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Asesinado el director de El Espectador

Registro de la noticia del asesinato de Don Guillermo Cano el 17 de diciembre de 1986.

El Espectador
22 de mayo de 2012 - 05:01 p. m.
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 El director de El Espectador, Guillermo Cano Isaza, fue asesinado anoche por dos sicarios al salir de las instalaciones de este diario, después de su jornada habitual de trabajo.

El crimen causó consternación y una inmensa oleada de protestas, así como inmediatas medidas por parte del gobierno para reprimir la acción de los violentos. Cuando se dirigía a su residencia del norte de Bogotá, Don Guillermo Cano recibió cinco impactos de arma de fuego, disparados por un individuo que junto con otro lo esperaba cerca a la entrada principal del periódico.

A las Siete y quince de la noche se produjo el crimen, cuando don Guillermo Cano, al timón de su vehículo, redujo la velocidad para girar hacia el norte, en el cruce de la carrera 68 con calle 22. Fue detectado sorpresivamente por un hombre que le estaba esperando en el extremo del separador central de la congestionada vía. Disparó sucesivamente sobre la ventanilla izquierda del conductor.

El deceso del ilustre periodista se produjo poco antes de las ocho de la noche en la Clínica de la Caja Nacional de Previsión, a donde fue conducido con heridas de naturaleza necesaria mortal por cuanto los proyectiles le interesaron órganos.

La noticia sobre el atentado causó gran conmoción en Colombia y en el exterior y dio lugar a infinidad de manifestaciones de repudio por el grave crimen.

Repudio nacional

Los expresidentes de la República, las directivas políticas de todos los sectores y tendencias, la prensa, la iglesia, los altos mandos militares, los gremios, los sindicatos, líderes de distintas actividades y voceros de las más diversas actividades nacionales, se pronunciaron con estupor para repudiar el atentado y señalar que él va dirigido fundamentalmente contra la prensa libre, para tratar de acallarla e impedir que continúe sus implacables denuncias contra el narcotráfico.

Decreto de honores

Al enterarse de la infausta noticia, el presidente Virgilio Barco convocó un Consejo de Ministros que sesionó hasta las horas de la madrugada, al término del cual fue expedido un decreto de honores. El ministro de Gobierno, Fernando Cepeda Ulloa, leyó por Radio Nacional una declaración para condenar el vil asesinato.

El sepelio

El cadáver de don Guillermo Cano permanece en la Caja Nacional de Previsión hasta después de que se practicaron las diligencias legales y en la madrugada fue trasladado a las instalaciones de El Espectador para su velación en la sala principal. En este mismo lugar se efectuarán hoy las exequias, a las once de la mañana, y posteriormente recibirá sepultura en los Jardines del Recuerdo. El presidente y sus ministros se harán presentes en los funerales.

El ataque

A las siete y quince minutos de la noche al término de la jornada, don Guillermo Cano abandonó el periódico y como era su costumbre salió por la puerta principal del edificio que da sobre la Avenida 68, al timón de su camioneta Subaru para dirigirse a su residencia en el norte de la ciudad.

Cuando el periodista redujo la velocidad del vehículo para hacer una "U" que le permitiera tomar la avenida rumbo al norte, fue atacado sorpresivamente por un individuo que lo estaba esperando en el extremo del separador central de la vía que da a la Calle 22, y quien disparó una ráfaga de metralleta sobre la ventanilla izquierda del automotor.

Alcanzado por varios de los proyectiles, don Guillermo perdió el control del vehículo y éste fue a estrellarse contra un poste del alumbrado público situado sobre el andén oriental de la avenida.

Según algunos testigos, el autor del atentado subió a la parrilla de una motocicleta en donde lo esperaba un segundo individuo en cuya compañía emprendió la fuga a toda velocidad rumbo al norte de la ciudad y sin que nadie acertara a salir en su persecución.

En el automóvil particular de uno de los empleados del periódico, Don Guillermo Cano fue trasladado a la clínica de la Caja Nacional de Previsión, en donde pese a los esfuerzos realizados por un equipo de ocho médicos cirujanos, entre ellos, los doctores Gabriel Mantilla y Odilio Mendieta Sandoval dejó de existir hacia las 7 y 57 minutos de la noche.

Por El Espectador

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