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En el exilio no se pierde la esperanza

Cerca de 80.000 cubanos, que viven fuera de la isla, quieren cerrar las heridas que les dejó la Revolución.

Érika Fontalvo / Madrid
30 de diciembre de 2008 - 10:00 p. m.
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Decía el poeta español Juan Ramón Jiménez que el gran amor del hombre es la libertad. Tras haberla perdido durante más de un año, el también poeta y periodista cubano Raúl Rivero Castañeda la valora con infinita pasión.

Rivero, llamado el poeta maldito de la Revolución, fue condenado en 2003 a 20 años de cárcel por realizar, según el gobierno de la isla, “actividades subversivas”, entre ellas, publicar en medios de prensa extranjeros crónicas que atentaban contra la “independencia e integridad territorial de Cuba”. Luego de intensas presiones internacionales lideradas por España, Rivero, quien padecía graves problemas de salud, fue excarcelado en noviembre de 2004 y se exilió en Madrid.

A Rivero, ganador del Premio Mundial de la Libertad de Prensa 2004 Unesco - Guillermo Cano, le duele lo que pasa en su patria. Su posición desde La revista de Cuba, la publicación que dirige en España, siempre ha sido muy enfática: la transición en la isla debe ser “incruenta, sin violencia y muy sensata”, y debe darse como el resultado de un proceso dirigido por sectores de la población cubana que conforman hoy una “oposición pacífica alerta”.

Hoy, a través de la Federación Española de Asociaciones Cubanas (Fecu), que aglutina a las principales organizaciones de disidentes en este país, Rivero y los más de 80 mil disidentes que residen en España siguen trabajando para sentar las bases de una transición democrática y pacífica en la isla, así como para lograr la liberación del resto de presos políticos.

El secretario general de Fecu, el abogado Ernesto Gutiérrez Tamargo, acusa a Fidel Castro de traicionar la Revolución que hace 50 años inspiró al pueblo cubano. “Castro impuso en dos años, 1959-1961, un esquema político, social y económico con una batería de medidas ajenas completamente a los presuntos ideales del movimiento revolucionario que empezó contra la dictadura de Fulgencio Batista… Y se convirtió en un satélite estratégico-militar de la Unión Soviética plegándose al comunismo internacional. La gente en Cuba está cansada, desesperanzada, desilusionada, hastiada…”, concluye.

“Perdonar, sí; olvidar, no”

Gutiérrez Tamargo, amante de la política y respetuoso de las leyes internacionales, califica la disidencia como “la auténtica sociedad civil militante de Cuba” y considera que su papel será fundamental para allanar el camino hacia un nuevo país. Para avanzar en esa dirección, hacia la llamada “transición”, se requiere a su juicio “una amnistía absoluta para todos los presos políticos y de conciencia; reformas profundas, no cosméticas que garanticen la libertad de reunión, asociación y prensa”, y una ley de cambio político, la convocatoria a una Asamblea Constituyente refrendada en referendo y elecciones generales.

“Es deseable que la disidencia, el exilio, el pueblo todo, perdonen y pasen esta oscura y triste página de la historia cubana que es el castro-comunismo totalitario, que no busque la venganza, pero sí la justicia, sí el resarcimiento moral y ético, incluso, el económico”, precisa.

Convencido que tras el fin del régimen dictatorial acabará el embargo de Estados Unidos y volverán muchos de los exiliados dispersos en el mundo, Gutiérrez Tamargo asegura que el pueblo cubano quiere, cuanto antes, cerrar sus heridas: “En Cuba, estos 50 años son vistos desgraciadamente como un año más de dolor, de espera frustrada, pesar insatisfecho, ilusiones contenidas y proyectos que quedan siempre para el año que viene”, sostiene.

Por eso dice que hay que mantenerse en pie de lucha, nuestra misión es alimentar la esperanza para que no desfallezca la ilusión y la fe de que conseguiremos salir adelante y al final nos abrazaremos todos en Cuba. El futuro no sólo es nuestro y nos pertenece, también nos espera”, concluye.

Por Érika Fontalvo / Madrid

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