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“Del humor salió Dios”: Jairo Peláez

Jarape cuenta que desde su época de colegio odió el español, “tan lleno de reglas absurdas”, y que con el dibujo se sintió libre, “allí las tildes podían ser lluvia”.

Jorge Consuegra
24 de octubre de 2015 - 03:29 a. m.
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¿Primero apareció el lápiz y luego la pared o el cuaderno?

Primero fue el punto, luego llegaron la física y la química y finalmente el humor. Del humor salió Dios y el resto es historia.

¿Las témperas o las acuarelas fueron sus otros instrumentos de trabajo?

Los ecolines. ¡Con ellos fue humor a primera vista!

¿Qué temas recuerda haber abordado en aquellos felices años de adolescencia?

La muerte. Me coqueteaba desde lejos, pero mis años jóvenes la desafiaban. Ya me es familiar; vive tres pisos más abajo del mío.

¿A qué caricaturistas copiaba “fielmente”?

Hacía copias desastrosas de Batman, Supermán, Flash y cuanto superhéroe caía en mis manos en las viejas cuenterías de entonces. Los míos fueron héroes que no sobrevivieron el peso de las hojas que faltaron por llenar.

¿Qué caricaturistas fueron sus “maestros” en sus primeros años como dibujante?

Llegué al Taller del Humor con muchas ganas de dibujar pero sin saber cómo hacerlo. Allí, al lado de Pinto, Nicholls, Grosso, Unomás, Azeta, León, Ceci, Elena, Fernández, Calarcá, Linares y otros grandes, mi línea, tímida y burda, empezó a tener su propia personalidad.

¿Siempre sacaba cinco aclamado por sus dibujos en el colegio?

Siempre cometía dibujos… pero tenía un “público” generoso.

¿Qué materias no le entraban por nada del mundo?

Siempre odié el español, tan lleno de reglas absurdas. Con el dibujo me sentía libre; allí las tildes podían ser lluvia.

¿Hay drama cuando no sale la idea al momento y toca entregar la caricatura al periódico?

¡Impotencia total! Se siente uno como una plumilla sin tinta.

¿Qué hace cuando no llega la musa de la inspiración?

Vuelvo a las noticias. La musa siempre se esconde detrás de alguna frase en los medios y se le reconoce porque tiene ese olorcito... ¡Ajá!

¿Por qué una mujer protagonista diaria de sus dibujos en el periódico?

Porque tiene ese sexto sentido que me falta a mí.

¿Ha sido una constante en usted el poner a pensar a sus lectores especialmente con los desaparecidos?

No siempre. Un día pensé que tener un espacio, por pequeñito que sea, en un diario tan importante como El Espectador, me imponía una responsabilidad social. No se trataba solo de hacer pensar o reír, sino que era una oportunidad para que, en un país amnésico como el nuestro, nunca olvidemos que hay gente secuestrada y desaparecida.

¿A qué maestros de la caricatura mundial les sigue sus pasos?

Ronald Searle, Quino, Tunin, Boligán, Martirena… son tantos que el espacio es confinado para mencionarlos a todos y caminan tan aprisa que siempre los veré en el filo del horizonte.

¿Cómo ve el movimiento de la caricatura nacional, en el que todos los días sale gente muy buena en este oficio genial?

Me emociona ver jóvenes con tanto talento… mucho más que el de nuestra generación. Eso quiere decir que vamos para adelante y que los que ya pasamos la mitad del camino, de alguna manera lo hicimos bien. Mi Guaica, por ejemplo, arrancó desde un punto al que a mí me costó mucho llegar.

“Charlie Hebdo”, ¿libertad o irrespeto?

Libertad de ser irreverente con quienes ejercen la libertad de ser intolerantes.

Por Jorge Consuegra

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