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Los ‘apóstoles’ del Concejo

Desde su cómoda oficina en el piso tercero del edificio del Concejo, el “honorable cabildante” Gustavo Páez se ha propuesto rescatar a la juventud de “males” como la dosis personal de droga, el aborto en todos sus casos y, en general, de todos los desórdenes del mundo.

Laura Ardila Arrieta
18 de abril de 2009 - 10:00 p. m.

Sentado en su escritorio —que se enmarca frente a una pared azul claro adornada con enormes letras doradas que rezan: “Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Apocalipsis 21:06”—, el político boyacense prepara proyectos sociales que, de paso, y como él mismo dice, sirvan para “exaltar el nombre de nuestro señor Jesucristo” ante sus compañeros. Se hace llamar “El Apóstol”.

Carlos Baena, en cambio, es “predicador”. De entrada, aclara que en sus labores como concejal no suele invocar el tema religioso, que en el partido MIRA —por el cual salió elegido— saben diferenciar bien entre las cuestiones del espíritu y asuntos más terrenales como los proyectos de acuerdo, los debates de control a funcionarios y los rifirrafes políticos. Y que, incluso, por recibir honorarios de la iglesia a la cual pertenece, la de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional, prefiere abstenerse de hablar de ciertas cosas. Ora en privado antes de cada debate, defiende el valor de la amistad y jamás apoyaría el matrimonio entre homosexuales.

En total son seis los concejales religiosos de la capital. Tres pertenecen a la bancada de Cambio Radical —Clara Sandoval, Orlando Castañeda y María Angélica Tovar—, dos a MIRA —Baena y Humberto Quijano— y Páez, que representa al Partido Cristiano de Transformación y Orden. Convencidos de que actúan con ayuda divina, unos más expresivos que otros, defienden a sus comunidades de fieles y aseguran conocer las necesidades de la gente “como nadie”. Después de todo, son luz y faro de miles y miles de devotos.

Algunos van con la palabra de Dios a cabildear. Tienen Biblia en la oficina y hasta se hacen acompañar por ejércitos de creyentes cuando van a liderar algún debate. Otros se muestran más prudentes. A ese grupo pertenece la concejal Tovar, quien explica: “Públicamente respeto la pluralidad. Por eso no me pongo a orar en una sesión, ni invoco el nombre de Jesús para hacer política”.

Por estos días, los “apóstoles” del Concejo han creado de manera implícita una especie de frente común para exigir modificaciones al Plan Maestro de Equipamentos de Cultos, una directriz del Alcalde Mayor según la cual las iglesias que funcionen en un área de más de 801 metros cuadrados deberán implementar medidas para garantizar la seguridad de los feligreses, con plazo hasta 2010.

No es lo único en lo que sus caminos se cruzan. Los políticos religiosos también coinciden en puntos, tradicionalmente polémicos, que se refieren a libertades individuales y que para ellos no tienen reversa: Todos están en contra de la dosis mínima de droga, del matrimonio gay, del aborto.

Por Laura Ardila Arrieta

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