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Dice que podría denunciar penalmente al Presidente por las afirmaciones que hizo sobre él, y contraataca con duros calificativos a los periodistas que lo acusaron de poner en peligro vidas humanas por su reporte a Telesur.
El primer proceso de liberación de secuestrados, de los tres que se dieron la semana pasada, se convirtió en otra manzana de la discordia entre la Casa de Nariño y los periodistas. No obstante, en esta ocasión el asunto fue más grave por los delicados señalamientos que el Gobierno hizo contra dos de los más polémicos pero también de los más especializados reporteros del tema de la guerra y la paz de Colombia: Jorge Enrique Botero y Hollman Morris.
Ambos fueron descalificados por altos funcionarios como “publicistas del terrorismo”. De cierta manera, les adjudicaron la responsabilidad por el cuasifracaso en que estuvo dicho proceso, cuando aviones espía sobrevolaron el sitio donde la guerrilla le entregaría a la comisión humanitaria cuatro uniformados. Con ese argumento, y con el de que estaban “haciendo fiesta” y “shows mediáticos”, el Primer Mandatario ordenó desbaratar la comisión para las dos siguientes entregas, sacando de la misma a la senadora Piedad Córdoba, a Botero y a Daniel Samper Pizano, de quien no expresó, al menos en público, queja alguna. Pero según precisó este influyente columnista de El Tiempo, el Presidente lo expulsó de la misión simplemente “por ser periodista”.
De acuerdo con la primera reacción gubernamental, Botero habría mentido cuando transmitió desde la selva que había aviones militares sobrevolando el área. Después se indicó que sería culpable de poner sus intereses periodísticos por encima de la seguridad de los secuestrados y de lucrarse del material que había obtenido. Por su parte, Morris sería “propagandista de la violencia” y se habría prestado a grabar con los rehenes entrevistas manipuladas por las Farc.
Para acabar de tensionar el clima, el comisionado Luis Carlos Restrepo, quien estaba a cargo de la recepción de los recién liberados en Villavicencio, prohibió el acceso de decenas de reporteros a las instalaciones del aeropuerto. Los representantes de los medios se amotinaron y eso obligó al palacio presidencial a dar la contraorden. Fue entonces cuando se produjo un choque entre el Comisionado y la Casa de Nariño.
En la charla con El Espectador cuenta su versión sobre cómo y de quién obtuvo el permiso de llevar cámaras; asegura que grabó el momento en que el ministro Santos ofreció disculpas por la presencia de los aviones militares y explica por qué decidió llamar a Telesur en esos momentos. Por último, se defiende de las acusaciones oficiales y ataca duramente a quienes lo han señalado como un oportunista.
Cecilia Orozco Tascón.- Pasado el fragor de los hechos, ¿cómo se siente respecto de sí mismo y de sus dos intervenciones ante los medios, la primera desde la selva con Telesur, y la segunda, frente a todos los reporteros en Villavicencio?
Jorge Enrique Botero.- No puedo ocultar mi satisfacción por el final feliz que han tenido estas nuevas liberaciones. En su momento hubo quienes dijeron que yo me estaba tirando todo, pero voy a ser terriblemente inmodesto: creo que el reporte que hice para Telesur desde el punto de entrega, así como la denuncia sobre los sobrevuelos militares en el aeropuerto de Villavo, contribuyeron de manera importante a que no se frustrara el proceso.
C.O.T.- Pero usted ofreció disculpas, al menos por la llamada que hizo desde el sitio de la liberación.
J.E.B.- Ofrecí disculpas por no haber consultado con los demás miembros de la delegación y por haber transgredido el protocolo, pero advirtiendo que hice lo que hice por buscar una fórmula para destrabar la entrega.
C.O.T.- El Gobierno lo criticó a usted por haber violado su condición de garante. ¿Qué dice al respecto?
J.E.B.- Desde el principio, saliendo de Bogotá y llegando a Florencia, todo el mundo se dio cuenta de que llevaba mis cámaras. No obstante, también era garante en el sentido de que por el hecho de que hubiera un registro, se garantizaba que cualquier intento de sabotear las liberaciones quedaría en evidencia… como en efecto sucedió.
