Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Aunque fue un reinado de belleza el trampolín de Ruddy Rodríguez hacia la fama, no fue un hecho premeditado en su vida. Desde niña, la actriz venezolana solo quería ser, precisamente, actriz, por ello su participación en Miss World Venezuela en 1985 fue para ella un personaje más en su carrera´, que ya suma 20 años. Esta experiencia, dice, le sirvió para "tener buenos modales, aprender a maquillarme, a caminar en tacones" y dejar atrás su época de bohemia y recordarla cada vez que ve la película Miss simpatía, protagonizada por Sandra Bullock.
Espontánea, polifacética y siempre con una sonrisa a flor de labios, Rodríguez dice que planea muy bien todos sus proyectos y los personajes que interpreta. Se describe como una loca porque siempre se la juega. Cuando quiere algo, va tras ello hasta que lo consigue y si no sucede, se dice: "Rodríguez, no tenías que hacerlo". Por lo tanto, siempre tiene anécdotas que contar. Por ejemplo, para Lejana San Miguel en Amores de fin de siglo contrató a un coreógrafo, que ahora es uno de los bailarines del Circo del Sol, para preparar el personaje.
"Esas son cosas que salen de mi bolsillo, porque me gusta que mis papeles queden bien hechos. Igual sucedió cuando decidí cantar. Contraté a Rudy La Scala para que me escribiera las canciones. Grabé el disco y curiosamente, por esa época hicieron un disco en España donde estaban Paloma San Basilio, Django, Carlos Matta, Franco de Vita, Rudy La Scala y Ruddy Rodríguez. Me fue bien, pero no es mi fuerte, aunque yo considero que un artista debe saber cantar, bailar, en fin, y si no lo sabe, debe aprenderlo".
Para que Ruddy Rodríguez tome un personaje, definitivamente debe atraparla. Eso sucedió con Gilma Zuleta de La ministra inmoral, que lo vio como la oportunidad para jugársela pues cree que la vida está llena de riesgos y juegos que hay que tomar. Esta es su sexta producción cinematográfica como actriz y pronto se lanzará como productora. Está a la espera de los resultados de la convocatoria del Fondo Cinematográfico de Venezuela para iniciar este proyecto con un guión escrito por Jorg Hiller, una aventura de amor en el marco de un hecho histórico en Venezuela.
Hay un lema que Ruddy Rodríguez siempre lleva en primer lugar: sacar de su repertorio las frases "Yo no puedo" y "¡Ay!, qué pena". Con esta premisa por delante, inicia todos sus proyectos, incluyendo sus negocios. "Creo que un artista no debe tenerle miedo al ridículo. Ahora digo que el personaje de conciencia de La ex me enseñó a ser lo más ridícula que se pueda ser en la vida y sin darme pena. Me daban permiso para improvisar y eso fue maravilloso", afirma.
En su faceta como empresaria se siente exitosa y le da los créditos del triunfo a su familia y sigue adelante con sus negocios, pues siente que como artista debe tener un segundo frente. "Uno no puede depender de su cara o de su cuerpo, sino de su talento, que también se puede aplicar en otros campos. No me gusta quedarme con una sola cosa, porque me aburro. Tengo que cambiar constantemente, pero ojo, soy muy consecuente con las cosas que quiero". Por ello, además de hacer novelas, hace películas y su monólogo que durante siete años ha llevado bajo el brazo a cada lugar que visita.
Se considera una mujer con los pies en la tierra. Aunque reconoce que es una celebridad, se guarda el estrellato en el bolsillo, pues lo importante para ella es trabajar con tranquilidad. Y en este sentido es que ha mostrado también su faceta de filántropa. En su país lidera la Fundación Camino a la Felicidad, que se activa debido a la situación política que vivía Venezuela en la década del 80. Por ser una fiel admiradora de la tolerancia y el respeto al derecho ajeno y rechazar los individualismos, se abanderó de la fundación donde trabaja con los valores, crea plataformas de sentido común y la labor social es a nivel carcelario y educativo.
"No me interesa una posición política, sólo de qué manera los artistas entendemos la responsabilidad social que tenemos. Nuestra función no es sólo salir en televisión y entretener. En mi caso personal, debo tener algo paralelo que me haga sentirme útil, qué mejor si puedo ser la voz de personas que no tienen la palabra porque no les dan la oportunidad. Así, me puedo acostar en las noches diciendo, púchale, hice algo por alguien", concluye.