Son las diez de la noche la Plaza de San Pedro Claver en el centro amurallado. Más de 900 personas asisten al concierto gratuito organizado por el Cartagena Festival de Música. El silencio y la atención característica de los teatros y sitios cerrados se apropia de este lugar al aire libre, mezcla de los vientos alisios con los sonidos de los instrumentos, las voces y el talento de los artistas. Esa noche estuvieron la mezzosoprano Elisaberth Kulman, acompañada en el piano por Eduard Kutrowatz, la Camerata Royal Concer Orchestra y el cuarteto Calidore String. Luego de hora y media la plaza volvió a su realidad, sin música. (Le puede interesar: Julio Victoria, el pulso de la electrónica en un festival de música clásica).
Claudio Carboni es el director técnico del Festival y trabaja con el colombiano Jeisson Vargas, coordinador de producción, joven músico becario de la Fundación Salvi y quien ahora comparte responsabilidades con Claudio. Dirigen un equipo de más de 250 personas, responden por el sonido, escenografía, puesta en escena, iluminación, transporte y muchos detalles. Su trabajo se hace para los más 35 conciertos, atendiendo 250 músicos y las 7 transmisiones en directo para televisión.
Reconocen que en escenarios como el Teatro Adolfo Mejía, el Centro de Convenciones, todo es riguroso, exigente y se tiene controlado. En exteriores es igual, pero existe el viento y los elementos propios de la ciudad.
“Al aire libre tenemos eventos que requieren más intensidad, volumen de música, las condiciones son diferentes cuando estamos en un teatro o una capilla, no amplificamos el sonido, solamente lo sonorizamos y es una intervención no muy fuerte”, sostiene Carboni quien afirma que en exteriores el trabajo técnico es más pesado en la voz y los instrumentos. En el concierto del Puerto de Cartagena fueron más de 3000 personas que estaban a cincuenta metros de la tarima, “para escucharlo hay que colocar una amplificación diferente”, le dice a El Espectador.
El viento no es el mejor aliado en la producción de los conciertos, implica unas condiciones para ingenieros de sonido, músicos, pianistas acompañantes, ellos son los encargados de pasar las partituras, entre otros protagonistas. Ahora súmele al fenómeno físico, el convivir con la ciudad, los turistas, el tráfico, los sonidos externos. Todo esto queda opacado por el trabajo del sonido que se produce para el concierto. (Le recomendamos: Cartagena tiene talento musical).
“Nos encanta estar en este festival”, sostiene Jeisson que junto con Claudio conocen el repertorio, están unas horas antes en la plaza para los ensayos, es allí donde los músicos y cantantes comprueban la calidad del sonido y espacio en donde estarán.
Pasada las nueve de la noche los artistas llegan con sus instrumentos y partituras al claustro de los jesuitas ubicado en la plaza. Esperan el llamado en la sala de arte religioso. Toman algo, se ríen, parece un mundo de babel donde se habla en inglés, español, italiano, francés pero la música es el único idioma común.
Afuera en el Atrio de los Gentiles, como es conocido el frente de la iglesia de San Pedro, están ordenadamente las sillas. El ingreso se hace por diferentes puntos, jóvenes voluntarios reciben las boletas y acomodan a los asistentes. La tarima de los artistas es larga y siempre está de negro. En minutos pueden retirar un piano de cola, colocar 14 micrófonos o sencillamente dejar las sillas y sonido para un cuarteto.
Estratégicamente está la consola de control con el sonido. Allí siempre como un eterno guardián Antonio Micená, director del Festival en los cortos intervalos habla con la producción, los técnicos y luego nuevamente el silencio, en el escenario los artistas.
Como gesto de gratitud y emoción algunos aplauden cuando creen que la pieza musical ha terminado, igual al cierre el aplauso general siempre es largo y se siente en toda la plaza.
Claudio dice que Jeisson tiene el festival en su cabeza, sabe dónde está cada piano. Sin embargo, los dos reconocen que tienen miedo. “En el trabajo artístico es importante tener un poco de miedo, es caminar sobre una cuerda floja sin aseguranza abajo, pero esto es bueno, te pone a trabajar mejor con la cabeza y el corazón”.
Todo está calculado, no es fortuito que preparen durante todo el año estos nueve días del Festival. En septiembre vienen a Cartagena para hacer la preproducción, aunque los escenarios de la plaza, la iglesias el teatro permanecen iguales, cada encuentro es diferente.
Este sábado en la noche en el Teatro Heredia estará la ópera que iniciará con la obertura de la Flauta Mágica de Mozart. EL domingo se presentará de nuevo en la Plaza de San Pedro. Un compromiso doble.
“En los dos años que llevamos haciendo la ópera, el Spoleto Festival dei 2Mondi de Italia, nos ha servido y es un aprendizaje para todos, en temas de escenografía, de iluminación de vestuario”, sostiene Jaisson. Para este año están plasmado lo aprendido en un concierto que es ópera lírica.
Para la presentación en exteriores, este domingo, Claudio Carboni dice que están preparados. “El problema es que tienes cantantes, el uso de los micrófonos para la voz de un cantante lírico debe ser más cuidado, por el viento , el ruido”. sostiene
El lunes cuando termine el Festival Claudio volverá a Florencia y seguirá en la música con su instrumento el saxofón, trabajando en los derechos de autor, un proyecto que desarrolla con un sello que tiene Antonio Micená. Jeisson se encargará de que todo el equipo técnico se devuelva y seguirá en los proyectos de la Fundación Salvi en el país.
Se van a encontrar frecuentemente por Skype para hablar del Festival del próximo año que ya están preparando. En común recordarán de este Festival , el dúo con el piano de Andrea Lucchesini y el violonchelo del colombiano Santiago Cañon-Valencia interpretando a Beethoven, cuando los dos lloraron de emoción en el Teatro Adolfo Mejía.