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Los objetos del ayer

En una bodega, en el noroccidente de Bogotá, reposan las cosas que una vez fueron el símbolo del dinero y el poder de Elizabeth Montoya de Sarria, conocida como la ‘Monita retrechera’. Próximamente serán rematados.

El Espectador
25 de junio de 2008 - 11:25 p. m.

“Aló, Ernestico”. Esa fue la expresión con la que Elizabeth Montoya de Sarria saltó a la palestra pública. Hasta agosto de 1995, era una completa desconocida para la mayoría de colombianos, pero su anonimato se esfumó a partir del momento en que se supo que  “Ernestico” era Ernesto Samper Pizano, entonces Presidente de la República, y que tanto ella como su esposo estaban en la lupa de las autoridades por posibles nexos con el narcotráfico.

A Montoya la mataron en febrero de 1996, siete meses después de que Santiago Medina, ex tesorero de la campaña presidencial de Samper Pizano, confesara la entrada de dineros ilícitos a ésta e involucrara en sus declaraciones a la Monita retrechera. Un mes antes del asesinato, las autoridades habían detenido a su esposo, Jesús Amado Sarria, quien era investigado por un supuesto enriquecimiento ilícito a partir de actividades del narcotráfico.

Sarria fue condenado en 1998 por un juez de la República a ocho años y medio de prisión, pero, en 2002, el Tribunal Superior de Bogotá lo absolvió. Para la justicia, no hubo manera de comprobar la relación entre Sarria y el mundo de la mafia. No obstante, desde el mismo momento de su captura, todas sus pertenencias fueron confiscadas y a la Dirección Nacional de Estupefacientes (DNE) ingresaron 23 inmuebles en proceso de extinción de dominio.

Las autoridades también tomaron bajo custodia todo lo que era de la Monita. En 2002, la Fiscalía comenzó el trámite de extinción de dominio sobre 11 obras de artistas de la talla de Salvador Dalí, David Manzur, Luis Caballero y Pedro Nel Gómez. Su gusto, en cuanto a obras de arte, era impecable, y era conocida por eso. Las piezas fueron encontradas en una casa que la pareja Sarria Montoya tenía en un exclusivo barrio al norte de Bogotá.

La residencia tenía un área de unos 1.500 metros cuadrados, cinco pisos y vidrios blindados. Los cuadros, avaluados en unos $1.500 millones, fue lo primero que las autoridades antinarcóticas sacaron de la residencia para dejarlas al cuidado del


Museo de Bogotá. Sin embargo, en la casa quedaron otros objetos que hablan de quién fue Elizabeth Montoya de Sarria, sus gustos, su pasión por la santería y por exhibir la riqueza de la que ella y su esposo fueron dueños.

Sin embargo, luego de amasar una fortuna que según el propio Jesús Amado Sarria alcanzaba los $15.000 millones, hoy los objetos que una vez dieron vida a aquella mansión se llenan de polvo en una bodega ubicada en Fontibón, al noroccidente de Bogotá. Algunos, como los muebles de madera canadiense, han sido protegidos para que los bichos no se los carcoman. Pero la mayoría reposan en cajas, arrumados y sin que se sepa cuál será su destino.

La Dirección Nacional de Estupefacientes, encargada de estos objetos, lanzó una convocatoria para que el 60% de estos sean avaluados. Es lo único que falta para que la institución sepa en cuánto podrá rematarlos, como espera hacerlo próximamente, y así vaciar aquella despensa gigante que cuida Carlos García, un hombre de unos 50 años. “Por la convocatoria nos han llegado ofertas hasta de casas que compran antigüedades”, asegura un alto funcionario de la DNE.

En la bodega permanecen las cajas en las que se almacenan 174 pares de zapatos, muchos de ellos hechos con pieles de animales como cocodrilos y serpientes, y fabricados en casas tan lujosas como la francesa Charles Jourdan y las italianas Casadei y Bruno Magli. En total, en ese lugar se guardan 1.584 prendas que incluyen calzado, blusas, pantalones, chaquetas, sacos, pañuelos, camisas, pijamas, correas , sábanas, faldas y hasta uniformes.

La pareja Sarria Montoya siempre dejó en evidencia ante sus invitados la suntuosidad en la que vivían. Por eso se encontraron copas de cristales talladas, copas bañadas en bronce y vajillas de las más finas. De esos 83 juegos que la DNE confiscó, sólo 12 estaban en regular estado. En la casa también había un biombo dividido en 8 partes, de 3,53 metros de altura y 18,24 metros de ancho, con desnudos al estilo griego pintados sobre un fondo verde.

Investigadores de estupefacientes reconocen en la generación de ‘narcos’ a la que perteneció Elizabeth Montoya, su deseo constante por representar en lo material su dinero y su poder de vasos cuyas bases son cabezas de león, lámparas con formas de siluetas humanas, tapetes de piel de cebra y camas con espejos incrustados. Lo que esperan los funcionarios de la DNE es que todos los objetos se puedan vender. Aunque muchos de ellos creen que el público no compartirá el mismo gusto de la famosa Monita retrechera.

Por El Espectador

 

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