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Peter Weber llegó a Colombia y supo que algo aquí era realmente diferente. La primera vez fue como parte de la promoción de su muy publicitada película La joven del arete de perla, un filme que recrea la historia del cuadro homónimo de Vermeer (1632-1675) desde lo anecdótico hasta los elementos estéticos de la obra de este artista neerlandés. En una de las muchas entrevistas que concedió en esa ocasión conoció a la colombiana Diana Rico, con quien mantuvo algún contacto posterior.
Después de esta gira vino para Weber una experiencia que muchos anhelan: el rodaje de una gran producción en Hollywood, Hannibal, una especie de saga de El silencio de los inocentes que cuenta el principio del asesino en serie protagonizado por Anthony Hopkins.
A pesar de ser una especie de culmen de la carrera cinematográfica de este inglés que empezó como editor, lo cierto es que la experiencia lo dejó lleno de vacíos e insatisfacciones. La opulencia y las trampas de la industria cinematográfica lo hacían interesarse por cosas alejadas de los reflectores. Así decidió conocer el proyecto de Diana Rico y su socio Richard Decaillet. Ellos habían creado una productora y como ganadores de una beca del Sena tenían la posibilidad de invitar a un consultor internacional. A pesar de no haber llegado a tiempo, Weber volvió a Colombia maravillado de la autenticidad de este país a encontrarse con los productores colombianos.
Ya para ese momento había aceptado trabajar con un proyecto en Qatar (Emiratos Árabes) enfocado a reafirmar la identidad de este pueblo del desierto, fue entonces cuando se le ocurrió combinar una idea que los jóvenes realizadores de 4direcciones le habían comentado.
Ellos querían hacer un intercambio entre indígenas del Amazonas y bogotanos con el fin de acercar el sur del país a la capital. La idea le sonó a Weber para trabajar su programa de Qatar, pues nada sería mejor para reiterar la identidad de un pueblo que el intercambio con otro completamente diferente.
Así nació The sand and the rain una coproducción cinematográfica que va más allá de los tradicionales acuerdos económicos con cuotas de participación, pues no se trató de traer un par de actores para justificar la inversión extranjera. Para ellos lo más maravilloso de este proyecto fue la posibilidad de haber permitido a dos culturas expresarse y descubrirse sin imposiciones de formatos.
“Lo más difícil, definitivamente, fue el tema lingüístico, pues las traducciones eran del árabe al inglés al español al macuna para luego volver al español al ingles al árabe”, cuenta Rico. Así que por razones cinematográficas omitieron los dos idiomas intermedios. El programa se transmitió en la televisión de Qatar y ellos confían en que se pueda ver en nuestro país.
Esperan que éste sea sólo el primero de una importante colaboración. La última visita de Weber a Colombia apunta a nuevos proyectos. Se trata de un guión que en principio iba a ser rodado en Londres, en el que los jóvenes y la música urbana serían los protagonistas. Sin embargo, en cada viaje Weber reafirmaba que la espontaneidad y la autenticidad de los colombianos era el ambiente perfecto para contar esta historia. Así las cosas, en algunos meses el proyecto se hará en las calles bogotanas con las sonoridades de los jóvenes de esta ciudad, que está llena de secretos en los barrios que se pierden entre las grandes avenidas y el caos. Para Weber, es otra forma de hacer cine, lejos de los espejismos de la globalización y de los golpes de taquilla que son tan perdurables como el dulce sabor de un chicle.