C.O.T.- Daniel Samper ha dicho que las partes, es decir, el Gobierno y las Farc, y por supuesto la Cruz Roja, aceptaron la presencia suya, como periodista. ¿Con cuánto tiempo de antelación hizo la petición?
J.E.B.- Es claro que las partes aceptaron mi presencia como periodista. Las Farc consintieron a través de un mensaje electrónico, a mediados de enero, y el Gobierno, el miércoles anterior, al comienzo de la operación. Le hice
la solicitud al doctor (Luis Carlos) Restrepo en una reunión tumultuosa en el Comité Internacional de la Cruz Roja donde estaban al menos seis de los funcionarios de éste; también estaban Piedad, Olga Amparo Sánchez, el embajador del Brasil, otros empleados de la embajada y uno de los pilotos que acompañaron la operación. Él me dijo que lo pensaría y quedamos en que me respondería en la tarde de ese mismo día. A las cinco y media, en casa de Piedad, aceptó que yo viajara con mi equipo de video.
C.O.T.- ¿Cree que los asistentes a las reuniones corroborarían su versión?
J.E.B.- Estoy absolutamente seguro de que así sería. Además, hay evidencias de lo que dije, pues durante la reunión alguien me hizo llegar una nota aconsejándome que hiciera formalmente la solicitud de viajar con cámaras. Y así lo hice.
C.O.T.- El propio Presidente aseguró que usted violó el trato. ¿Supone que no conocía lo que se pactó con el Comisionado?
J.E.B.- Me niego a creer que el comisionado Restrepo no les haya notificado a sus jefes, el Presidente y el ministro Santos, que yo iba con cámaras.
C.O.T.- El Presidente también dijo que usted era un “publicista del terrorismo”. ¿Qué opinión le merece ese calificativo?
J.E.B.- Opino que no deja de ser toda una ironía que segundos antes de calificarme como “publicista del terrorismo”, el Presidente hubiera alardeado de la disminución de los asesinatos a periodistas durante sus gobiernos. Coincido con algunos colegas y abogados amigos en que Uribe deberá demostrar lo que dijo sobre mí y si no lo hace, tendrá que responder por calumnia e injuria.
C.O.T.- ¿Denunciará al jefe de Estado? ¿No le preocupa que la denuncia se convierta en una disputa de perdedor que polarizaría aún más las quejas contra usted?
J.E.B.- No he valorado aún ningún tipo de denuncia. Pero si las circunstancias me obligan, no dudaría en hacerlo.
C.O.T.- Le hago la pregunta que se debieron hacer muchos reporteros que hubieran querido estar en esa misión: ¿Por qué lo seleccionaron a usted y no a otro u otros?
J.E.B.- Son muchas las montañas subidas y los ríos cruzados detrás de las personas en poder de la guerrilla. Creo que después de cuatro documentales, tres libros y centenares de artículos y notas para radio y televisión sobre el tema, me gané el puesto en el helicóptero. Es increíble que todavía haya colegas que se sienten con derecho a primicias y privilegios por el solo hecho de salir todos los días en los noticieros, o porque el presidente Uribe los llama por su nombre en las ruedas de prensa.
C.O.T.- ¿Qué lo llevó a tomar la decisión de transmitir para Telesur si usted ya no trabaja para ese canal?
J.E.B.- Las liberaciones estaban pendiendo de un hilito. Entre los momentos que tengo grabados, hay uno muy dramático cuando el jefe guerrillero que nos recibió, le comunica a Piedad que no podían hacer las liberaciones en medio de los sobrevuelos. Pensé que nos tendríamos que devolver con las manos vacías. La guerrilla estaba realmente enojada y no lo ocultaba. De repente vi un teléfono satelital y se me ocurrió que si los comandantes (guerrilleros) podían denunciar lo que estaba ocurriendo, se decidirían a entregar a los rehenes. Yo sabía que Telesur
estaba haciendo una transmisión continúa del proceso y me comuniqué con el canal, relaté al aire lo que ocurría y ellos después entrevistaron al comandante Jairo Martínez. ¿Por qué Telesur? Porque sigo sintiendo que es mi casa.
