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Cuenta la líder arhuaca Belkis Izquierdo, que cuando el mamo Jacinto llegó a Estados Unidos a hablar con congresistas estadounidenses sobre la situación actual de los indígenas Kogui, le quitaron a la entrada del recinto de reunión la hoja de coca y el poporo —una pequeña calabaza que contiene la cal con que se acompaña la práctica ritual de la masticación de coca—. “Al mamo le dio desespero y entonces dijo: ‘Me voy’, porque quitarle el ayu (hoja de coca) era como quitarle la vida misma”, reconoce Belkis.
Con esta historia responde Belkis cuando le preguntan cómo recibieron las comunidades indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta la recomendación de erradicar “sin demora” en Perú y Bolivia la práctica ritual de la masticación de hoja de coca, conocida como mambear, en la Sierra y acullico, en Bolivia. La exhortación apareció hace dos semanas en el informe anual de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), órgano de las Naciones Unidas que vigila y controla el actuar de los países en la lucha antinarcóticos y afectaría también a Colombia, dado que en su territorio muchas comunidades indígenas conservan la tradición.
La recomendación causó escozor en las regiones indígenas de los Andes. En la provincia de Puno, Perú, su gobernador ordenó la suspensión total de las operaciones de erradicación de arbustos de coca. Luego, tras el evidente reproche del gobierno de Alan García, anunció el martes pasado que la provincia declararía su independencia. Entre tanto, miles de indígenas aymaras y quechuas salían a las calles de La Paz, Bolivia, con bultos repletos de hoja de coca, para realizar el acullico, en señal de rechazo.
Incluso el presidente boliviano Evo Morales, principal líder cocalero de este país, conformó de inmediato una misión especial para protestar ante la Comisión de Estupefacientes de la ONU en Viena: “La comunidad internacional debe entender que la producción de coca en Bolivia es milenaria. La coca debe ser sacada de la lista de estupefacientes, y ser considerada como patrimonio cultural”, le dijo a El Espectador Jerónimo Meneses, viceministro de la coca de Bolivia.
Sagrada y criminal
Camilo Uribe, toxicólogo colombiano y uno de los diez miembros del comité de la JIFE, no titubea al explicar los motivos de la recomendación: “El mandato nuestro es muy claro: velar y controlar que los países miembros de las Naciones Unidas cumplan con los tratados que ratificaron”, afirma.
Colombia, Perú y Bolivia deben erradicar el mambeo de sus territorios, porque esta práctica aparece condenada en la Convención Única de Estupefacientes, expedida por la ONU en Nueva York, en 1961, y ratificada por estos tres países. La convención creó la Lista Amarilla, donde la “hoja de coca” aparece como un estupefaciente “sujeto a fiscalización internacional”, y dictaminó que “la masticación de hoja de coca debe quedar prohibida dentro de los 25 años siguientes a su entrada en vigor”.
Para Uribe, la medida tiene una razón de ser: “Es muy fácil a partir de la hoja de coca producir clorhidrato de cocaína y base de cocaína”, afirma. Como médico sabe que aspirar cocaína y mambear coca son cosas muy distintas, pero señala que frente a la prohibición del mambeo “ninguno de los países andinos hizo ninguna salvedad en la convención y sus parlamentos los ratificaron. ¿Qué culpa tiene la JIFE de que hayan firmado lo que no es?”.
Hoy, cuando los indígenas bolivianos cuentan con amplia representación política tanto en el Gobierno como en el Congreso Nacional, el “recorderis” de la JIFE no pasa desapercibido. Para los bolivianos, la clase política que en 1960 se comprometió a erradicar una práctica cultural esencial para más del 50% de sus habitantes, desconoció los derechos culturales de los aymaras y quechuas. De ahí la protesta del canciller de este país, David Choquenhuasa, quien declaró que la Convención había sido firmada por “hombres europeos y blancos, con una visión occidental”.
