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Cincuenta y tres días después de que fuera abatido por las autoridades Tomás Medina Caracas, alias El Negro Acacio, jefe del ‘narcoimperio' que erigió en el sur del país el frente 16 de las Farc, las Fuerzas Militares, luego de un milimétrico operativo de más de siete meses que contó con infiltrados, informantes certeros y una paulatina investigación, propinó el que es quizás el golpe más estratégico a la guerrilla en los últimos tiempos: la muerte de Gustavo Rueda Díaz, alias Martín Caballero, un sanguinario sujeto que dejó una estela de horror a su paso en las últimas dos décadas.
Nacido el 21 de febrero de 1962 en Barrancabermeja, a los 19 años ingresó al frente cuarto de las Farc y rápidamente ascendió en la estructura jerárquica de la organización ilegal. Para 1984 se sumó a las filas del frente 24 y tres años después edificó su centro de operaciones en el sur de Bolívar. Su invulnerable retaguardia se quebró al caer la tarde del miércoles pasado, cuando un grupo élite de las Fuerzas Militares ubicó su campamento en la zona conocida como Aromoras, distante escasos 8 kilómetros del perímetro urbano del municipio de El Carmen de Bolívar.
La veloz operación de las autoridades impidió la reacción de los subversivos y sobre las 7 de la noche del pasado 24 de octubre el afinado rastreo de los militares se concretó tras la caída en combate de Martín Caballero. Inmediatamente fueron informados del positivo los altos mandos militares, el ministro Santos y el presidente Uribe. Junto al jefe guerrillero fueron abatidos 18 milicianos y tres más fueron capturados. Sin duda, el frente 37 de las Farc prácticamente quedó herido de muerte.
Tuvieron que perder la vida en los últimos años 242 hombres de la Armada y casi 500 civiles antes de que fuera abatido el gestor de esa orgía de sangre. Como si fuera poco, 1.232 personas más fueron víctimas de su mano criminal y sus cuerpos son el testimonio vivo de la guerra sin cuartel que extendió Caballero en la zona de los Montes de María. Se le atribuyen decenas de ataques a torres eléctricas, innumerables voladuras del oleoducto Caño Limón-Coveñas, el frustrado atentado contra el ex presidente Bill Clinton y las atroces tomas guerrilleras en San Jacinto y Macayepo, en el sur de Bolívar.
Pero quizá nadie como el canciller Fernando Araújo Perdomo -secuestrado durante 6 años por el frente 37 de las Farc- pueda dar un testimonio más contundente sobre el macabro accionar de Caballero. "Hay un hecho que relata su condición de sicópata. En una ocasión lo vi vestir una gorra en donde tenía cosidos los distintivos de algunos soldados que habían muerto por las minas que ellos colocaban, y él lo que hacía era recortar el nombre del militar y lo ponía en su gorra. Eso me pareció terriblemente cruel", relató Araújo.
Durante los 2.115 días de su cautiverio, Araújo Perdomo conoció de primera mano la maquinaria de guerra del frente 37 de las Farc y la sevicia de su comandante para perpetrar atentados terroristas. Tal vez por eso, luego de que lograra fugarse el 31 de diciembre del año pasado y les contara en detalle a las autoridades el horror que padeció, el nombre de Martín Caballero se volvió una obsesión para el Gobierno Nacional. Y esas pesquisas dieron sus resultados pronto.
Cinco meses atrás el jefe guerrillero había sido golpeado tangencialmente con la captura de sus hijos Ómar David y Ligia Arley, en Bucaramanga y Neiva. Paso a paso, las Fuerzas Militares fueron atando cabos, infiltrando organizaciones con las que tenía contacto, interceptando comunicaciones para rastrear su radio de operaciones. El 7 de marzo, tropas del Comando Conjunto del Caribe dieron inicio a la primera fase de la Operación Alcatraz. Medio centenar de su círculo de milicianos fueron abatidos y 25 más capturados.
El cerco empezó a estrecharse para el guerrillero. Dos informantes, sin embargo, serían las piedras angulares de este positivo militar. El Ministro de Defensa contó que a ellos les serían entregados $1.700 millones. Así las cosas, el Estado Mayor de las Farc perdió a uno de sus más estratégicos miembros y el poder intimidatorio de la guerrilla en la Costa quedó prácticamente aniquilado.