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Talentosos artesanos, grandes agricultores, expertos ingenieros e impecables arquitectos fueron los indios tayronas que ocuparon los alrededores de Santa Marta, quienes dejaron para la posteridad ciudades compuestas por casas circulares, largos caminos de piedra, puentes, terrazas, escaleras y novedosos canales de desagüe, como muestra de un estilo de vida que cuenta con más de mil años.
El descubrimiento de antiguas poblaciones indígenas y el hallazgo de obras de artesanía, cestería, alfarería, orfebrería y herramientas de guerra y de trabajo pertenecientes a los antiguos tayronas están convirtiendo a Santa Marta en un destino de turismo cultural especial para los visitantes interesados en conocer lo que encontraron los españoles cuando llegaron a este territorio.
A pesar de que la ciudad sigue siendo un destino por excelencia para tomar el sol, disfrutar del mar y aprovechar su agitada vida nocturna, ofrece también a los visitantes actividades relacionadas con el turismo religioso, cultural y ecológico. Y es que la naturaleza se congratuló con este espacio de la geografía nacional al brindarle el macizo montañoso más alto del mundo a orillas del mar, la Sierra Nevada de Santa Marta, y un santuario donde convergen montañas, bosques y hermosas playas de arena blanca con aguas cristalinas: el Parque Nacional Tayrona.
Así, la importancia de estos parques nacionales radica tanto en su riqueza natural como en el legado arquitectónico de la cultura tayrona y sus diferentes grupos indígenas, de los que hoy en día se pueden encontrar a los koguis, kankuamos, wiwas y arhuacos, comunidades que en el Primer Encuentro de la Cadena Turística Santa Marta 2008 ratificaron su disposición de permitir y trabajar por el turismo de esta zona del departamento del Magdalena.
Los vestigios de los tayronas
Desde principios del siglo XX varios investigadores se dieron a la tarea de hacer estudios antropológicos y arqueológicos en la Sierra Nevada de Santa Marta, pero fue en 1976 cuando se descubrió Ciudad Perdida, la muestra más grande de lo que fue un asentamiento tayrona, caracterizado por caminos enlosados, terrazas y plazoletas circulares sostenidas por muros.
Ciudad Perdida o Teyuna, como se le conoce en lengua indígena, está ubicada entre los 900 y 1.200 metros de altura sobre la Sierra Nevada. El recorrido para llegar a esta maravilla arqueológica empieza en carro desde Santa Marta y luego continúa a pie en un plan que dura cinco noches y seis días, de los cuales se caminan tramos de cuatro horas diarias, se duerme en fincas de campesinos, se atraviesan zonas pertenecientes a los kogui y la cuarta noche se pernocta en Ciudad Perdida, donde un antropólogo presenta el lugar y cuenta toda la historia que encierra esta muestra de la arquitectura ancestral.
El Pueblito Chairama es otro lugar arqueológico hallado en el Tayrona. Aquí los visitantes se encuentran con los increíbles avances en ingeniería e hidráulica, alcanzados por los tayronas, que se perciben en las obras de construcción todavía cimentadas en esta reserva de flora y fauna, a donde se llega después de tres horas de caminata por senderos rodeados por playas de aguas cristalinas que se pueden observar en el descenso, como Cabo San Juan del Guía, Arrecifes y La Piscina.
Y para completar esta ruta que recoge las raíces de los antiguos pobladores de la Sierra Nevada de Santa Marta, el pasado mes de junio se abrió al público Taironaka. Una ciudad tayrona oculta y enterrada por 500 años de erosión, de la que se han descubierto y restaurado terrazas (típica forma arquitectónica de la cultura tayrona) sobre las que se hacían las viviendas, largos caminos empedrados, sistemas de acueducto y piezas precolombinas como urnas, ocarinas, hachas, ollas ceremoniales y flechas pertenecientes a los antiguos pobladores de esta zona, y que ahora se agrupan en un museo dentro de la finca donde se hicieron los hallazgos.
El lugar, al que se llega después de un recorrido de 60 kilómetros en carro desde Santa Marta y una caminata de 20 minutos, cuenta con una réplica de una vivienda indígena de hace 1.000 años, construida por la comunidad kogui, que habita en el lugar del descubrimiento.
Pero ahí no termina el encuentro del turismo con el pasado. A lo anterior se sumará la adecuación de un asentamiento kogui llamado La Muralla, donde los turistas encontrarán a los nativos viviendo en su entorno natural, podrán convivir con ellos y recibir instrucción de líderes de la comunidad sobre sus costumbres, tradiciones, filosofía y algunas muestras de sus rituales.
Santa Marta de aventura
Los deportes extremos y de aventura también ganan espacio dentro de las actividades turísticas de Santa Marta.
El legendario río Don Diego, escogido en 1986 como uno de los escenarios de La Misión, película ganadora del Oscar a mejor fotografía, es un hermoso afluente de agua cristalina, perfecto para nadar, practicar rafting y hacer balsaje. Pero lo mejor es que para llegar allí, los turistas, en un recorrido de una hora a pie, se encuentran con cultivos de plátano, árboles de mango y plantaciones de aguacate, entre otras muestras de la flora y fauna de las laderas del arroyo.
Por otro lado está el río Buritaca, en cuya desembocadura se puede observar el encuentro del afluente con el mar, que en época de brisas decembrinas permite que los turistas se bañen en agua dulce y salada casi al mismo tiempo. Asimismo, y cerca de este fenómeno natural, se encuentran las Cascadas de Valencia, que son un conjunto de caídas de agua formadas a lo largo del arroyo, producto del deshielo de los nevados de la Sierra.
Con esta nueva oferta, Santa Marta se convierte en un destino para todo tipo de turistas. Así, los que buscan aventura, naturaleza, historia, arquitectura, ruinas y dos parques naturales tendrán mucho por descubrir en esta bahía colombiana.