C.O.T.- Antes de continuar quisiera puntualizar en los términos de ‘comandante’, para el jefe de los guerrilleros, y el de ‘rehenes’, para hablar de los secuestrados. ¿Esas palabras son indicativas de su posición política?
J.E.B.- Son descriptivas de una realidad. En los grupos guerrilleros hay unos rangos, así como tienen rangos los miembros de la Fuerza Pública, y no veo por qué yo deba hacer caso omiso de los términos que ellos utilizan para sí mismos. En cuanto a lo de ‘rehenes’, he optado por esa definición porque es la terminología que usa el CICR para referirse a las personas privadas de la libertad.
C.O.T.- ¿Qué contienen sus cámaras?
J.E.B.- El contenido saldrá en los próximos días en un reportaje de 52 minutos que ya estoy editando. Le adelanto algo: cuando todo se estaba derrumbando, Piedad le solicitó al CICR que llamara al Comisionado, pero el doctor Restrepo iba en un avión rumbo a Villavo y su teléfono satelital estaba apagado. Entonces Piedad pidió que se comunicaran con el ministro Santos. Éste dijo que, en unos minutos, averiguaría lo que estaba pasando. Al rato el CICR le volvió a marcar y él confirmó que había sobrevuelos, que los aviones habían salido de Tres Esquinas y que le había ordenado al general Padilla que los suspendiera de inmediato. También ofreció disculpas. Todo eso está grabado.
C.O.T.- Pero el ministro Santos dijo que él y los comandantes de Fuerza Aérea y Ejército habían pactado con el CICR sobrevuelos por encima de los 20 mil pies. ¿La Cruz Roja sabía o no sabía que la Fuerza Aérea iba a aparecer?
J.E.B.- Cuando nos reunimos con el comisionado Restrepo en el aeropuerto de Villavicencio, y él utilizó el argumento de los famosos 20 mil pies, la Cruz Roja fue clara en subrayar que lo pactado con el ministro Santos fue “cese total de operaciones militares en las áreas de liberación”. Para mí, ese fue un argumento de última hora, del que echó mano el Gobierno cuando descubrió que teníamos las pruebas de lo ocurrido.
C.O.T.- ¿Cuál fue la situación que se vivió en tierra cuando se escuchó el ruido de los aviones?
J.E.B.- En tierra había un gran nerviosismo. Le cuento que si no es por las dotes políticas de Piedad, las humorísticas de Daniel Samper y la mesura y calma de Olga Amparo Sánchez, aquello se hubiera puesto cada vez peor. También creo que fueron claves la diligencia y la buena disposición del CICR y la serenidad que mostró la tripulación brasileña. Imagínese usted la escena: un enorme helicóptero posado en un clarito de la selva a orillas del río Caguán, decenas de guerrilleros fuertemente armados y un desfile de aviones dando vueltas sobre nuestras cabezas.
C.O.T.- A usted también lo criticaron algunos medios y periodistas por presuntas faltas a la ética. ¿Se siente culpable?
J.E.B.- Estoy listo a dar el debate sobre ética que nuevamente se ha abierto. Pienso que actué con responsabilidad y no violé ningún principio de nuestro oficio. Es curioso que la irresponsabilidad del Gobierno hacia la misión humanitaria se hubiera convertido con el paso de las horas en la “irresponsabilidad de Botero”. Una columnista dijo que yo no pensé en los secuestrados cuando llamé a Telesur. Le quiero decir que tiene razón. Tal vez ella se la pase pensando en los secuestrados, mientras yo actúo y seguiré haciéndolo, para conseguir su libertad. Y a la niña arrogante e ignorante que dirige La Noche de RCN, le quiero decir que se oía como el diablo haciendo hostias cuando me acusó de buscar protagonismo. Ella, quien ha hecho de todo, y subrayo “de todo”, con tal de alcanzar el estrellato. Como decía Alan Jara: “el mundo al revés”. Los pájaros tirándoles a las escopetas.
C.O.T.- Las palabras de algunos colegas contra usted, y las suyas contra ellos, han sido muy duras. ¿La polarización política ha provocado también honda división entre los periodistas?
