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Hace 29 años se comenzó a gestar el sueño. En el aula máxima de la Universidad Central, con presentación del novelista Pedro Gómez Valderrama, nació el Taller de Escritores que creó Isaías Peña Gutiérrez. En esos días proliferaban las tertulias literarias y, a imagen y semejanza de México, el narrador Manuel Mejía Vallejo regentaba su taller en la biblioteca Piloto de Medellín. El nuevo aporte, apoyado por el rector Jorge Enrique Molina, llenó un vacío y fue pionero en Bogotá.
Con el curso de los años, este escenario de discusión sobre la escritura creativa se convirtió en un anhelado destino para las nuevas generaciones de cuentistas y poetas. Por él fueron pasando, entre otros, los escritores Jorge Franco, Gloria Inés Peláez, Nahum Montt, Óscar Bustos, Óscar Godoy, Juan Álvarez o Miguel Manrique. Una vez a la semana, Isaías y los suyos se reunían a compartir secretos de su brega contra la hoja en blanco. Y no demoraron los premios.
Y con el mismo ritmo, grupos de amigos y egresados imitaron la dinámica del taller y fueron naciendo encuentros paralelos de escritores que empezaron a delinear sus propios rumbos. El centro de estudios Alejo Carpentier, con concurso de cuento propio; el grupo Tinta Fresca, que a finales de los años 80 y principios de los 90 tuvo hasta su propio impreso; o el grupo Maracuyá Azul, de las últimas generaciones de talleristas, que le agregó la innovación de las nuevas tecnologías.
Detrás de esa multiplicación de narradores y poetas, siempre motivador encantado, estuvo Isaías Peña, un aplicado intelectual nacido en Salado Blanco (Huila), que un día viajó a Bogotá en busca de conocimiento y en 1968 se graduó de abogado en la Universidad Externado de Colombia. Pero lo suyo siempre fue la literatura y antes de recibir su título ya escribía en las páginas de El Siglo una columna titulada “A ver qué pasa”, con entrevistas, reseñas, comentarios, la lucha de los escritores buscando ser leídos.
Su paso por el derecho fue efímero. Apenas unas clases como profesor de historia del arte en su alma máter. La literatura copó sus días. Primero en el Magazín Dominical de El Espectador con su columna semanal ‘El correo de los chasquis’, que firmó con el seudónimo de “Gustavo Budiño”, un personaje extraído de la novela Gracias por el fuego, de Mario Benedetti. Y luego en Lecturas Dominicales, de El Tiempo, donde rebautizó su columna como “Arca de papel”, con el seudónimo de “Esteban de la Cruz”.
Más de 20 años registrando el trabajo de los nuevos narradores. Su última columna la publicó en 2003, pero al momento de firmarla, ya con su nombre y apellido, había escrito ocho libros. Entre ellos, Manual de literatura latinoamericana, una guía fundamental en su momento, o La generación del bloqueo y el Estado de sitio, necesario para entender el desarrollo de la literatura colombiana. Y como buen huilense, la biografía del autor de La vorágine, José Eustasio Rivera, que considera su obra predilecta.
Reconocido por los periodistas culturales, promotor de incontables narradores, con su taller de escritores diseminado en tres convocatorias al año, Isaías Peña empezó a delinear la senda para transformarlo en un escenario de formación profesional. Primero como diplomado en creación narrativa con dos versiones en 2004 y una en 2006; y luego con la persistencia de que su peculiar didáctica para orientar el talento hacia el arte de la escritura cobrara forma en un pregrado distinto al tradicional de Literatura.
Y el sueño se ha cumplido. Con resolución a bordo, pénsum de materias y matrículas abiertas, la coordinación de Isaías Peña y el respaldo de la Universidad Central, se acaba de lanzar el programa profesional de Creación Literaria. Un plan de estudios de ocho semestres para que los aprendices de letras, sin la mirada arqueológica con que se suele enseñar la literatura, conozcan y asuman las destrezas y la vocación que requiere el escritor profesional. Con grado previo a la aprobación de una novela, o un libro de cuentos, poemas o ensayos.
El primer semestre quedó planteado con sugestivas cátedras. Mito, rito y creación, laboratorio de gramática, orígenes y desarrollo del español, literatura y creación. Una ruptura con la didáctica habitual de los literatos, para volcarse al discurso que Isaías Peña empezó a inculcar en su taller desde 1981: el marco de composición de la historia, la intención estética del escrito, la transpiración antes que la fábula de la inspiración o el proceso de investigación continua.
Lo acompañan, por ahora, amigos que fueron quedando de su taller de escritores y un grupo de catedráticos de planta. Jairo Restrepo, Manuel Rincón, Aleida Gutiérrez o Camilo Castillo, todos intelectuales de oficio y ganadores de premios, como el propio Isaías Peña, de nuevo galardonado en 2009 en el Concurso Metropolitano de Cuento en Barranquilla. Como el primer día en que la vida del escritor cambia cuando ve por primera vez sus letras publicadas, el Taller de Escritores de la Universidad Central es ahora un camino inédito.