Adicionalmente, la declaración del organismo de Naciones Unidas chocaría con la Convención de Estupefacientes de 1988, la cual afirmó que las políticas de erradicación de cultivos ilícitos “tendrán debidamente en cuenta los usos tradicionales lícitos, donde al respecto exista la evidencia histórica”.
¿La comercialización?
Por estos días preparan en el resguardo arhuaco de Belkis Izquierdo una ofrenda o pagamento, en el que pedirán en la Sierra Nevada la autorización de los seres espirituales para la comercialización de la coca en forma de té, así como lo hicieron hace unos años los indígenas paeces del bajo Cauca. Pero tal como están las cosas hoy, cualquier comercialización de la hoja contradice los mandatos de Naciones Unidas.
Camilo Uribe, quien fue hasta hace poco director del Invima, debió negarle el registro sanitario al té Coca Nasa, porque la comercialización de productos derivados de la hoja de coca contravenía las convenciones. Ahora, como miembro de la JIFE, sigue siendo protagonista de la misma polémica. “Mientras no sea modificada la Convención de 1961, la obligación de la junta es invitar a los países a que cumplan con sus términos”, afirma.
El único país que hoy comercializa de forma legal la hoja de coca es Perú, que creó la Empresa Nacional de la Coca (Enaco), organización pública autorizada por la Convención del 61, y que se encarga de recolectar, procesar, distribuir y comercializar la hoja en el país.
Bolivia y Colombia, que no cuentan con este tipo de institución, están obligadas según mandatos internacionales a prohibir la comercialización y, de paso, junto con Perú, a erradicar la masticación ritual de la coca. Mientras los gobiernos definen cómo efectuar semejante prohibición, Belkis Izquierdo se pregunta en qué momento llegó su planta a ser tan incomprendida y estigmatizada. “El humano tiene la mente corrompida, todo lo degenera. Pero nosotros seguiremos defendiendo la planta sagrada en su esencia natural. La coca es el corazón de nuestra cultura”.
Visiones de la coca
Para los arhuacos, el ayu es una planta sagrada de naturaleza femenina, símbolo de amistad y puente con otros seres espirituales. Elemento vital de identidad, la coca es cultivada y recolectada por las mujeres, mientras los hombres adultos la mambean, es su compañera.
Para la Convención de 1961, 200 gramos de hoja de coca equivalen a 1 gramo de cocaína y un kilogramo de hoja de coca equivale a 5 gramos de cocaína.
¿Qué dice la ciencia?
Un estudio emblemático, realizado en 1977 por Timothy Plowmannm, de la Universidad de Harvard, reveló que 100 gramos de coca contienen 305 calorías, 19 gramos de proteínas, 5 de grasas, 46 de hidratos de carbono, 1,5 de calcio, 1,4 de vitamina C y 11.000 Unidades Internacionales de vitamina A.
En años más recientes, el Instituto Boliviano de Biología de la Altura investigó la naturaleza del efecto de la masticación de la hoja de coca sobre los indígenas ‘acullicadores’ de las regiones de Yungas y Chapare, principales zonas de cultivo de la coca en Bolivia. Según la investigadora de este Instituto, la doctora Mercedes Villena, estos son algunos de los hallazgos, publicados en 1994 en el libro Usos de la hoja de coca y salud pública, que puede ser consultado en la biblioteca virtual de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
1. Masticar coca no le da más fuerza a los acullicadores. Sin embargo, les otorga resistencia y permite jornadas laborales más prolongadas.
2. La masticación profundiza la respiración, reduce su frecuencia y dilata los bronquios. Esto permite que en lugares donde hay menos presión del oxígeno, las personas inhalen el suficiente aire para evitar las molestias generadas por la altura.
3. El mambeo no es un hábito permanente. Una encuesta reveló que los indígenas sólo mastican coca en jornadas de trabajo y actos sociales.
4. No hay diferencia en el consumo de alimentos entre aquellos que mastican coca y aquellos que sí. Contrario a la percepción tradicional, la coca no quita el hambre.
5. No se han encontrado evidencias de que la práctica del acullico sea nociva para la salud.