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Entre la espada y la poesía

Ana Mercedes Vivas no se presenta como poeta, es más, aclara rápidamente que siente mucho pudor de definirse como tal, de hacer de eso su actividad principal.

Sara Araújo Castro
06 de enero de 2010 - 09:56 p. m.
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Tal vez el haber recibido de padre y madre la herencia poética le da otra mirada del oficio, pues su madre, Maruja Vieira, se enamoró de José María Vivas oyéndolo declamar uno de sus  poemas, y ambos siempre pusieron su vocación por delante.

Sin embargo, en términos prácticos, con seis libros publicados y decenas de poemas en los cajones; con el Premio Nacional Carlos Castro Saavedra, Colombia, 1992 y Premio Extraordinario de Poesía Hiperbreve del Concurso Internacional de Microficción, España, 2007, así como con la capacidad de mirar el hielo de la realidad colombiana con la magia irónica de la poesía para derretir con sus versos de Entre la espada y la pared cualquier momento álgido, a Vivas no se le podría definir sin incluir lo de poeta.

“Aunque no ejerza en una sala de redacción soy periodista, esto es lo que aparece en los poemas recopilados en este último libro”, explica. Por un lado está la espada, momentos de verdadera angustia, como el día de la bomba del Centro 93, al lado de su oficina, de la que se salvó por algunos minutos, o la muerte de Manuel Cepeda, que fue como un tío para ella, y otros momentos de la historia reciente de Colombia que aunque no ha vivido en carne propia le tocaron el alma.

Ana Mercedes quería mostrar estas “crónicas” como ella las define. Su madre, con quien comparte el oficio, pero no siempre los gustos, le sugirió que mostrara su otra poesía, esa menos desgarrada y cruelmente real. Así, tras varias opiniones, nació un libro de contrastes que incluye momentos históricos, de dolor y otros cotidianos, más alegres.

“La pared son esas cosas de la vida que nos sostienen: la amistad, la alegría, el amor (aunque le tengo mucho respeto a la poesía de amor, es muy difícil de hacer); al final es así como vivimos en este país”, afirma. Al final, para acompañar la poesía, estuvieron los dos grabados del artista Pedro Villalba (quien ilustró Cien años de soledad en una edición especial de libro de artista).

Así, una vez más, Vivas regresa de su mundo periodístico, de las relaciones empresariales, de la música de Mercedes Sosa que tanto la inspira y le gusta cantar, para visitar el oficio que le legaron y ser consecuente con él y con quienes han seguido su trabajo, que tiene la pretensión exclusiva de dejar el relato, la crónica, la historia de cómo ha sido su vida y la de sus conciudadanos en el lenguaje que aprendió desde el vientre: la poesía.

Por Sara Araújo Castro

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