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Es un sitio donde “hay que ir en Bogotá” y lo sabemos porque siempre está lleno, porque el sitio tiene la apariencia de una vieja bodega, bien arreglada y bonita. Pero, ¿hay que ir porque se come bien? Aquí empiezan las dudas.
Se conoce como un sitio agradable, para pasar un rato con café o con un trago, cosa que no dudo. Como restaurante se presenta como italiano, todos los platos “están” en italiano. La carta es extensísima: treinta y un antipastos (trece de ellos carpaccios), catorce ensaladas, focaccia con cuatro coberturas, cuatro scahiaccite, dieciséis sándwiches (panini), siete sopas, treinta y una pastas, nueve carnes, diez carnes asadas en su fantástico horno de leña, cuatro pollos, siete pescados y mariscos, pizzas ordenadas al deseo de cada cual, veintisiete postres. Precios altos.
Comentemos algunos platos. Los recomendados del sitio: Carpaccio di manzo al tre pepi, funghi freschi e parmigiano. La porción abundante, puede ser un antipasto para dos personas, la carne bien cortada y presentada, pero un poco desabrida, las tres pimientas van muy bien, hay que completarlo con un poco de limón o balsámico. Los hongos frescos con el parmesano son una mezcla acertada. Un plato agradable pero que no alcanza aplausos.
Mezzo pollo al mattone con funghi e patate, que traduce como pollo deshuesado al ladrillo con salsa de hongos mixtos. Cocido en el precioso e inmenso horno de ladrillo y con una buena publicidad es casi imposible de resistir la tentación de pedirlo. Pero una vez probado, la frustración es grande. ¿Dónde están los aromas y los sutiles sabores que ofrece la alquimia de la cocina italiana? En este pollo, definitivamente no.
Capellini di funghi e prosciutto alla Bava, una de las pastas más recomendadas en el sitio, capellini rellenos con prosciutto y hongos con una salsa de tomate y queso. Las pastas recocidas y la salsa de tomate era una especie de bechamel con tomate, realmente decepcionante.
De postre pedimos Crepes con bananos ron y nutella, la crema de chocolate con avellanas. Pedimos el favor de omitir el socorrido helado de “vainilla” que ofrecen con todos los postres parte de los restaurantes bogotanos. Las crepes tenían que estar más delgadas y faltó el ron. Sin pena ni gloria.
Aunque los nombres de los platos estén en italiano, el restaurante no tiene ni la sazón, ni las técnicas culinarias italianas, ni esos sabores y aromas provenientes de las hierbas mediterráneas (que también las tenemos en Colombia), el aceite de oliva y el uso sabio de ciertos vegetales que hacen de la culinaria italiana una escuela maravillosa. El restaurante no es italiano. Carece del toque gastronómico italiano.
Excelente su ambiente para ir un grupo de amigos que no estén en plan gastronómico, pero a la hora gastronómica aquí no se come bien ni se come comida italiana.
secomebienaqui@gmail.comCalle 119 Nº 6-24 (Plaza de Usaquén) Tel. 2149184.