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Cuando la tierra tembló en enero en Haití, las imágenes de sufrimiento de los haitianos sacudieron a todo el mundo y ocasionaron una avalancha de ayuda humanitaria. Desde entonces, en los medios de comunicación Haití volvió a ser lo que fue siempre: un tema marginal, no interesante e inadvertido si no fuera por epidemias de cólera o huracanes.
Pero Haití nos enseña una verdad que de nuevo debería sacudir al mundo. Porque lo que sucedió allí no fue una catástrofe natural, fue producto de los humanos. Y lo más grave, es que se puede repetir. Incluso en otros países como Colombia si no se toman las medidas adecuadas para vivir con, y no contra, la naturaleza.
Puerto Príncipe ha sido golpeado por ocho grandes terremotos en los últimos 300 años y ha sido destruido varias veces por ellos. Sin embargo, fue reconstruido en el mismo lugar, y siempre se permitió que creciera más allá de su verdadera capacidad. Cada superficie disponible, inclusive pendientes inseguras, fue colonizada con casas construidas en forma demasiado rápida e incontrolada. Y nuevamente, apenas el polvo se ha posado sobre Puerto Príncipe, se repite el mismo error.
¿Pero qué es lo que nos lleva en forma tan irresistible a crear una ciudad que evidentemente amenaza la vida? Seguramente no solo es la falta de educación y desarrollo de Haití, porque en países “desarrollados” del mundo se puede observar algo parecido: San Francisco, por ejemplo, crece hacia un pronóstico de un terremoto fatal en los próximos 30 años, y también Bogotá se encuentra en una de las zonas más activas de terremotos del mundo y en su historia ya fue destruida varias veces por temblores.
Las razones verdaderas se encuentran en la memoria extremadamente corta del ser humano y en la incapacidad de unir procesos latentes o peligros indirectos con la propia vida. Al Gore, ex candidato presidencial norteamericano, titular del premio Nobel de la Paz y hoy en día famoso apasionado por el tema del cambio climático, utiliza el ejemplo de los sapos para describir ese fenómeno: “Si un sapo es puesto en una olla de agua caliente, él salta de ella inmediatamente. Si por el contrario, éste se coloca en una olla con agua fría y ésta se calienta lentamente, el sapo se deja cocinar afablemente sin gran dificultad”.
Los haitianos simplemente no tienen otra alternativa. Por la destrucción masiva del medio ambiente, la agricultura en Haití, antes uno de los países más ricos del Caribe, ya sólo puede asegurarles la supervivencia a unas pocas familias. La erosión del suelo por la tala de árboles y la sobreutilización ha llevado a una pérdida irreversible de más del 50% de la tierra fértil, situación que se agrava con el aumento de la población. Cada vez más personas ven en la migración urbana la salida a sus problemas. Las grandes urbes, supuestamente, ofrecen mejores posibilidades para la supervivencia.
Los mismos errores
Colombia, al igual que muchos países del mundo, debería tomar como ejemplo de precaución lo que sucedió en Haití: tal como Puerto Príncipe, Bogotá aumentó su población el 10% en los últimos 50 años y se extiende constantemente a las zonas pendientes o inclinadas. Tal como en Puerto Príncipe, estas zonas generalmente corresponden a los barrios más pobres, lo cual lleva a formas de construcción vulnerables. Y tal como en Haití, las razones para la urbanización se encuentran en el área rural.
Aunque hasta el momento es la falta de seguridad en las áreas rurales lo que fuerza el desplazamiento de la población rural, la destrucción del medio ambiente contribuye cada año más al éxodo del campo a la ciudad. Este desarrollo es aún más preocupante porque el medio ambiente, y nosotros los humanos, nos encontramos al comienzo de una nueva amenaza, la cual posiblemente se desarrollará como el reto más grande de nuestra historia: el cambio climático.
Según los estudios de impacto del Gobierno colombiano, los fenómenos climáticos extremos como las sequías o inundaciones van a aumentar, la mayoría de los departamentos recibirán mucho menos precipitación y las temperaturas van a aumentar gravemente. Especialmente vulnerables son los páramos y los glaciares, los cuales junto con los árboles aseguran el abastecimiento de agua dulce y al mismo tiempo amortiguan los impactos de eventos extremos climáticos. Pero los glaciares desaparecerán entre 2030 y 2040, y de los páramos ya sólo quedará el 25% en el año 2020. Alrededor del 30% de la selva húmeda original de Colombia ya ha sido talada y si este proceso continúa con el ritmo actual, en un período de tiempo de 40 años Colombia perdería por completo el terreno arborizado.
Si estos desarrollos no se suspenden, el suministro de agua en Colombia puede disminuir el 40% dentro de los próximos 50 años. Esto ocasionará una modificación general de la agricultura que pondrá en riesgo la seguridad alimentaria, más inundaciones y sequías, que finalmente serán la base para aumentar la pobreza, los conflictos y el éxodo del campo a la ciudad. Y falta tener en cuenta la pérdida definitiva en flora y fauna, una de las riquezas más importantes del país.
La única terapia
En la lucha contra la enfermedad humana de la miope autodestrucción, no hemos logrado prescribirnos una especie de autocontrol, a pesar de gobiernos, sociedad civil y todo el crecimiento científico y técnico hasta ahora. Si queremos escapar de esta situación sin salida, si no queremos complicarnos la vida y la de nuestros hijos, debemos utilizar las capacidades intelectuales y sociales para prescribirnos un tipo de compás para el futuro.
Debemos otorgarle al tema de la sostenibilidad un rol superior a todas las otras reflexiones que son de más corto plazo. Lo que necesitamos con urgencia es un fuerte generador de impulsos, que se concentre en las áreas núcleo elementales: energía, medio ambiente, conflictos, economía, estructura social, desligado de la política diaria. Debemos poder reconocer, parar y dar la vuelta a procesos que son peligrosos, para que de manera parecida a Haití o al ejemplo del sapo en la olla no nos encontremos al final de una cadena de desarrollo irreversible, que les robe la vida directa —o indirectamente— a millones de personas.
* Médico alemàn especialista en Salud Pública. Estuvo en Haití diez días después del terremoto, por 5 meses, con la Organización Internacional para las Migraciones, OIM
Dos muertos en protesta
La epidemia de cólera que sufre Haití desde hace más de dos meses deja 1.034 víctimas mortales, mientras que el número de hospitalizados es 16.799, según el balance proporcionado por las autoridades de salud.
La desesperada situación llevó a los haitianos a protestar contra la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah), a la cual culpan de causar la epidemia de cólera en el país.
Los enfrentamientos entre haitianos armados y fuerzas de la ONU dejó dos muertos y 26 heridos.