Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El filósofo, matemático y ex alcalde de Bogotá, Antanas Mockus, hizo los cálculos: prohibición legal de drogas, más aceptación social de las mismas, no es igual a descenso en el consumo. Por eso respaldó la propuesta de legalizar la marihuana, formulada por la Comisión Latinoamericana de Drogas y Democracia, CLDD, de la que hace parte junto con los ex presidentes latinoamericanos César Gaviria, Fernando Henrique Cardoso y Ernesto Zedillo.
El hombre que implementó temporalmente la “hora zanahoria” para prohibir la venta de alcohol después de la una de la mañana en la capital colombiana, no se ha caracterizado por ser precisamente un antiprohibicionista. De hecho, algunas de sus iniciativas de Cultura Ciudadana, programa bajo el cual ha pretendido reeducar a los bogotanos, se basan en el respeto a la ley.
Para Mockus, en lo que se refiere al consumo de marihuana, primero debe estar la autorregulación individual –es decir, que un joven no consuma una droga porque su propia conciencia se lo indica–; en segundo término, la censura social hacia el consumo y, en tercero, la intervención del Estado; primero como agente educador e informador y sólo en caso extremo, como agente punitivo.
El hombre que se casó dentro de una jaula de circo con siete tigres como acto simbólico, que propuso el ahorro doméstico de agua reutilizando, que enseñó a los bogotanos a usar el cinturón de seguridad y respetar los semáforos con ayuda de mimos callejeros y que basó todas esas propuestas en la premisa de que “si todos ponen, todos ganan”, habló con Comunidad Segura durante su visita a Río de Janeiro para el lanzamiento de la declaración de la CLDD.
¿En qué se basa su respaldo a la legalización de la marihuana?
Una persona joven no deja de consumir drogas por miedo a la ley. No consume drogas porque su conciencia así se lo dice o porque el ambiente social le dice que no lo haga. Actualmente, el consumo es sancionado legalmente, pero aceptado socialmente. Tenemos que invertir esas premisas y mantener algunas prohibiciones legales, pero es preciso poner la fuerza en la prohibición moral y cultural. No vamos a fomentar el consumo, al contrario, vamos a motivar el rechazo social a las drogas. La gran torpeza del prohibicionismo fue no haber profundizado la discusión y por eso la ley no es percibida como expresión de la voluntad general.
¿Cómo evitar que aumente el consumo de drogas si éstas se vuelven legales?
Hay que trabajar en varios aspectos, uno de ellos es el de las emociones. La política represiva maneja el miedo y cuando uno es adolescente a veces el miedo se vuelve un reto. Es muy distinto si usted se mueve más por el reproche a la propia conciencia –el sentimiento de culpa– y por el temor al rechazo social. Cuando yo me imagino a mí mismo adicto, me veo terriblemente con mis propios ojos y veo también el rechazo de los otros y eso es más poderoso. Entonces, invertimos el orden de las cosas: ya no es el miedo a la cárcel, lo que me impide consumir drogas es el sentimiento de culpa y la vergüenza. Entonces: si hay miedo a la culpa, a la vergüenza y por último a la cárcel, las tres cosas funcionan muy bien.
A muchos jóvenes les gusta desafiar la autoridad…
Sí, y se establece una clase de juego con la ley. Por eso, crear escenarios grandes de divorcio entre la ley y la cultura –como ocurre con la droga que es legalmente inaceptable, pero socialmente aceptada– hace posible desobedecer la ley sin consecuencias y crear grandes mercados para industrias ilegales como la droga.
Creo que tenemos que hacer muchos cambios culturales y mucha evaluación moral para tener mejores resultados frente al consumo.
¿Cómo hacer ese cambio de mentalidad?
El ser humano se orienta por intereses, razones y emociones y uno puede decirle al joven: si interpretas bien tus intereses de mediano y largo plazo vas a tener certeza de que no te interesa caer en la adicción. Ahí el problema es hacer valer el futuro frente al presente. El joven tiene que aprender a construir esa primacía del futuro.
¿Cómo construir esa primacía del futuro en una sociedad cortoplacista?
La mejor metodología que conozco para eso es: redactar un proyecto de vida, pegarlo en la primera página del diario y llevar un diario mirando el día a día, qué quiere hacer en la vida y meternos en la cabeza un horizonte de largo plazo.
¿Qué información se les debe transmitir a los jóvenes?
Adicionalmente, hay que trabajar mucho en informar y racionalizar el tema: mostrarles a los jóvenes qué cambios bioquímicos y psicológicos ocurren bajo el efecto de la droga y abordar el tema de adicción. No todo el que prueba drogas se vuelve adicto, pero es como una ruleta rusa. Hay que decirle al joven: si usted es muy sólido psicológicamente, tiene lazos afectivos fuertes, tiene capital social, una vida satisfactoria y prueba la droga, tal vez no quede adicto, pero es sólo un ‘tal vez’. Puede que algo en tu bioquímica te haga enganchar.
En la autobiografía de Obama hay algo de eso: unos años de desorden y exploración tras los cuales él decide que tiene que tomar su vida en sus manos y resuelve que para eso no puede acudir al alcohol y otros psicoactivos. Hay gente que explora y regresa, pero hay gente que explora y no regresa.
Impuesto a la marihuana
La polémica propuesta del congresista estadounidense Tom Ammiano, de crear una ley que gravaría el cultivo, compra y venta de marihuana en Estados Unidos para paliar la crisis económica, puso el dedo en la llaga sobre un tema delicado que genera grandes controversias, pues algunos expertos creen que sería un arma de doble filo.
Según cálculos de la Organización Nacional para Reforma de Leyes de la Marihuana, sólo en California se recaudarían 20 mil millones de dólares anualmente por concepto de este nuevo impuesto.
Sin embargo, hay quienes se oponen rotundamente a la medida, como el presidente del Instituto de Políticas Mundiales sobre Drogas, Eric Vorth, quien afirma que el impuesto estimularía el consumo a tal nivel que los costos para el sistema serían más altos que los beneficios percibidos por el gravamen.