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Érika Krum, la voz de la radionovela

Participó en radionovelas de los 50 y novelas como 'Dejémonos de vainas' y 'San Tropel', fue un ícono de los inicios de la televisión en el país. Retrato de su carrera y su vida.

Juan David Torres Duarte
24 de junio de 2013 - 01:11 p. m.
Érika Krum, la voz de la radionovela

Comenzó como bailarina. Y al mismo tiempo actuaba. Tenía apenas 11 o 12 años, y empezaba su carrera en el Teatro Municipal. “Hacíamos de todo —contó en la Radio Nacional, con tono algo infantil, divertida—, intervenía en el grupo de danza distrital. Por ahí pasamos todos del Municipal al Colón. Subí del teatro a la radio, y del radio a la televisión”. Intervenía, de tanto en tanto, en dramatizados infantiles en la radio de La Voz de la Víctor, por los años 40, programas que trasmitían los sábados. Y de allí, como dice ella, fue ascendiendo; años después, se convirtió en una de las protagonistas de ‘Dejémonos de vainas’ y de ‘San Tropel’.

“Yo me metía a la radio —cuenta—. Yo pedía que mi familia llevara al teatro y veía. Y como también sabía que había una compañía en radio, iba y me metía”. No llegó allí por sus padres, ni por contactos. Sólo porque quiso. “Perdí la familia cuando entré al teatro, porque no querían saber nada de una cómica, cómo mi mamá me dejaba participar en esas compañías de esos locos artistas”. Iba en contracorriente, quizá. Apenas entraba a la adolescencia y se topaba con los ensayos en el Teatro Municipal y luego en la radio y también, al mismo tiempo, en la danza. Ya por ese tiempo había pasado por el conservatorio, donde aprendía a tocar piano. “Pero en vez de música, terminé de bailarina”.

Esa voz modulada, constante, atrayente, se fue metiendo por otros resquicios. Los dramatizados fueron su centro, como el de muchos otros actores de entonces; esos mismos espacios son reconocidos por buena parte de los colombianos, en parte porque no todo el mundo tenía acceso a la televisión y en parte porque la radio permitía imaginar aún más la trama y los conflictos a través de las voces de estos personajes. En esa correría por las radionovelas, Krum hizo el papel que quizá más la catapultó: la voz del pequeño Solín, amigo de Kalimán, la serie que comenzó a ser transmitida en 1963.

De allí, son innumerables las producciones en que participó Krum: Oración por los que sufren, El amor que quisiste, Senda de rencor, La Gaviota, Rojo y negro, Yo y tú, Dialogando, Ábrete Sesamo, Aventuras infantiles, Teleclub, Los sábados de Fabricato, Telediacto y Manuelita Sáenz. Estos fueron 25 años de trabajo, entre 1954 y 1979. Vinieron los años 80 y su trabajo, aunque no fue tan numeroso, sí cruza parte de las más importantes novelas de ese entonces en Colombia: San Tropel, El divino, La casona del odio, Pero sigo siendo el rey —basada en la novela de David Sánchez Juliao— y Bolívar.

A finales de esa década hizo uno de los papeles que más recordación produjo entre los televidentes: la tía Loli en Dejémonos de vainas. Su frecuencia en la televisión y la radio disminuyó en las décadas siguientes. Actuó en La lectora, Manates del desierto, Rauzán y Las aguas mansas. Su voz suave, no tan gruesa, no tan delgada, es recordada hasta hoy, tanto como su actuación en Dejémonos de vainas, donde interpretaba a una mujer de raíces bogotanas, en su tono, en su vestimenta, en sus movimientos.

Desde pequeña, pues, supo que el único modo de vivir era con su voz y con sus movimientos. Con el arte de someter el cuerpo a una ficción. Quizá lo que dijo uno de sus hijos vaya más allá de eso: “Erika Krum es ejemplo de virtuosidad en el arte”.

Por Juan David Torres Duarte

 

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