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‘Cuestión de familia’ fue su debut en las novelas. ¿Le quedó gustando el género o piensa volver a los cuentos?
Voy a dejar que el material dicte el género. Algunas historias se prestan más para un género que para el otro.
¿Qué tiene de particular la relación madre-hijo que usted narra en el libro?
Frente a las astutas manipulaciones de la mamá, el hijo siente exasperación, pero al mismo tiempo compasión porque ella vive en una clase de realidad alternativa; una que ella presenta como exitosa y emocionante cuando de hecho es bastante fracasada y solitaria.
¿Y cómo ve a su madre ahora que es padre?
Todavía es temprano, pero si un día mi hija me acusa de intentar controlarla o yo la acuso de no quererme lo suficiente, entendería más a mi mamá.
¿Cómo llegó a Colombia?
Como joven, pasé un tiempito en México y Nicaragua, y quedé encantado con América Latina. Años después vi un clasificado que ofrecía un puesto de docente en Colombia. En el momento estaba aburrido con mi trabajo, no tenía novia y nada para anclarme. Así que vine y me quedé.
¿Por qué decidió quedarse?
Me gusta el ritmo de vida, la imprevisibilidad, la espontaneidad. Me parece menos artificial, más auténtico.
¿Y por qué Cali?
El verano siempre fue mi estación preferida. Aquí siento que estoy en vacaciones todo el año. (No se lo digan a mi jefa). Me fascina el clima, la exuberancia tropical, la diversidad étnica, la belleza de las mujeres, el calor humano. Aquí se puede abrazar a los amigos y besar a las mujeres. Hasta a mi dermatóloga. ¿Quién en los EE.UU. besa a su dermatóloga?
¿Qué de la cultura caleña se le ha pegado?
Cuando llegué, era el típico gringo: franco, directo, siempre al punto. Apresurado por no llegar tan tarde a clase, le pedí al vigilante: “¿Me puedes abrir el salón 304?” y él respondió con una cortesía mordaz: “Buenas tardes, profesor”. Ahora cuando lo veo, le digo: “Hola, muy buenas tardes. ¿Cómo estás? ¿Cómo está tu familia?”
¿Qué de la cultura gringa aún tiene latente?
Los taxistas dicen que mi manera de tirar las puertas duras. Mis amigos dicen que es mi manera de referirme a las estadísticas para todo. El escepticismo frente a las supersticiones, la brujería, las apariciones de Cristo en las baldosas, los milagros, la astrología, etc.
¿Ya es un duro bailando salsa?
Me defiendo, como dicen ustedes. Tomé clases por un tiempito. Una pareja de bailarines jóvenes venía a mi casa.
¿La música que más le gusta?
Jazz y rock. Música cubana.
¿Cómo lo conquistó su esposa?
Me pidió que le enseñara a flotar de espaldas.
¿Lo que más le gusta de Colombia?
Tirado en mi hamaca bajo las palmas y los plátanos, disfrutando la serenata de los grillos y las ranas, llamo a la tienda a las dos cuadras para pedir una canasta de Club Colombia. La señora contesta: “Por supuesto, mi amor”, y el tipo me la trae a la puerta en su bicicleta. ¿Qué más quiere uno?
¿Y lo que más extraña de Estados Unidos?
Cada vez menos. La tecnología ayuda. Cuando llegué, para conocer los resultados de los partidos de béisbol, tenía que ir hasta el Hotel Intercontental y comprar un USA Today ya pasado de fecha. Ahora puedo ver los partidos en vivo o archivados en el computador.
¿Cómo le fue con su libro ‘Alerta de terremoto’?
Fueron generosas las reseñas y los comentarios. Y la gente sigue leyéndolo, lo que me agrada. Pero como dijo Raymond Carver: “Escriba todos los días, sin esperanzas y sin desesperanzas”.
¿Y cómo le va como docente?
Me gusta compartir con los estudiantes. Tenemos algo que ofrecer el uno al otro. Me gusta el dicho de ustedes: “Si los jóvenes supieran y los viejos pudieran...”.
¿Es un profesor cuchilla?
En el principio un poco, pero he aprendido a adaptarme a un ritmo más suave.
¿Cuál es la fuente de su inspiración?
