Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
“Tenemos el alcalde con mayor aprobación del país”, es una frase que, al menos durante los últimos 15 años, jamás se había escuchado en las calles de Barranquilla. Que el alcalde está siendo investigado o que van en aumento la corrupción y el caos, en cambio, fueron por mucho tiempo el pan de cada día con el que tuvieron que desayunar los habitantes de la principal ciudad de las costas colombianas, que se levanta imponente entre el río y el mar.
Aquí, como en buena parte de la región, las historias de desgreño y podredumbre de los dirigentes eran casi lo único que había para contar en las administraciones. Un ex mandatario preso —Guillermo Hoenigsberg— y otro que, con cuentas pendientes ante la justicia, está desaparecido —Bernardo Hoyos—, son apenas una pequeña muestra de la calidad de quienes tradicionalmente han manejado los hilos del poder en La Arenosa, como reza el lugar común.
En abril del año pasado, no obstante, los líos y más líos fueron reemplazados por una noticia que sorprendió a más de uno: Con cuatro meses en la Alcaldía, Alejandro Char, multimillonario empresario, hijo de una de las familias más respetadas y queridas de Barranquilla, amigo íntimo del presidente, Álvaro Uribe, se situó entre los cinco mejores mandatarios locales de Colombia, según una encuesta de la empresa Invamer Gallup. Su popularidad entonces alcanzaba el 75 por ciento.
Fue casi un escándalo, pero no de los acostumbrados. No faltaron los aplausos de quienes celebraron que, por fin, la política de la ciudad no haya sido nombrada a nivel nacional con vergüenza. Pero el mejor momento para el reconocido hombre de la construcción —ingeniero civil, de 43 años— estaba por venir. A fines de 2008, la misma encuesta reveló que Char contaba con el 88 por ciento de aprobación entre sus conciudadanos. El más querido, el mejor de todo el país.
Elegido con el mayor resultado en la historia de Barranquilla —221.625 votos, 120 mil más que su antecesor, Hoenigsberg—, el nuevo Alcalde aparentemente se instaló entre los grandes amores de los barranquilleros que, dicen, siempre han sido el Carnaval, el equipo Júnior y el diario El Heraldo.
¿Las razones? Cada quien tiene las suyas. Entre los taxistas, por ejemplo, elogian su mano dura con los llamados mototaxis que, a pesar de algunas sonadas protestas, fueron restringidos en zonas neurálgicas como el centro, donde se ubica el corazón financiero y comercial de la ciudad. También destacan la reparación de varias de las principales vías, cuyo mal estado causó más de un dolor de cabeza tanto en conductores como en pasajeros.
Pero quizás la bandera que más palmas le ha valido a Char, la que lo ha hecho merecedor incluso de felicitaciones y espaldarazos provenientes de la propia Casa de Nariño, es la de las concesiones —los contratos a empresas privadas para que administren bienes públicos—. No es una exageración decir que Barranquilla estaba prácticamente privatizada. Sólo en el Tránsito había seis concesiones —entre ellas a una compañía que por sistematizar información sobre comparendos se llevaba el 20 por ciento de los ingresos de la entidad.
Desde que se posesionó, el Alcalde enfiló sus baterías a acabar con esos contratos, con acciones jurídicas para anularlos. A enero de este año ha podido terminar con nueve de ellos. Cuando habla del tema, suele alzar la voz, firme: “Yo comparo muchas de esas empresas con aquella época del terror en Medellín, donde había plata y armas para amedrentar a la gente, a los jueces. Yo he defendido esto porque me interesa el bienestar general y no el beneficio de unos pocos”.
Su proyecto, sin embargo, ya le generó un lío con el sector judicial, debido a que en varias ocasiones el mandatario ha hablado públicamente de las “mafias que compran sentencias”. Esto porque algunos fallos han resultado contrarios a los intereses del Distrito. Los jueces le respondieron que sus declaraciones eran “inexactas e irresponsables”.
Este tipo de actitudes, calificadas en voz baja por algunos veedores de la ciudad como “temerarias”, han forjado en parte de la ciudadanía la idea de que el estilo del Alcalde se parece mucho al de su gran amigo el Presidente.
Además de levantar la voz como Uribe, Char también es definido por varios de sus colaboradores más cercanos como un “animal de trabajo”, que por lo general se levanta a las 5 de la mañana y se acuesta pasadas las 12 de la noche.
