que la gente lo reconozca como un escritor de canciones. Se define como un tipo básico que, aunque no es romántico, cree en el amor. El amor lo mueve: lo lleva a escribir letras que le dan a las personas esperanza y refugio y que pueden curar sus heridas. Quiere comerse el mundo con su nuevo disco. Su lanzamiento será a finales de septiembre y va a hacer una gira nacional y otra internacional. Va a grabar en México el video de su sencillo “Bajo el agua”, este será su primer video oficial. Se trata de un cortometraje que narra una historia de amor escrita por él. Y es que Medrano es un experto contando historias de amor y haciendo que la gente no solo las cante, sino que se sienta identificada con ellas. Cuando hablo con él y cuando lo veo en escena, noto que Medrano es de esas personas que aunque se ven muy fuertes por fuera, tiene reservas de sentimientos que convierte en letras, que convierte en canciones. Hace, en definitiva, que la gente se sienta afuera del planeta y bajo el agua a la vez.

 

 

Por Jessica Leguizamón

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