El Magazín Cultural
Publicidad

Sandro... En penumbras

Roberto Sánchez, el verdadero nombre de Sandro, hace fila para acceder a la donación de un pulmón y un corazón.

Fernando Araújo Vélez
13 de marzo de 2009 - 11:00 p. m.

Su nombre, Roberto Sánchez, apareció en varias de las listas negras que elaboraba la Triple A argentina en los años 70 para eliminar —por orden de un siniestro personaje al que apodaban El Brujo, y que se llamaba en realidad José López Rega— a todo aquel que no creyera que los militares, las armas, la Biblia y la pleitesía a las viejas tradiciones y costumbres eran el orden del futuro. Sánchez era Sandro, y Sandro, El Gitano. Por eso no pudieron tocarlo. Ídolo que se transformó en mito, y mito que se volvería leyenda porque fue uno de los pioneros del rock argentino con sus temas twist en la banda de Los de Fuego, porque se le comparó con Elvis Presley, porque se le imitó hasta la saciedad y porque jamás se vendió. Sandro era ya por aquel año de 1974 un intocable.

Sin embargo, la Alianza Argentina Anticomunista de Rega y los militares y de María Estela Martínez de Perón, y la censura, consideraron que Sandro era anticostumbres, existencialista y depresivo cuando cantaba “lenguaje que se escapa en palabras sin sentido, mas todo cuando diga absurdo habrá de ser”, o “cuando un hombre pierde sus ilusiones, cuando deja el tiempo transcurrir y en su alma no existen más pasiones, es un hombre sin ganas de vivir”. Y que era decididamente “disco guerrilla”, como denominaban lo que para ellos era música subversiva, cuando entonaba con su voz trémula y su pulso destemplado “Qué hermosas son las manos del humilde labrador, que se sumen en la tierra, que trabajan sol a sol”.

Tal vez le cobraban que hubiera dicho “Yo me nutrí con el rock. Gracias al rock dejé las calles, las navajas y las cadenas, y agarré una guitarra. Dejé la campera de cuero y las pandillas. El rock me salvó. Me salvó de que fuera quizás un delincuente”. El rock era perversión, demonio, insurrección y una puñalada al pasado, creían López Rega y Cía., y Sandro, que había osado cambiarse el nombre contraviniendo a los sacerdotes, era “culpable” de haber grabado la primera canción de rock en Argentina, a comienzos del 60, “Comiendo rosquitas calientes en el puente Alsina”. Además, era sacrílego para la iglesia, pues se contorneaba demasiado sobre los escenarios. Tan sacrílego, decían los censores de la ultraderecha, que en reiteradas ocasiones la televisión lo había tenido que censurar. No obstante, y pese a los cargos que tenían en su contra, haberlo desaparecido hubiera sido un suicidio.

Su carisma opacaba cualquier crítica y hasta los datos más insulsos terminaban por volverse reverencia, condimentos del mito. Sandro nació el 19 de agosto de 1945 en la Maternidad Sardá, un hospital público de Buenos Aires. Sus padres vivían en Valentín Alsina, un suburbio obrero de la gran ciudad, donde pasó su infancia y adolescencia. Con el tiempo, finales de los 70, compró una casa en el humilde barrio de Banfield, donde ha vivido desde entonces, y a donde casi día de por medio, desde que los medios informaron que sufría de serias lesiones pulmonares, seis años atrás, han ido a visitarlo sus miles de fans con rosarios, pancartas, estampas, oraciones, y hasta fotografías de sus abuelos húngaros, de apellido Popadópulos, por quienes empezaron a decirle El Gitano.

Unas semanas atrás, su esposa Olga Garaventa anunció que requería trasplantes de pulmón y corazón y se encontraba en “lista de espera” de donaciones, como cualquier ciudadano de la calle, porque así lo había pedido él. Las cartas, llantos, rezos y ofrecimientos no cesaron. Sus admiradores armaron carpas frente a su casa. La radio recordó sus canciones: Penumbras, Porque yo te amo, La vida sigue igual e infinidad de etcéteras. Recordó sus grabaciones con Charlie García y Pedro Aznar en los 90, el homenaje de los rockeros latinos a su obra (Aterciopelados grabó allí), su récord de 18 veladas consecutivas en el Gran Rex de Buenos Aires para superar las 13 que tenía Soda Stéreo, sus pasos por la televisión, sus palabras, recitales, imágenes y películas. Él ofreció excusas por no haber podido salir al balcón de su casa y saludar, como en tantas otras ocasiones. Alguien recordó entonces una vieja frase de una de sus primeras canciones : “Yo le aposté a la vida que jamás iba a llorar y a veces le hice trampas para poderle ganar, pues yo no sé perder, nací para triunfar y aquí ya ves, yo estoy y río igual...”.

Los dolores del mito de la canción

El ídolo de la canción argentina, Sandro, considerado el precursor del rock en español, sigue a la espera de su turno para realizarse el trasplante cardiopulmonar. Este procedimiento quirúrgico es requerido con urgencia para continuar con su tratamiento médico y superar el enfisema pulmonar que le aqueja desde 1998.

En recientes declaraciones, el famoso Gitano manifestó: “Estoy bien, estoy tranquilo. Me tienen que abrir el motor, sacar todo esto y chau, fuera. Ahora tendré que hablar con alguna señora y decirle: te llevo en otro corazón, no en aquél, que ya lo tiré”. Sandro llegó a fumar más de 60 cigarrillos diarios y eso provocó su enfermedad.

Por Fernando Araújo Vélez

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar