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"La 'islam-fobia' tiene raíces similares al antisemitismo"

Arlene Tickner, profesora titular de la Universidad de los Andes en Relaciones Internacionales, explica los alcances políticos de los recientes ataques del yihadismo radical a París y sus efectos en el mundo. Comenta las declaraciones del Papa al respecto y rechaza la aparente división entre “Occidente” y el Islam que solo refleja la hostilidad de un lado contra el otro.

Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador
18 de enero de 2015 - 02:00 a. m.
“Hechos como el de Paris están retando el orden liberal y poniendo en duda la capacidad de Occidente de administrar un mundo que se encuentra en proceso de transformación”, dice Arlene Tickner.  / Gustavo Torrijos - El Espectador
“Hechos como el de Paris están retando el orden liberal y poniendo en duda la capacidad de Occidente de administrar un mundo que se encuentra en proceso de transformación”, dice Arlene Tickner. / Gustavo Torrijos - El Espectador
Foto: LUIS ANGEL
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En una polémica declaración, el Papa afirmó que asesinar en nombre de Dios, es una “aberración”. Pero añadió que la libertad de expresión no da derecho a “insultar” la religión de otros ¿Qué piensa de la posición de quien es máximo jerarca de la Iglesia Católica y, además, jefe del Estado Vaticano?

Viniendo del vocero de la institución que, en nombre de la religión, ha cometido mayor violencia en la historia, es doblemente aberrante la afirmación. Tal vez por ello, el Vaticano hizo tres pronunciamientos iniciales de condena a los ataques contra Charlie Hebdo y el supermercado judío, y de reiteración de que la violencia homicida nunca es justificable. Creo que el Papa trataba de decir que la libertad de expresión es un derecho que debe usarse con responsabilidad. Sin embargo, al sugerir, a manera de ejemplo, que de insultar alguien a su madre, sería “normal” darle un puñetazo, dio a entender que las burlas a la fe pueden suscitar reacciones violentas. De todas maneras, y en concordancia con el papel del Papa, me parece que su invitación, un tanto ambigua, se refiere a que los seres humanos sean menos crueles y a que sepan respetar aquello que puede ser considerado sagrado por el prójimo.

Sin embargo, es osada la posición del Papa apenas recién sucedido el asesinato de los caricaturistas de Charlie Hebdo ¿Cree que esa declaración puede generar molestia diplomática entre el Vaticano y Francia, con extensión a otros países?

¡Desde cuándo no han sido osados los Sumos Pontífices! No obstante y por más controversial que sea, no veo que su declaración pueda tener efectos negativos en las relaciones del Vaticano con Francia o con otro país. Además, es importante entenderla dentro del contexto específico en que se dio: la rueda de prensa que ofreció el Papa se hizo en un avión mientras volaba de Sri Lanka a Filipinas, el primero con un largo legado de guerra civil y de represión contra las minorías religiosas, y el segundo con una mayoría católica que tiene un historial de conflicto con la población musulmana. Más que un mensaje sobre Francia, me parece que Francisco les hablaba, indirectamente, a los países que visitaba. Más osada, por no decir cínica, fue la participación, en la marcha en París, de los líderes de varios países en los que no hay libertad de expresión y prensa sino formas de represión.

¿Cómo cuáles?

Egipto, Rusia, Turquía, Argelia, Emiratos Árabes, Bahrein, Gabón y Qatar, por no mencionar a Israel y su condenable trato a los palestinos.

Justamente la presencia de varios jefes de Estado en la marcha, podría dar la impresión de que el ataque de un grupo terrorista produjo una reacción en masa del mundo occidental ¿Habrá un efecto de generalización de la confrontación entre Occidente y el mundo islámico?

Pese a que el gobierno francés y otros líderes mundiales han sido cuidadosos a la hora de distinguir entre el islamismo radical, por un lado, y el Islam y los musulmanes, por el otro, desde el 7 de enero se han registrado, no más en Francia, más de 50 ataques y amenazas contra musulmanes, mezquitas y tiendas árabes. Desafortunadamente, esta tendencia, que viene en ascenso en todo el continente europeo, tenderá a consolidarse, tal y como se constata con el éxito electoral de distintos partidos de derecha que tienen discursos xenófobos y contra los inmigrantes.

Entonces ¿los oriundos del mundo árabe o los fieles del Islam podrían ser víctimas de discriminación en Occidente?

La existencia generalizada de sentimientos antiislámicos en Occidente ha sido ampliamente documentada, sobre todo en Europa y, de forma más reciente, en Estados Unidos. Si bien la “islamofobia” se remonta a mucho antes de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, tendió a crecer y a extenderse después, en buena medida a raíz de la “guerra contra el terrorismo” proclamada por George W. Bush y asumida por muchos otros países. En 1985, el teórico Edward Said fue de los primeros en hablar de islamofobia para referirse a la hostilidad hacia el Islam construida en el Occidente moderno cristiano y con raíces similares al antisemitismo.

Si se trata de un fenómeno anterior a los ataques a las Torres Gemelas, ¿por qué el “Occidente moderno cristiano” es hostil con el mundo islámico?

En general, se trata de sentimientos de miedo y odio cultivados por los estereotipos negativos que se han construido históricamente hacia el Islam y los musulmanes lo cual ha dado como resultado su discriminación, marginalización y exclusión de la vida social, económica y política en los países occidentales en donde residen. Esos estereotipos tienen el efecto de hacer ver al Islam y, por extensión, a los musulmanes, como si fueran un bloque humano con atributos negativos únicos cuando en realidad se trata de un grupo heterogéneo, culturalmente diverso, con grandes diferencias y hasta con fracturas en su interior.

Se ha dicho que el ataque a Charlie Hebdo es similar, en sus objetivos y efectos, con el de las Torres Gemelas de New York. ¿En cuáles aspectos sí y en cuáles no, resulta cierta esa afirmación?

El costo humano y la simple magnitud de los ataques a las Torres Gemelas y el Pentágono en Estados Unidos en 2001, así como los de Madrid y Londres en 2004 y 2005, son difíciles de comparar con el de París. Dado que los primeros afectaron, aleatoriamente, a la población, mientras que el último constituyó, al menos en el caso de los periodistas de Charlie Hebdo, violencia con blanco específico, sus efectos en cuanto a la diseminación general del miedo a largo plazo, también pueden ser distintos. Sin embargo, todos constituyen golpes a los grandes símbolos económicos, militares y políticos de Occidente, entre ellos, el neoliberalismo, la hegemonía estadounidense, y la democracia y los derechos liberales. Desafortunadamente las respuestas de los países afectados, en cuanto a la adopción de medidas excepcionales y extraordinarias que suelen empeorar en lugar de combatir el problema de fondo, son muy similares a las que se dieron en 2001.

¿Cuáles efectos políticos y diplomáticos se pueden prever en cuanto a las relaciones entre Occidente y el mundo islámico?

Es difícil imaginar que este episodio tenga un efecto concreto sobre las relaciones de Estados Unidos y Europa, con las naciones del mundo árabe y musulmán. De por sí, ante el complejo panorama que viven países como Afganistán, Irak, Libia y Siria, por solo nombrar a algunos de los casos más críticos, las alianzas y enemistades entre “Occidente” y “Oriente” se han tornado aún más confusas. Por ejemplo, ¿quién hubiera imaginado hace un par de años que Estados Unidos e Irán terminarían por coordinar esfuerzos para combatir un enemigo común, el Estado Islámico, en Siria e Irak? Por su parte, ¿cómo tildar de países “amigos” o “aliados” de Occidente a Arabia Saudita o Pakistán cuando ambos son, a la vez, patrocinadores de grupos como Al Qaeda?

Varios escritores han hablado de la guerra mundial del futuro que enfrentaría a Oriente con Occidente ¿Cree en esas predicciones y ante todo, se están dando las condiciones para una confrontación bélica de esas proporciones?

Desde 1992, el politólogo estadounidense Samuel Huntington viene hablando de un choque de civilizaciones entre Occidente y el Islam como la fuente principal del conflicto internacional, después de finalizada la guerra fría. Tristemente, hechos como el 11-S, el surgimiento de Al Qaeda, el Estado Islámico, y el ataque contra Charlie Hebdo, parecen confirmar los argumentos de este autor cuando en realidad constituyen una simplificación peligrosa de las realidades mundiales. De la misma forma en que el término “Occidente” es cuestionable para describir a un grupo heterogéneo de comunidades y países, los musulmanes, que ascienden a 1.600 millones de personas, habitan unos 200 países y representan un 23% de la población mundial, difícilmente pueden describirse con la sola etiqueta de “Islam”.

En consecuencia ¿cuál señalaría usted como el principal error del publicitado y, supuestamente previsible “choque de las civilizaciones”?

El argumento sobre el choque de civilizaciones ignora por completo que, en el mundo globalizado de hoy, casi ninguna sociedad es “una sola cosa” sino una composición “variopinta” de múltiples grupos e identidades. Peor aún, a partir de su lectura errónea y simplista, este tipo de discurso tiende a reproducir categorías como “nosotros” (Occidente) y “ellos” (Islam), o “civilización” y “barbarie”, que profundizan las hostilidades y los antagonismos entre distintos países y las diversas comunidades que residen al interior de estos, aumentando las posibilidades de conflicto y violencia. Así, y paradójicamente, el “choque de civilizaciones” termina convirtiéndose en una profecía que genera, ella misma, las condiciones para que se cumpla.

¿Por cuáles razones políticas, históricas y culturales están reproduciéndose y creciendo, en medios musulmanes, grupos de la crueldad extremista de Al Qaeda, Estado Islámico y otros, con el éxito que parecen tener entre sus jóvenes?

La monstruosidad de los métodos practicados por grupos como el Estado Islámico, con sus decapitaciones públicas y televisadas, hace perder de vista que se trata de actores hábiles en lo táctico militar y en lo político, con amplias fuentes de financiación, incluso por parte de algunas naciones con arraigo en determinadas poblaciones locales, y con métodos sofisticados de reclutamiento y comunicación social.

Además, debe haber motivos concretos para que ese tipo de fenómenos esté prosperando en pleno siglo XXI.

Así es. Pienso que son cuatro las razones principales que explican su éxito en el pasado reciente: 1.- Las políticas anti-terroristas de Occidente, en especial de Estados Unidos, que han terminado por marginar a muchas poblaciones musulmanas y acrecentar los sentimientos antiestadounidenses y antioccidentales 2.- La discriminación estructural practicada por la mayoría de los países occidentales. 3.- El tipo de gobiernos que se observa en numerosos lugares de Medio Oriente y Norte de África y 4.- La sin salida en que se encuentran sectores significativos de jóvenes.

El Secretario de Estado norteamericano John Kerry visitó el viernes pasado al presidente Hollande ¿La presencia de Estados Unidos en esta especie de alianza occidental ¿servirá para disuadir otros ataques yihadistas o los incentivará?

La presencia de Kerry en París, creo, obedece a la necesidad de Estados Unidos de seguir mostrándose como líder a nivel mundial, pese a haber perdido su status de hegemonía. Aunque se observan muchas críticas sobre los excesos de poder cometidos por Estados Unidos, en especial durante la lucha antiterrorista declarada por George W. Bush, muchos “occidentales”, entre ellos los europeos, esperan que Washington ejerza liderazgo ante distintos problemas internacionales, justo cuando hechos como el de Paris están retando el orden liberal y poniendo en duda la capacidad de Occidente de administrar un mundo que se encuentra en proceso de transformación.

La conclusión, de acuerdo con lo que usted dice, es que la presencia de Estados Unidos no solo no sirve para mejorar la seguridad mundial, sino que empeora la situación.

En lo más mínimo la participación de Estados Unidos, ni la creación de una “alianza” occidental en contra de la “barbarie yihadista” servirá para disuadir ni reducir los ataques. Todo lo contrario: podría actuar para fortalecer a los grupos más radicales, en especial si se hace una nueva declaratoria de “guerra” en su contra. Así como la “guerra contra el terrorismo” post-11 de septiembre actuó para empoderar y radicalizar a los distintos movimientos islamistas que operaban en el Medio Oriente y el Norte de África, la reacción de Europa y Estados Unidos a los hechos recientes en Francia, puede fomentar la popularidad de grupos como el Estado Islámico y ayudar, en lugar de impedir, sus esfuerzos de reclutamiento.

¿Es cierto que el terrorismo yihadista tiene raíces parciales en las intervenciones armadas norteamericanas y europeas, en las guerras regionales de Irak, Afganistán, Somalia, Chechenia y otras?

La yihad global que declaran Osama Bin Laden y sus asociados a finales de los años 80, y que da lugar al nacimiento de Al Qaeda, se cocina principalmente en la guerra contra la ocupación soviética en Afganistán. Pese a que los islamistas árabes y los mujahideen afganos a quienes conocemos hoy como talibanes, fueron financiados y coordinados por Estados Unidos en contra de un enemigo común, la intervención extranjera fue interpretada por ellos como una influencia dañina y contaminante. Dicho discurso se acrecentó después de la Primera Guerra del Golfo Pérsico de 1991, se materializó con la declaración de guerra por parte de Al Qaeda contra Estados Unidos en 1998 y se radicalizó en respuesta a las guerras de Estados Unidos en Afganistán e Irak en 2001 y 2003.

En concreto, ¿fueron esos hechos los que produjeron el efecto de potenciar a Al Qaeda hasta convertirla en la fuerza terrorista internacional de las dimensiones que conocemos hoy?

Antes del 11-S, Al Qaeda era una organización relativamente bien definida, jerarquizada y con presencia territorial en un número pequeño de países, en especial Afganistán y Pakistán. Sin embargo, como ocurrió con la “guerra contra el narcotráfico”, que tuvo el efecto de esparcir el problema en términos geográficos, la lucha mundial antiterrorista, en especial después de la muerte de Osama Bin Laden en Pakistán, convirtió a Al Qaeda en un movimiento amorfo, heterogéneo y multinacional, con operaciones y “franquicias” en al menos 16 países. Muchas de éstas son más radicales que su progenitor, y en el caso específico del Estado Islámico, que nació como Al Qaeda en Irak, controlan más territorio en el mundo árabe de lo que Al Qaeda logró en toda su historia. Así, podría afirmarse que en lo que se refiere al yihadismo radical, el argumento algo desgastado de que la violencia y el odio cultivan más violencia y odio, resulta muy cierto y apropiado.

Efectos negativos en Latinoamérica

¿América Latina está aislada de la confrontación entre Occidente e Islam, o puede verse atacada por el yihadismo radical?

Rechazo referirse a un mundo dividido en dos partes porque es analíticamente problemático y políticamente peligroso. Si bien América Latina parece estar aislada de la violencia y de los problemas políticos que se asocian con el yihadismo radical, no lo está de los efectos negativos de la globalización neoliberal y el desgaste de la democracia liberal. Como ocurre con muchos jóvenes musulmanes en Europa y otros lugares, los latinoamericanos de bajos recursos sufren condiciones similares de marginación, falta de oportunidades y brutalidad policial. Estas circunstancias generan un caldo de cultivo similar para la radicalización, aunque de naturaleza distinta.

Colombia tiene alguna población musulmana ¿Esto podría ser caldo de cultivo para reclutar terroristas para Al Qaeda o el Estado Islámico?

Además de que la población musulmana es minoritaria en Colombia, el hecho de que no se haya estigmatizado de la misma forma que a otros grupos, como por ejemplo los judíos e incluso, la izquierda, y que sus integrantes no sean, en términos generales, de extracción socioeconómica baja, hace difícil imaginar que el país sea terreno fértil para el reclutamiento terrorista.

“Visión miope y parroquial” del mundo

Se ha probado que el yihadismo radical está reclutando cada vez más adeptos europeos ¿Cómo explicar que mentalidades democráticas, puedan encontrar su ideal en fenómenos opuestos?

Se estima que el Estado Islámico cuenta con unos 12.000 militantes extranjeros de unos 81 países, de los cuales 3.000 pueden ser de Occidente, especialmente de Inglaterra y Francia. El atractivo del yihadismo radical entre jóvenes de segunda y tercera generación con raíces musulmanas pero nacidos y criados en Europa, reside, tal vez, en el propósito y sentido de pertenencia que les permite ser parte de una lucha frente a los “atropellos” de Occidente contra el Islam, en contraste con el desarraigo que experimentan en sus lugares de origen.

¿Sería prudente que aquí se incorporen cátedras sobre el mundo musulmán?

Creo que es hora de que en Colombia se dé una ampliación y fortalecimiento de la enseñanza sobre los asuntos globales. Empezando por la forma como se practica la política y la economía internacional, hasta la comprensión no solo del yihadismo radical sino de lo que está ocurriendo en la vecindad, la manera de analizar lo internacional en la prensa, las escuelas y el mismo Estado, resulta limitada por no decir miope y parroquial. Es urgente poner a Colombia a tono con las exigencias y las complejidades del mundo actual.
 

Por Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador

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