“Es intenso en el buen sentido de la palabra. Si se le ocurre una idea de madrugada, no duda en llamar al funcionario que le parezca para comunicársela”, dice uno de sus asesores.
Pero Char, quien resultó elegido por el partido Cambio Radical, a pesar de que su familia es de tradición liberal, no sólo exhibe un modo de gobernar que podría resultar similar al del Primer Mandatario. También, es tan cercano a éste, que tiene línea directa con él.
Al parecer, Uribe no olvida que la poderosa familia Char, dueña entre otros de la cadena de almacenes Olímpica, de las emisoras de Barranquilla y del equipo Júnior, le brindó todo su respaldo político en la Costa cuando se lanzó por primera vez a la Presidencia, y apenas contaba con el 2 por ciento de posibilidades de ganar.
El jefe de Estado, además de nombrar embajador ante Portugal a Fuad Char, el padre del Alcalde, mantiene una relación muy cercana con la administración local. Incluso, algunos piensan que no hay cosa que Alejandro Char pida, que el Presidente no le conceda. Por ejemplo, Uribe, que no es muy dado a las fiestas, es el primer mandatario de Colombia que asiste a la coronación de la reina del Carnaval, que se llevó a cabo el pasado viernes en La Arenosa.
Precisamente, el tema de las fiestas es quizás el punto que marca la diferencia entre los dos líderes. Dicen en la ciudad que a Char le encanta la rumba y que no es extraño encontrarlo de vez en cuando en algún bar rodeado de copas. La primera dama del Distrito, Katia Nule, soberana del Carnaval en 1995, prefiere recalcar que a su esposo le gusta salir a cine y a comer con sus hijos, Mariana y Alejandro.
Pero el tema de la rumba no es, ni de lejos, el que más críticas le ha generado al mandatario. Deyana Acosta, directora de ‘Barranquilla cómo vamos’, un proyecto en el que se trabaja con base en encuestas de percepción a los ciudadanos, si bien destaca que la ciudad hoy es más optimista, declara que uno de los inconvenientes de Char es el eventual conflicto que podría darse entre sus decisiones como servidor público y los intereses de su multimillonaria familia. Ese, precisamente, es uno de los desafíos más grandes del Alcalde, quien arrancó poniendo la casa en orden en el asunto de las finanzas.
Los antecedentes, no obstante, permiten vislumbrar que los intereses familiares, y de sus allegados, no son motivo de desvelo para el mandatario. Así lo evidencia el hecho de que Char haya sido elegido con el apoyo de la maquinaria de los caciques Roberto Gerlein y José Name —quienes han puesto a casi todos los alcaldes de Barranquilla— y que, una vez en el poder, decidió tomar distancia y no darles ninguna representación política en su administración.
“Por eso los políticos tradicionales se sienten afectados por Char. Las actuaciones del Alcalde, que no obedecen a ningún interés particular, han caído mal entre los poderosos”, explica Horacio Brieva, director de la Fundación Protransparencia.
La situación ha llegado al punto que el senador Gerlein, otrora impulsor del mandatario, ataca públicamente la administración en los medios de comunicación locales, como lo hizo el pasado 19 de enero en el diario La Libertad, en el que declaró: “A veces se preocupan de unos temas, desatendiendo lo básico... La seguridad de la ciudad, de la más hermosa, de la más tranquila, de la más pacífica de las capitales de Colombia que es Barranquilla, su tranquilidad y seguridad no están bien atendidas y se están perdiendo; yo creo que el Alcalde debe gastar menos tiempo en retratarse y más tiempo en la atención de los servicios básicos de la ciudad”.
Pero mientras, uno a uno, se van conociendo cuestionamientos a la gestión del alcalde más popular de Barranquilla en los últimos tiempos, la aceptación de Alejandro Char entre los ciudadanos del común parece aumentar cada día más. Algunos lo atribuyen a sus logros y otros al carisma de su familia. Sea como sea, en los barrios de bajo estrato a los que suele ir todos los días no dejan de aplaudirlo. De paso, le preguntan por el sufrido Júnior, el equipo de su familia, que el año pasado estuvo a punto de descender. “Alcalde, Alcalde, no se preocupe, que la ciudad va bien... mejor búsquese un buen refuerzo pa’l Junior”. Otro gran amor de los curramberos.