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Qué hacer con una molesta vecina

Ariel Magnus y su más reciente novela.

Sara Araújo Castro
13 de diciembre de 2009 - 07:40 p. m.
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Antes de 2007, antes del premio La Otra Orilla por su libro Un chino en bicicleta, Ariel Magnus todavía escribía para periódicos y revistas. Entonces era un traductor y periodista con la obsesiva manía de escribir y escribir sin importar si lo que quedaba plasmado en su computador sería publicado o no.

Aunque el hábito de escribir sin cesar, con el que convive desde que tiene memoria de sí, sigue arraigado en la vida del argentino, gracias al premio La Otra Orilla Magnus dejó el periodismo y se dedicó de lleno a esas historias que en ocasiones nacen de la realidad, pero se perfeccionan en su cabeza. Después de recibir el premio Novela Breve Juan de Castellanos por Muñecas en 2008, Magnus llega con Cartas a mi vecina de arriba (Editorial Norma), una historia fuera de lo común, pues el molesto taconeo de la vecina del piso de arriba se convierte en el gatillo de una historia epistolar con un macabro final.

Magnus dice al respecto: “En un principio me sentía como un indigente de las temáticas, pero encontré que desde hechos muy cotidianos se puede trabajar. Y de una experiencia cualquiera salió esta historia”. Con relación al estilo de cartas, el autor explica que además de resolverle el uso de la segunda persona, también permite ir y venir entre distintas temáticas manteniendo una unidad. El insoportable taconeo de una mujer mayor y solitaria y la desesperación de un escritor neurótico sirven para profundizar en temas como la soledad en las ciudades, la generación de los hijos de la dictadura, la razón de ser de la escritura y otros temas que en cartas enviadas a la molesta vecina el autor va desarrollando en un texto divertido y compacto.

No obstante, ni esta historia ni las otras dos ganadoras de premios son las que hacen enorgullecer a Magnus. Es la traducción del diario de rodaje de Fitzcarraldo, de Herzog, lo que llena la boca del escritor. “No es un texto mío, pero para traducirlo tuve que encontrarlo, tener contacto con Herzog para que me autorizara y luego la traducción, que es un ejercicio muy difícil”, explica este obrero de las letras que dedica su vida a plasmar historias lógicas, absurdas, extraordinarias o cotidianas con humor, ironía y una narrativa que lo ha ubicado como uno de los mejores escritores jóvenes de su país.

Por Sara Araújo Castro

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