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“El mundo está perdiendo la memoria”

Entrevista exclusiva de El Espectador con el escritor italiano Antonio Tabucchi.

Nelson Fredy Padilla
20 de febrero de 2010 - 09:00 p. m.
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Es uno de los escritores europeos más reconocidos en el mundo, no tanto por la cantidad de libros que vende, sino por la fuerza y la economía narrativa con que los escribe. Le han concedido el Premio Jean Monnet de Literatura Europea; el Campiello, el Scanno y el Frontiere 2010, en Italia; el Médicis, en Francia, y el Francisco Cerecedo, en España. En Colombia y en Latinoamérica se convirtió en autor de culto desde que tradujeron al español Sostiene Pereira, su obra más celebrada, llevada al cine por Roberto Faenza y Marcello Mastroianni. Para él, si la vida de cualquier persona no es convertible en un relato, no vale la pena.

Hubo que esperar un mes para escucharlo al otro lado de la línea, en un español con acentos italianos y portugueses. Acaba de almorzar omelette a las finas hierbas, con mucha limonada, el plato que hizo célebre su personaje Pereira, un periodista cultural en época de dictadura.

Para acercarse a su depurada técnica, de estructuras abiertas y ambiguas, de prosa dialogante, hay que entender la conexión con el poeta portugués Fernando Pessoa y descifrar las pistas que riega en Autobiografías ajenas, los ensayos sobre su obra; La gastritis de Platón, donde analiza el papel y el compromiso de escritor, y Los volátiles del beato Angélico, reflexiones en honor al santo preferido de este escritor ateo, amante de las estrellas.

Antonio Tabucchi somete al lector con distanciamiento, suspenso, incertidumbre, enigmas. Su tono es alucinante, raya en lo esquizofrénico, perturba. Y él no parece tan oscuro. Más bien gentil, pícaro, irónico, con una visión del mundo a favor de los perseguidos, los perdedores, las minorías, las ideas de izquierda.

Maestro: en el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, en marzo, se presentará la obra ‘Nocturn’, inspirada en su libro ‘Réquiem’. Es un montaje de la compañía Circol Maldá, de Barcelona. ¿Qué sabe de ella?

La conozco, la vi en Barcelona, me ha gustado muchísimo. Es una cosa muy bella, llena de sugestión, de atmósfera, hecha por un gran realizador.

Se ha dicho aquí que usted va a venir a Bogotá para el estreno.

No he sido invitado ni tengo previsto ir. Quisiera conocer Colombia, pero soy viejo y un viaje tan largo me cansaría demasiado.

Esta semana lanza en Europa y en un par de semanas en Colombia su nuevo libro de cuentos ‘El tiempo envejece deprisa’. ¿Está inspirado en la antigua Europa comunista?

Y fascista. Es bueno especificarlo (ríe a carcajadas roncas). En realidad tiene que ver con el tiempo. Estamos hablando, usted desde Colombia, yo desde Francia, el tiempo que estamos viviendo es el mismo y el libro se pregunta cuál es ese tiempo, el de la posibilidad de hablar desde dos continentes por un teléfono. Otro ejemplo: usted envía su dinero, ojalá lo tenga, a un banco de Suiza o yo envío mi dinero, si lo tuviera, a un banco de las Islas Caimán con un mail, es instantáneo, un flash. Es diferente este tiempo a cuando usted iba al banco con las notas del dinero en el bolsillo. Es sobre el tipo de tiempo que estamos viviendo todos ahora. En este sentido me interesó la Europa del Este que acaba de entrar a Occidente trayendo consigo un tiempo distinto, un calendario diferente.

Otro factor determinante de sus escritos es la memoria.

Sí, porque la memoria está hecha de tiempo. Si se pierde la memoria de los hechos que ya pasaron, también se pierde el tiempo. Y en este momento me parece que el mundo está perdiendo el tiempo y, por tanto, está perdiendo la memoria. Me acuerdo de un importante obispo que estaba de paso por Argentina (el ultraconservador polaco Richard Williamson) y dijo que ¡el Holocausto no aconteció! El había perdido la memoria, pero lo más grave es que les imponía esta pérdida de la memoria a los otros.

¿Qué fenómeno es este que nos lleva a los colombianos, a los europeos, a casi todos a olvidar nuestras tragedias?

Vivimos una época de sobreinformación en la que se piensa en mucho y en nada. Si usted pregunta a muchos jóvenes en Europa quién era Hitler, le pueden responder que era un músico de rock o una persona muy buena. El cerebro del hombre está hecho de memoria, por lo tanto de tiempo, y debe ser cultivada.

¿La estructura del nuevo libro sólo se centra en Europa?

Son nueve cuentos que se desarrollan en varios sitios, por ejemplo uno en Bucarest, otro en Budapest, uno en Nueva York.