J.E.B.- Inevitablemente la polarización de la política ha tocado nuestra profesión la cual, entre otras cosas, ha estado atada a los avatares políticos a lo largo de la historia del país.
C.O.T.- Muchos de sus críticos dicen que usted se dedicó sólo a hacer trabajos y libros sobre las Farc ¿Cómo y por qué terminó especializándose en ese tema?
J.E.B.- La vida me fue mandando por esos caminos. Todo comenzó cuando el Noticiero 24 Horas me mandó a cubrir unas liberaciones que se produjeron durante el gobierno del presidente Samper, en Cartagena del Chairá. Han pasado más de 10 años y ahí sigo. Y le cuento que no pienso parar hasta que el círculo se cierre con las liberaciones de los 22 miembros de la Fuerza Pública que siguen en la selva.
C.O.T.- ¿No ha pensado que tanta concentración en un solo tema lo ha hecho perder objetividad frente a la guerrilla, como dicen algunos?
J.E.B.- Hay quienes dicen que muchos periodistas terminan enamorándose de sus fuentes, pero en mi caso, seguramente no han visto mis documentales. Nadie, después de verlos, puede decir que alguno de ellos contenga apología a una u otra de las partes, o que yo haya tomado partido. Mis trabajos hablan por sí mismos.
“No me he querido ir del país”
C.O.T.- ¿Usted sabía que el periodista Hollman Morris, quien ha recibido tantas críticas como usted, iba a estar en el sitio de entrega?
J.E.B.- No. No sabía que Hollman estaría allí. Lo vi desde el helicóptero, cuando aterrizábamos, y me sorprendí. Pensé que él y los colegas que lo acompañaban habían sido muy audaces al llegar hasta semejante lejura, corriendo todo tipo de riesgos. Admiro su decisión de conseguir las noticias.
C.O.T.- A Morris lo cobijan medidas de protección de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos porque ésta considera que su vida corre peligro. ¿Hay riesgos también para usted?
J.E.B.- Desde hace años el peligro ronda mi vida, pero no me he querido ir del país y no pienso hacerlo. Realmente me cuesta imaginarme con una cámara cubriendo los sucesos de Dinamarca.
C.O.T.- Entonces ¿cuáles son sus planes profesionales? ¿Todavía tiene espacio en Colombia o se le han cerrado puertas?
J.E.B.- Hace rato me las cerraron. Pero mire usted la ironía: todo el tiempo usan mis imágenes para ilustrar el tema de los rehenes. Sin embargo, cada vez hay más alternativas en otras partes y voy a aprovecharlas. Tengo en camino un par de proyectos documentales para televisión, un libro a punto de salir en EE.UU. y otro que estoy cocinando a fuego lento y que se publicará en Colombia.
Y ahora, un libro sobre los últimos días de Marulanda
En contraste con la dura polémica que despiertan sus actividades periodísticas en Colombia, los documentales y libros de Jorge Enrique Botero tienen buena acogida en el exterior. El mes entrante, Alfred A. Knopf Inc., una de las editoriales más prestigiosas de Estados Unidos, pondrá en el mercado el libro de Botero titulado Into the jungle, con la historia de los tres oficiales norteamericanos que permanecieron en poder de las Farc durante varios años. Por su parte, la editorial Random House Mondadori ya compró los derechos del libro que está en etapa de investigación, sobre los últimos días de Manuel Marulanda Vélez. Ya se conoce el éxito en ventas que tuvieron sus otros libros: Espérame en el cielo, capitán, Últimas noticias de la guerra y Simón Trinidad, el hombre de hierro. Adicionalmente, el primero de ellos será llevado al cine, y el de noticias de guerra se venderá en Estados Unidos, tanto en inglés como en español. Los derechos del programa que realizará con las grabaciones de los cuatro uniformados liberados estos días, ya fueron adquiridos por Telesur. Curiosamente, Botero también ha sido galardonado la mayoría de las veces en el extranjero: Premio Rey de España, en el género crónica en televisión; Premio Nuevo Periodismo Iberoamericano, entregado por García Márquez, en México; Premio Inserso, del Ministerio de Asuntos Sociales de España, y Premio Oro del Festival de Cataluña.