Grandes libros que he leído, grandes películas, gente fascinante, los misterios de la vida, tratando de descifrarlos.
¿Un ‘tip’ para explotar la creatividad?
Un escritor no tiene que buscar sus obsesiones. Las obsesiones lo buscan a uno. Es como escuchar un susurro. No busques algo afuera. Busca adentro. Escucha.
¿Cuál es el secreto para que sus libros tengan éxito?
La honestidad emocional, la profundidad psicológica, el humor.
¿Una anécdota de cuándo llegó a Colombia?
Pidiendo una hamburguesa, dije a la cajera, “Para ir”, como se dice en inglés, “To go”, en vez de “Para llevar”. Otra vez iba solo en un bus de Cali a Quito. Cogí un buen asiento y me acomodé. Luego me paré un momentico para comprar algo de comer y alguien robó mi asiento. Me tocó sentarme al fondo, en un asiento incómodo sobre el motor. Quería pegarle una buena vaciada al tipo, pero hablaba poco español. Así que crucé mis brazos y dije en voz alta: “¡Estoy enojado!” .
¿Por qué la literatura?
En la secundaria, empecé a escribir humor con un amigo que hacía comedia stand-up. Matriculé en un curso de escritura creativa, sin la menor idea de que se trataba. Pero después de entrar tambaleando por la puerta de atrás, como me ha pasado muchas veces en mi vida, descubrí un mundo fascinante.
¿Quién es su mayor crítico?
Mi mejor amigo. Cuando lee algo mío, dice: “Está bien, pero me has dicho cosas mejores cuando estamos tomando”.
¿Y usted a quién critica?
La escritura intelectualoide, seca, sin emociones, “experimental” o “posmoderno”, lleno de trucos (¡Ja, ja, lector, te engañé!).
Lo que no le puede faltar a la hora de escribir:
Poder entrar en una especie de trance, donde uno se desconecta del resto del mundo y se convence de que lo que pasa en la página es más importante que la vida “real”. Cada escritor tiene una manera de alcanzar ese estado. Cada escritor aprende a conocer su “dosis”. Cuando le preguntaron a Faulkner que si bebía mientras escribía, respondió: “No siempre.”
¿Cuáles son sus temas predilectos a la hora de escribir?
La soledad, la pérdida, el anhelo, el amor, la muerte, la búsqueda por un sentido, en la vida, los matices de las relaciones humanas, el misterio en el cotidiano.
¿Cuál es el secreto para que sus libros tengan éxito?
La honestidad emocional, la profundidad psicológica, el humor.
¿El libro que más le gustaba cuando era niño?
Huckleberry Finn.
¿Y el que más le gusta ahora?
Crimen y castigo.
¿El último que leyó?
Tracciones de la memoria, de Héctor Abad.
¿El mejor reconocimiento que ha recibido?
Ser aceptado como “escritor colombiano”.
De niño, ¿qué quería ser cuando grande?
Basquetbolista.
¿El negocio de los libros sí es rentable?
No, pero la pregunta, más bien, es: ¿Qué te parece más importante hacer con tu tiempo?
La literatura ¿para qué?
Para poner un espejo en frente del lector, hacerle reflexionar sobre su propia vida: en las decisiones que ha tomado, en las cosas que ha hecho, en la clase de persona que es, en la muerte. Al producir estas reflexiones, la literatura se nutre de la misma forma en que otra gente se alimenta a partir de la religión. Una buena obra te hace sentir más vivo, te pone en contacto con tus emociones, te deja acercar más a entender los misterios de la vida.
¿Cómo se quita el estrés?
¡Sexo, drogas, y el rock’n’roll!
¿Una habilidad oculta?
Silbar tan duro que me duelen mis propios oídos.
¿A qué le teme?
Las pruebas de sangre, las goteras (en mi estudio), las alturas sin rejas, las alturas con rejas, la impotencia, el cinismo, las requisas, la construcción de una iglesia evangélica detrás de mi casa, la muerte por accidente de tráfico, la muerte por arma corta punzante, la muerte por relámpago . . .
¿Y de qué se arrepiente?
De las cosas que digo cuando tengo rabia.
¿Un proyecto a largo plazo?
Escribir. Vivir. Amar.