Una escritora antisistema

La economista, psicoanalista y escritora francesa ha sido reconocida por polémicas afirmaciones como que la vida es mejor sin niños. Habla contra la cultura capitalista y asegura que puede llevar al fin de la civilización.

El Espectador
27 de junio de 2017 - 02:00 a. m.
Corinne Maier fue catalogada como la “heroína de la contracultura” por “The New York Times”. / Cortesía
Corinne Maier fue catalogada como la “heroína de la contracultura” por “The New York Times”. / Cortesía
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¿Cómo une la historia, la literatura, el psicoanálisis y la economía?

Hay interesantes límites y puntos de contacto entre estas áreas de conocimiento. Trato de encontrar herramientas para entender el mundo en el que vivimos. Me gustaría abrirlo como una ostra y para ello necesito herramientas como estas.

¿Qué es para usted un niño si no es el futuro ni la felicidad de una persona?

Son una carga y una forma de evitar que las personas, en especial las madres, vivan una vida libre. Además previene a la gente de renunciar a un trabajo aburrido, porque cuesta mucho dinero criar a un niño. La paternidad es una forma de hacer que los padres consuman cada vez más para hacer felices a sus hijos, con una casa nueva, muchos juguetes o una escuela privada. Esta es una forma de atarlos al sistema. Ellos se esfuerzan, pero no se atreven a alzar la voz porque tienen miedo.

¿Los niños son culpables de ciertos males del mundo?

Sí. Son codiciosos y ansiosos de destruir todo lo que tocan. Rápidamente se aburren con los juguetes, con los que son egoístas y celosos. Prácticamente son iguales a nosotros, los adultos.

¿Encontró placer en su maternidad?

Sí. Hay algunos buenos momentos y muchos malos para ser franca. Nunca olvidaré la noche en que mi hijo estuvo en una estación de policía y la llamada del hospital para avisarme que allá estaba mi hija. Fui muy feliz cuando mis hijos se fueron de la casa hace un par de años. ¡Entonces abrí una botella de champaña!

¿Cómo define a los “millennials”?

Personas que podrían ser mis hijos, que tienden a evitar grandes problemas en las conversaciones. Por desgracia, no les gusta hablar de política a la hora de cenar. Gente a quien toca explicarle quién es Freud, García Márquez o Proust, tristemente. Personas que no parecen preocuparse por nada, pero una vez creen en algo pueden ser determinados y útiles.

¿Qué tiene de bueno la pereza?

Muchas cosas. Si se está atrapado en un trabajo estúpido, si se sabe que trabajar duro no lleva a ninguna parte, si se piensa que vivimos en un mundo donde hay demasiados objetos, personas, celulares y plantas nucleares, simplemente hay que detenerse o fingir. Tomar el dinero, hacerse el que trabaja y esperar a que todo se derrumbe. No tomará mucho tiempo.

Usted dice que la familia es una cárcel. Si se decide no formar una, ¿hay necesidad de librarse de la que uno conforma desde el nacimiento?

La idea de que la familia es una prisión no es nueva. André Gide, un famoso escritor francés, escribió: “Famille, je vous hais” (Familia, te odio). De todos modos, la familia tradicional (una mujer, un hombre y dos hijos) es cada vez más rara. La familia es hoy en día lo que usted quiera poner en ella, por ejemplo, un grupo de personas que viven juntas pueden decidir que son una familia, cualquiera que sea su sexo y edad. ¿Facilita las cosas? No lo sé.

¿Por qué hay que dejar de ver el mundo como lo vemos hasta ahora (no creer en la familia, entregarse a la pereza, ser individualista)?

Las personas que se centran en su familia y creen muy fuertemente en la importancia de su trabajo no son individualistas. No tratan de entender el mundo, conocer nueva gente o abrir sus mentes. No tienen tiempo para hacerse preguntas importantes como: ¿cuál es el significado de mi vida? O para decirlo de otra manera: ¿qué es lo que ha empeorado mi vida?

¿Por qué usa el humor para hablar de estos temas?

El humor es mi manera de ver las cosas. Trato de burlarme de todo, de lo contrario me quedaría en mi cama y me deprimiría. El humor es mi marca. Escribí guiones de dibujos animados sobre Freud, Marx y Einstein, y los libros (en colaboración con Anne Simon) están hechos para ser entretenidos. También es cierto que estos tres grandes hombres eran ingeniosos.

Si la cultura capitalista no es la respuesta, ¿cuál puede ser?

Tenemos que inventarla y con mucha urgencia. Si no lo hacemos, es posible que nuestra civilización se acabe en una generación o dos. He leído las encuestas y hablé con científicos, y entiendo que la situación es muy alarmante. No puedo creer que el capitalismo, que actualmente está destruyendo nuestro medioambiente, sea el único camino posible. Nos han dicho que no hay alternativa. Por supuesto, lo dicen quienes no tienen interés en cambiar el mundo que los hace más y más ricos.

¿Se considera un buen ejemplo a seguir?

En ciertos aspectos, sí. No tengo un smartphone, cuando puedo evitarlo no trabajo, sólo compro ropa de segunda mano, no tengo carro, evito comprar comida en supermercados (prefiero comprar directamente a los agricultores), no leo periódicos que pertenecen a grandes empresas privadas (están sesgados), no veo televisión (la mayoría de programas se hacen para lavar el cerebro de la gente), reciclo mi basura, no uso Facebook, es demasiado invasivo, entre otras cosas. Pero, por desgracia, me gusta viajar por el mundo. Ir a Colombia desde Europa por un corto tiempo no es un ejemplo de vida justo, pero sentirse culpable hace las cosas más agradables.

Es la primera vez que viene a Colombia. ¿Qué van a ver los participantes de Cartagena Inspira en su conferencia?

No he trabajado en mi conferencia aún, porque como sabes soy perezosa. Estoy muy feliz de ir por primera vez. Cartagena me parece una ciudad muy hermosa. Quiero practicar allá mi español; lo entiendo, pero lo hablo muy mal. Y espero encontrar a amigos colombianos que hice en mi adolescencia.

A finales de los 70 pasé un verano en una escuela de idiomas en Bournemouth, Inglaterra, con el fin de mejorar mi inglés. Allí conocí a dos hermanos colombianos que vivían en Rusia porque su papá era embajador allá. Después tuvimos algunos contactos más, pero nos perdimos la pista como a mediados de los 80. Facebook no existía. Incluso he olvidado sus apellidos. Pero si alguno de ellos lee este periódico, sería genial que intentara ponerse en contacto otra vez conmigo.

Por El Espectador

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