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La complejidad de Astor Piazzolla es la vía más directa para aproximarse al tango. Su condición revolucionaria, la forma en la que multiplicó las manifestaciones relacionadas con el 2X4 y su inclinación por universalizar el aire argentino por excelencia, han hecho de este revolucionario del género el mejor pretexto para vivenciar el arrabal. Eso fue lo que le pasó al bandoneonista colombiano Giovanni Parra cuando llegó a Buenos Aires y se encontró con que en lugar de un mapa urbano tenía en la cabeza las partituras de Piazzolla.
Parra es egresado del Colegio de la Policía Nuestra Señora de Fátima y al paso por esas aulas se debe su inclinación artística. No hay herencia familiar a la vista, ni mucho menos el impulso infalible del núcleo de amigos. En él, el bachillerato musical fue determinante. De allí saltó a la Universidad Pedagógica, donde realizó estudios formales, mientras que en Argentina tuvo clases particulares con personajes como Néstor Marconi, Marcos Madrigal y Horacio Romo, todos ellos destacados intérpretes del bandoneón. Lo único formal que hizo en Argentina fue pertenecer a la Orquesta Escuela de Tango, un proyecto fundado para rescatar los saberes de los grandes maestros.
“Yo comencé con el acordeón y pasar al bandoneón fue cambiar de instrumento de manera radical. Fue como brincar de la trompeta al violín. Lo que me sirvió fue haber realizado los estudios musicales en Colombia, pero técnicamente estos dos instrumentos son muy distintos, tan solo se parecen en el fuelle. Su funcionamiento es muy diferente porque el bandoneón es desordenado y no tiene una estructura lógica, así que me tocó arrancar de cero”, comenta Giovanni Parra quien a su regreso al país después de varias temporadas en Argentina asumió la labor de propagar todo lo que conoció sobre “ese sentimiento triste que se baila”.
Este bandoneonista colombiano debía tocar tango con unos músicos que jamás se habían acercado al género y explicarles los pormenores del estilo no fue tan sencillo como aplaudir después de un buen solo en el jazz. Con el colectivo formado empezó a adaptar obras para orquesta típica gracias a la aparición en escena de bailarines y desarrolló otro repertorio a partir de la presencia de importantes maestros argentinos, quienes vinieron a Colombia a contarles a los músicos del quinteto cómo se toca el tango más allá de la partitura.
Giovanni Parra bautizó Leopoldo Federico a su proyecto pedagógico, a su colectivo de estudios académicos y a su quinteto musical. Cuando llegó a Buenos Aires, lo único que conocía era el sonido de Astor Piazzolla pero no tenía referencias del tango en su vestimenta más tradicional. Allí descubrió a muchos bandoneonistas y en esa búsqueda indagó sobre los grandes maestros vivos del género. Les preguntó a los más veteranos, interpeló a los músicos contemporáneos y se acercó a los artistas en formación, y lo más curioso fue que en todos ellos, el nombre en común fue Leopoldo Federico.
“Cuando lo escuché me puse a llorar por todo lo que me transmitió. Me volví hincha suyo y lo fui a ver a todos los conciertos que a sus 80 años ofrecía. El sueño de un músico profesional de tango en Argentina es haber tocado con Leopoldo Federico. Yo era estudiante, además extranjero, y pude tocar con él. Solo tuvimos un ensayo y una presentación y eso fue suficiente para saber que estaba al frente de una estrella. Él con su saludo dejó de ser figura para convertirse en una especie de abuelo, así que quise hacerle un homenaje con mi agrupación”, dice Parra.
El Quinteto Leopoldo Federico se conformó en 2011 y cuatro años después publica su disco Bogotá-Buenos Aires, en el que se interpretan bambucos, pasillos y guabinas en un formato instrumental típico para el género del arrabal. Este registro está nominado al Premio Grammy Latino en la categoría Mejor Álbum de Tango, lo que se constituye en un pretexto para que más personas se acerquen a escuchar las posibilidades sonoras de un singular colectivo de cámara.
“La mezcla y la nueva sonoridad que resulta cuando toca el Quinteto Leopoldo Federico se da por el formato, que es muy habitual en el tango, pero lo novedoso es que sea el bandoneón el que interprete un bambuco, una guabina y un pasillo. Lo que yo tengo en el corazón es el tango a pesar de haber escuchado desde muy pequeño la música colombiana, y lo que le llega a los oídos a la gente es la combinación de todo eso”, concluye Giovanni Parra, quien espera que la divulgación que ha logrado su música se deba al gusto por una manifestación cultural y no por la efervescencia de un fenómeno pasajero.