¿Va a venir a América Latina a promocionarlo?

Conozco Chile, Brasil, México, Cuba, pero no tengo previsto ir. El tiempo ya ha pasado para mí y por eso es que hablo tanto de este tema.

Usted sólo tiene 66.

El tiempo me pesa en las espaldas. He sido muy vagabundo, he viajado demasiado. Ahora tengo que encontrar el momento de hacer una pausa y quedarme en un sitio, aunque es muy difícil escoger el lugar.

Por lo que he leído, su vida transcurre entre la Toscana, donde nació y tiene sus libros, Lisboa y París. ¿Campo o ciudad?

No sé, estoy reflexionando. Soy campesino de origen, pero el campo me entristece. La modernidad de la ciudad es más cómoda.

La muerte es otro tema recurrente en obras como ‘Réquiem’ y ‘Tristano muere’.

Me interesa por cómo la está viviendo la humanidad, no tanto desde el punto de vista personal. La gente está pensando muy poco en la muerte, los hombres se creen un poco eternos en este momento, creen tener la eternidad en el bolsillo, están muy acostumbrados a ver cadáveres. Usted prende la televisión y los ve y piensa que los cadáveres son la muerte, pero son dos cosas distintas. No saben lo que es la muerte. La muerte es un gran misterio, no es un simple cuerpo sin vida, los hombres están habituados a ellos y ya no les generan ningún sentimiento, tal vez como ver un cementerio de coches.

¿Las guerras y la violencia son reflejo de eso?

Sí, porque quien no piensa en el misterio también tiene poco respeto por la vida y por el cuerpo. Hay muchas torturas en el mundo. No se entiende que el cuerpo es el albergue del espíritu, la cosa más sagrada.

¿Y cuál es su lectura personal de la muerte?

No la imagino porque me parece otra dimensión, como si estuviera durmiendo. No sé si será un sueño continuo. Como decía Calderón, si la vida es sueño o sueño la vida. No se puede imaginar lo desconocido, la privación de la vida, y por eso hay que tener más respeto por ella.

¿Cómo quiere que lo recuerden?

Como se recuerdan los otros escritores: alguien que tuvo un tiempo muy limitado para vivir en este tiempo y que pasó gran parte de su vida dedicado a poner por escrito lo que pensaba.

¿Una veintena de obras son suficientes o cuál le falta?

Siempre falta alguna cosa, si no, la literatura no tendría razón de existir. Sería necesario tener cinco vidas para poder escribir de los temas que el mundo nos ofrece. Y no hay alguno para privilegiar. Todo lo que existe merece ser contado si a una persona le interesa, así sea lo más humilde, no hay una jerarquía. La batalla de Waterloo no es más importante que la silla en la cual estoy sentado en este momento, porque la silla es una invención grandísima de la humanidad. Se podría escribir una gran novela sobre la silla.

¿En qué lugar está ahora?

Es un pequeño apartamento que tengo desde mi época de estudiante en la Universidad de París, cerca de la Sorbona.

¿Qué escribe por estos días?

Ahora no escribo. Estoy leyendo filosofía italiana.

¿Qué autor?

En este preciso momento un ensayo de un gran filósofo de la política social, liberal: Norberto Bobbio, que murió en 2004.

¿En literatura cuáles son sus referentes italianos?

Sciascia, el maestro siciliano, y Passolini.


¿Qué opina de Gesualdo Bufalino?

Fue alumno de Sciascia y un autor magnífico, extraordinario.

¿Cómo escribe Tabucchi?

Yo escribo a mano, con el bolígrafo. Aquí por ejemplo escribí un libro de cuentos que son 18 cartas, titulado Se está haciendo cada vez más tarde. Pero prefiero escribir en Lisboa o en mi casa natal en Toscana.

¿Cuánto le debe su obra a la poesía de Fernando Pessoa?

Fernando Pessoa me ha gustado mucho y lo he traducido porque era un gigante como Dante, Goethe, Hegel, de esos que aparecen de vez en cuando en la humanidad. En mi maleta de escritor está también Borges.

¿Y si digo que Freud en pensamiento, Hölderlin en poesía, Flaubert en novela son otras influencias mayores?

De acuerdo, y metamos a la lista al Pedro Páramo de Rulfo, a Emily Dickinson.

¿A su literatura de qué le ha servido el periodismo, encarnado en personajes como Pereira y Firmino?

El periodismo está en mi literatura porque cuenta con héroes importantes, figuras de la modernidad. Pertenecen a los media, a la información pública que domina el planeta entero. Aunque me he expresado muchos años con escritos publicados en medios periodísticos, yo no soy un periodista. Esa es una gran responsabilidad que requiere honestidad total y está en peligro en Italia porque el 80 por ciento de la prensa pertenece a Berlusconi, los periodistas son pagados por él y escriben lo que él quiere.

