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Interpretó a uno de los personajes más recordados de la literatura colombiana, documentó la reconstrucción social de una comunidad desplazada del Ariari, cocina desde hace años el rodaje de una película sobre la vida de Pablo Escobar, se prepara para recibir su primer premio Oscar.
Después de interpretar a Florentino Ariza en El amor en los tiempos del cólera y de haber producido el documental Invisibles –que se proyectará en el Festival de Cine de Cartagena que comienza este viernes–, Javier Bardem está listo para caminar por la alfombra roja del teatro Kodak de Los Angeles en la entrega número 80 de los premios Oscar. Su candidatura es la gran favorita para llevarse el premio a mejor actor de reparto por su terrorífico papel en la también favorita No country for old men –Sin lugar para los débiles– de los hermanos Coen.
En momentos en que su relación con Colombia se hace cada vez más estrecha, en momentos en que es considerado uno de los mejores actores del mundo, en un año en el que lleva un premio Bafta y un Globo de Oro, Javier Bardem habló esta semana para El Espectador.
¿Por qué decidió escoger a Colombia como uno de los lugares para rodar ‘Invisibles’?
El documental nace de la idea de resaltar los conflictos olvidados que tienen que ver con situaciones límites en diferentes partes del mundo. Se basó en una lista que hace todos los años Médicos Sin Fronteras que se llama el top ten de las crisis olvidadas. Y uno de los temas importantes era el tema de los campesinos desplazados en Colombia.
¿Qué significó para usted tener un acercamiento a esta realidad?
La pieza sobre Colombia me tocó especialmente, teniendo en cuenta que todos los otros casos filmados en otras partes del mundo son muy fuertes. Sabía de esa realidad pero no la había visto plasmada hasta que vi el documental. Me pareció un aplauso al coraje, a la lucha y a la fe de la gente de las comunidades.
¿Qué tan estrecha es su relación con Colombia?
He tenido la oportunidad de conocer una de las Colombias. La gente colombiana me pareció encantadora. Yo siempre digo que la esperanza para muchas de las cuestiones que tanto amenazan a este mundo tan loco y tan polarizado reside en Latinoamérica, en la gente latinoamericana.
Después de interpretar al temido Antón en ‘No country for old men’, ¿cómo se prepara para el papel de Pablo Escobar?
Tanto el director Joe Carnahan como yo siempre hemos hablado del gusto que tenemos por trabajar juntos. Nuestra intención es que se haga un buen proyecto basado en el libro Killing Pablo. Creo que es un buen libro, pero falta que se traduzca en un guión que sea tan complejo como él. Por ahora no estoy preparando el personaje. Es un proyecto que está entre manos, al que le ha llevado tiempo llegar adonde está y creo que necesita más tiempo para arribar al sitio correcto.
Pero, ¿por qué se interesó en la historia del capo?
Creo que es un personaje altamente complejo. Sin ser yo un erudito ni un gran conocedor de la personalidad de Pablo Escobar, creo que él no es un personaje de brocha gorda. No es un personaje que se pueda resolver en letras mayúsculas. Tenía muchas letras minúsculas también. Es alguien que era adorado por mucha gente; repudiado y odiado por mucha otra. Y esas dos caras tienen que estar en el personaje. Si no, solamente se traduciría como el villano de la película. Evidentemente él hizo muchas atrocidades, pero si vas a hablar de un personaje así, es porque te interesa saber qué lado humano tenía.
¿Cómo preparó el personaje del temible Antón?
Yo creo que la calidad del trabajo es independiente del reconocimiento. Los trabajos cinematográficos dependen mucho de que los proyectos estén tocados por una gracia que se le puede llamar divina, o se le puede llamar fortuita. Nunca se sabe exactamente qué es lo que estás haciendo y si a la gente le va a interesar en lo más mínimo. Se puede apostar y aceptar el riesgo de pensar que hacerlo tiene algún sentido. En el caso de los Coen se ha dado la gracia. A la gente le impacta mucho la propuesta de ese trabajo. Dentro de esa película está mi personaje y dentro de ese personaje estoy yo. Pero no creo que sea algo de lo que yo sea responsable, sino que soy parte de una maquinaria que ha dado sus frutos.
Muy seguramente será el ganador del Oscar por ese papel. ¿Qué esta pensando ahora que se acerca la ceremonia?
Aunque suene muy utópico, es un honor. El hecho de que gente de la industria, gente profesional que está acostumbrada a trabajar con el cine de todo tipo, considere que tu trabajo merezca estar en ese grupo de cinco personas, me parece impresionante. Evidentemente, todos tenemos nuestra vanidad. A todos nos gusta que nos reconozcan pero creo que eso no es sinónimo de calidad. Es imposible medir el talento. El arte y la creatividad no se pueden medir. Decir cuál de las cinco interpretaciones es la mejor es imposible.
¿Cómo fue estar en su primera ceremonia en el año 2000, cuando fue nominado como mejor actor principal por su papel en ‘Before night falls’?
La primera vez tiene que ver mucho con la impresión que uno percibe de estar en ese circo. No deja de ser un circo. Esta vez se tiene el placer de saber que es una fiesta que celebra los trabajos de mucha gente que uno admira. Uno está invitado a esa fiesta, si hay un regalo, que sería el premio, será porque ha habido suerte. Pero lo importante es que te hayan invitado a esa fiesta y pasarte lo mejor posible.
¿Cómo fue trabajar con los hermanos Coen?
Son dos personas muy tranquilas, realmente inspiradas pero que no hacen halago de ello. Ellos no se toman a sí mismos en serio. Se toman el trabajo muy en serio, pero saben que al final todo esto es un juego donde el placer debe primar sobre el miedo o la responsabilidad. Cuando se llega a hacer parte de esa filosofía, el trabajo se hace divertido. Trabajar con ellos es una sensación de placer.
¿Qué significa para usted la actuación?
Creo que el cine es un trabajo de mucha gente y el actor tiene que ser un vehículo de transmisión de la idea de lo que el personaje representa, de transmisión de lo que el autor quiere contar a través de ese personaje. Pero hay que tratar que el ego del actor, del cual tenemos bastante, y yo el primero, se quede fuera de todo ese viaje. Si no, el trabajo puede ser acerca de uno.
¿Qué sensación le da ver a sus personajes en pantalla?
Yo siempre digo que la necesidad de interpretar no tiene absolutamente nada que ver con la necesidad de verse en esa interpretación. No creo que ningún actor del mundo le guste verse. Otra cosa es que necesites verte de vez en cuando para saber si realmente las propuestas que trajiste a la mesa fueron válidas o no; si te equivocaste, si creíste ir en una dirección y te fuiste por otra. Si a todos nos cuesta vernos en una fotografía, en la que decimos “¡uy, qué feo estoy!”, imagínese en la pantalla grande. Es muy chocante. No creo que nadie se pueda acostumbrar a eso. No creo que haya placer en ningún actor a la hora de verse. Ni siquiera cuando lo hacen bien.