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Los fracasos del socialismo del siglo XXI

A través de un proceso caracterizado por la agresión y el populismo, Hugo Chávez ha venido tratando de implementar el llamado “Socialismo del Siglo XXI”, que no es otra cosa que un disfrazado modelo Totalitario-Comunista, que puede resumirse en cinco “C’s”: cerco, colectivización, centralización, conflicto y comunismo.

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Rafael Alfonzo* / Especial para El Espectador
02 de diciembre de 2008 - 11:00 p. m.
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Subyacen a su modelo la creencia en tres valores: la “suprema felicidad social”, que implica la búsqueda de la igualdad de todos; la creencia en que esta sociedad de iguales no es posible bajo el capitalismo; y la búsqueda de la abolición del capitalismo creando un “hombre nuevo”, que no sea  movido por sus intereses individuales.

Para ello hay que controlar la educación, los medios de comunicación y acabar con la propiedad y la actividad privada, a través de una estrategia de controles, regulaciones, impuestos, consejos de trabajadores, etcétera. El Estado, al disponer de grandes recursos, se ha propuesto estatizar lo que considera sectores clave, pero de una manera que no afecte su prestigio internacional. Así, viene no sólo estatizando sino también expropiando, promoviendo invasiones e inclusive comprando con los recursos petroleros la actividad que le es propia al sector privado de la economía.

 Además, para lograr el hombre nuevo, es preciso un bombardeo constante a través de los  medios de  comunicación social. La aplanadora mediática de Chávez cuenta con 168 medios radioeléctricos, 143 emisoras comunitarias, 72 televisoras comunitarias, 18 periódicos comunitarios y TVES (con equipos expropiados y no pagados de RCTV), AN TV, Telesur y VTV. 

Así, se ha venido creando un Estado con  planificación centralizada y desarrollo socialista, que cuenta con  la “arquitectura” del Poder Popular y la nueva “geometría” del poder  y desconcentración territorial. El Estado pasó a ser el centro de la vida social, al tiempo que se recorta la autonomía regional y local.

Este modelo, sin embargo, no es viable. Entre otras razones, porque sus recursos dependen del alza de los precios del petróleo. Además, no se ha podido crear una economía productiva endógena, sino que los incentivos están dados para que los empresarios y la sociedad se dediquen a capturar renta.

La caída en la inversión privada es el resultado de las amenazas e inseguridad reinante. Y la inflación es estructural al modelo, porque ha estado cimentado sobre el gasto público desaforado: hoy día Venezuela tiene una de las cinco tasas de inflación más altas del mundo. La escasez y el racionamiento son también estructurales a todo socialismo.

Oganizacionalmente, el socialismo ha creado burocratización —el número de empleados públicos se duplicó durante el gobierno de Chávez— e ineficiencia, como consecuencia de privilegiar las lealtades partidistas sobre el mérito y la capacidad, además de las estructuras centralizadoras. Esto ha conducido a mayores controles y a  mayor corrupción.

El socialismo del siglo XXI no es popular, es inviable en el terreno económico y como experimento está naufragando, no está “empoderando” a los venezolanos, sino llevándolos a la esclavitud. Conduce al Estado a convertirse en uno “fallido”, incapaz de proveer siquiera seguridad, promueve un sistema político que exacerba los vicios que dice combatir y va perdiendo legitimidad y aceptación entre los venezolanos.

 *Director de Centro de   Divulgación del Conocimiento Económico para la Libertad (Cedice), en Caracas.

Por Rafael Alfonzo* / Especial para El Espectador

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