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El samario del Rulfo

Adolfo Ariza Navarro recibió el galardón de Novela Corta de Radio Francia con su obra inédita ‘Mañana cuando encuentren mi cadáver’.

Sara Araújo Castro
15 de diciembre de 2009 - 11:00 p. m.
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En el año 98 le tocó cargar los corotos, los dolores y los miedos para salvar su vida, pues la Avianca, una población desconocida del Magdalena, fue arrasada por la guerra. Adolfo Ariza (1961), periodista de formación con alma de poeta y escritor, quiso narrar el dolor del desarraigo y sólo a través de la poesía pudo sublimar ese dolor. Con ese trabajo se ganó uno de los tres premios que antecedieron al Juan Rulfo que recibió esta semana de Radio Francia.

Desde Barranquilla, Ariza cuenta su historia y la del taxista que le mereció este importante reconocimiento que han recibido dos colombianos antes que él: Enrique Serrano y Juan Carlos Botero.

¿Cómo recibió la noticia del premio?

Todavía no salgo del asombro y no termino de entender por la emoción. Este premio era un sueño, es como unirme en homenaje a ese Juan Rulfo que todos quisiéramos tener dentro.

‘Mañana cuando encuentren mi cadáver’ es inédita, ¿de qué se trata?

Es un hombre que sufre un accidente automovilístico que lo deja impotente, en silla de ruedas y con secuelas mentales, así que queda destruido espiritualmente. Entonces él habla para sí mismo de lo que somos, de sus dolores y de la vida que llevamos en nuestro país. Habla libremente de todo pues no tiene nada qué perder: ni sueños, ni su vida licenciosa. Se ha acabado todo salvo el hálito de la vida y al final quiere suicidarse. Mi experiencia como taxista se sumó a un personaje real que fue Delacroix, biógrafo de Bolívar, quien ante una situación económica desesperada acaba con su vida, pues prefiere la muerte a la degradación y a la humillación de estar lejos de su familia. Esta persona se convierte en el modelo de mi personaje.

¿Como llega a la poesía?

Llegué en 2003. Avianca, Magdalena, fue destruido por problemas de orden público. Vi a mi pueblo desplazarse y necesitaba contar esa historia, pero traté de hacer más de 20 cuentos y una novela que destruí porque no encontraba el lenguaje para mostrar el sentimiento y la realidad del desplazamiento que es, junto al secuestro, uno de los crímenes más terribles contra la humanidad, pues a una persona desplazada se le priva de todo. Conozco gente que muere de nostalgia y esa realidad no se ve. Nosotros hemos permitido esto como sociedad. En el caso extraordinario de mi pueblo, nunca nos imaginamos que nuestros enemigos eran gente que estaba en las altas esferas del poder. Nuestros enemigos eran inmensos, y cuando nos descubren como pueblo es para liquidarnos. El poema inicial dice: “Ahora que Dios hace la siesta y los poetas están dormidos”, así me sentía, que Dios se había dormido y nos había dejado desamparados.

Por Sara Araújo Castro

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