¿Es verdad que ‘La cabeza perdida de Damasceno Monteiro’ surgió de una noticia de un periódico?

Sí. Leí que encontraron una cabeza cortada, sin el cuerpo, en una floresta de Portugal. Después puse a trabajar la imaginación.

¿Ese es un libro en el que se capta un escritor asumiendo posición política?

Claro, pero el primer deber es tener una posición honesta consigo mismo. Un escritor tiene que responder solamente a ese imperativo categórico. Si un día se levanta y tiene ganas de escribir sobre su vecina, una señora interesante abandonada por sus hijos, porque es lo que siente y lo que piensa, y no lo hace y se pone a escribir una novela política porque se lo imponen, no vale.

¿Siempre ha escrito que quiere?

¡Claro! En mi pasaporte en el renglón de profesión no está escritor sino profesor de universidad. Durante 37 años siempre enseñé literatura universal, en especial portuguesa. Desde hace tres años estoy pensionado.

¿La universidad qué le aporta a un escritor?

No creo que la creatividad para escribir un cuento o una novela se pueda enseñar, porque obedece a un talento especial que no se aprende. Sí se puede educar en la disciplina de la lectura. Yo explicaba sólo cómo se leen los libros.

¿Cómo deben leerse?

Con mucho respeto, primera cosa. Como decía Plinio el Viejo: todos los libros, incluso los malos, tienen siempre algo de bueno. Después hay que hacer un análisis a la historia, pero no privilegiar sólo la racionalidad. Tener en cuenta que la literatura explica los sentimientos del alma humana, que es infinita, y es a través de ella que se puede comprender la complejidad del odio y del amor, no a través de un diccionario de filosofía.

Sobra literatura en esa materia.

Si usted leyó Tristán e Isolda, Ana Karenina, Madame Bovary, percibirá que el sentimiento del amor tiene muchas ramificaciones, de cuya complejidad nunca se hubiera enterado si no fuera por la literatura y la vida de los otros.

¿Su juego entre lo real y lo fantástico fue influenciado por García Márquez?

García Márquez y su realismo mágico es un género que no pertenece a mi familia digamos. Prefiero más el barroco, me gusta mucho, prefiero las frustraciones, aunque admiro muchísimo su imaginación, su elocuencia, su mundo fantástico y sus metáforas. De él me gustan, más que las grandes novelas, los cuentos, por ejemplo Ojos de perro azul. 

El grueso de su obra son 15 libros de cuentos, únicos como los naufragios de ‘Dama de Porto Pim’ e inolvidables como ‘¿Puede el aleteo de una mariposa en Nueva York provocar un tifón en Pekín?’.

El cuento es como un niño, necesita de mucho cuidado. Es como el soneto en poesía, una forma cerrada. Como decía Cortázar, a quien admiro muchísimo, el escritor de cuentos sabe que el tiempo no es su amigo.

El vértigo y el detalle sí.

Sí señor. Si usted hace un fresco gigante, los detalles no son tan importantes como la apariencia en conjunto, pero si usted pinta el pie de una señorita, tiene que prestar mucha atención a todos los dedos.

¿Cuál será su próxima obra?

No tengo previsiones. Un proverbio mexicano dice: ‘Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus predicciones’ (carcajadas).

“A Berlusconi le interesa más la cocaína que los libros”

¿Cómo analiza que su obra más reconocida, ‘Sostiene Pereira’, haya vuelto a causar gran impacto entre los lectores en la era Berlusconi?

El problema es que los fascistas italianos también han tomado más fuerza (ríe a carcajadas). La situación ha empeorado y no es una razón de satisfacción para mí. Me gustaría más si pudieran leer la novela sin atribuirle una función actual en Italia. Los libros se debieran leer por su valor intrínseco. Es como decir: me voy a leer Rojo  y negro de Stendhal sin  atribuirlo a la Francia dual.

¿Cómo ve a la Italia de hoy?

En Italia hoy es el mismo tiempo que cuando salió mi libro en el 94. El tiempo está paralizado, me hace pensar en alguien que sufre una parálisis muscular y se le va complicando cada vez más. Italia está aún en el siglo pasado, Italia no está en la modernidad.

¿Y a Berlusconi?

Su gobierno vive más interesado en la cocaína que en los libros.

¿Lo conoce personalmente?

Que si lo conozco personalmente. ¡Por el amor de Dios! ¡Sólo me faltaría eso!

¿Qué paralelo puede hacer entre Italia, Colombia y sus mafias?

Me parece que están muy sintonizados. Italia tiene muchos puntos de corrupción, la mafia está infiltrada en el Parlamento, hay una cantidad de mafiosos que son perseguidos por los tribunales pero gozan de inmunidad.

Por Nelson Fredy Padilla

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